Este capítulo va dedicado especialmente a:
Todas mis Monstruas. <3
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Narrado por Anais Reber:
La vida, la vida para algunas personas es un tesoro, es algo maravilloso e inigualable, pero para otros es todo lo contrario, es un infierno, una cárcel o una asquerosa realidad.
No puedo imaginar el odio que Stefany ha sentido hacia su vida para intentar acabar con ella, debió estar muy mal, sin encontrar otra salida. No la juzgo porque sé que la depresión es una enfermedad, una enfermedad muy grave que no todo el mundo es capaz de sobrellevar.
—Anais —la voz de Carmen hace que levante mi mirada de golpe, me encuentro con sus ojos marrones los cuales están completamente hinchados y rojos.
Suelto la mano de Dylan que está sentado a mi lado y sin decir nada deslizo mis manos por el cuerpo de Carmen. La abrazo tan fuerte que siento que deja de respirar por unos segundos, pero cuando escucho un sollozo escapar de sus labios entiendo que ella necesitaba que alguien la abrazara de esta manera.
—Ste... Stefany va a estar bien —susurro.
Sus manos caen lentamente en mis hombros y ya no puede soportar más el llanto. Su cabeza cae en mi hombro derecho, puedo sentir sus lágrimas caer en él.
—No...no entiendo —sus palabras se cortan una y otra vez por los sollozos. Me dedico solo a abrazarla —. ¿Por qué lo hizo?
Niego con mi cabeza, pero es un movimiento involuntario.
—Ella necesita de nuestro apoyo —musito.
Me imagino a Carmen entrando a una oscura habitación llamando a su hija, al no recibir respuesta la busca con su mirada y allí la ve en su cama desordenada, sus ojos cerrados y de sus muñecas bajando sangre.
Tengo que mover mi cabeza para borrar esas imágenes de mi cabeza. Con cuidado aparto mis manos del cuerpo de Carmen para llevarlas hasta su rostro. Limpio las lágrimas de sus mejillas.
— ¿Cómo está? —cuestiono.
Sus ojos se entrecierran.
—Ahora están haciendo una transición de sangre, perdió…mucha —responde. Cada palabra que dice le quema, eso es notable —. Ahora está inconsciente por la gran cantidad de sangre que ha perdido —sus manos toman las mías —. Quiero que estés conmigo en la habitación, niña Anais.
Asiento con mi cabeza —claro que si —sigo limpiando sus lágrimas con mis dedos pulgares. Giro mi rostro a Dylan —. Voy a estar en la habitación —miro a Rachel —. Si quieres puedes ir a casa, Rachel.
Rachel lame sus labio —estaré aquí, Anis.
No entiendo por qué pero la respuesta de Rachel me hace sentir un pequeño alivio en mi interior. Hago un leve movimiento con mi cabeza en respuesta a Rachel, sin más mis ojos vuelven a caer en los de Carmen.
—Vamos —tomo su brazo para que ella comience a caminar a la habitación donde se encuentra su hija.
Carmen detiene sus paso frente a una puerta blanca en ella se ve el número catorce. Sus ojos se clavan en la puerta, sus manos comienzan a temblar, aprieto su brazo con suavidad.
—Toda va a estar bien —la aliento, al ver que está a punto de derrumbarse nuevamente.
Ella no aparta sus ojos de la puerta pero sé que mis palabras la han reconfortado. Su mano reposa en la perilla de la puerta, lentamente la gira dejando ver la pálida habitación de hospital.
Nunca me han gustado los hospitales, siento que están lleno de tantas desgracias que es inevitable no sentir un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.
Carmen lanza un largo suspiro antes de adentrarse en la habitación, sus pasos son débiles.
Lo primero que veo al entrar es la camilla, mis ojos van subiendo por todo el cuerpo de Stefany que va arropado hasta su pecho, puedo fijarme que su respiración en lenta. Sus ojos cerrados y sus labios separados. Su rostro se ve pálido y sus labios resecos. A un lado de la camilla hay un tubo con dos bolsitas en la parte superior. Una de las bolsitas contiene sangre y la otra es solución fisiológica, un macrogotero transporta ambos líquidos hasta vía que han tomado en el brazo de Stefany.
Carmen se sienta en una silla que está al lado de la camilla, siento como sus ojos se clavan en mi rostro, seguro busca alguna respuesta en mi expresión, pero es que verla así solo ha hecho que mi corazón se apriete.
Lamo mis labios. No soy lo suficientemente fuerte para mirar a Carmen a los ojos.
—Se ve mal ¿Verdad? —pregunta.
Aprieto mis labios.
—Sé que ella se recuperará —respondo, encaminándome a un pequeño mueble que está en un rincón de la habitación.
Desplomó mi cuerpo en el mueble. Pasan solo unos segundos cuando escucho silenciosos sollozos por parte de Carmen, deseo con toda mi alma que esos sollozos desaparezcan, pero ella está sufriendo y si esa es su forma de desahogarse yo solo debo respetarla. La entiendo, entiendo que lloré, hasta yo quiero llorar así que no puedo imaginar el horrible dolor que ella está experimentando.
Cuando escuchamos un leve gemido Carmen y yo miramos a Stefany, ella mueve su cabeza aún con su ojos cerrados, lentamente sus ojos se van abriendo. El desconcierto comienza a invadir su rostro, sus ojos viajan por toda la habitación, deteniéndose en su madre.