Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo I

《Anais, debes limpiar mi habitación》《Anais, cuando llegue quiero la cena servida》 《Anais no olvides lavar y planchar mis trajes, por favor》

Anais, Anais, Anais. Ese es mi nombre  y puede que sea el que más se escucha en la misión de los señores Watson.

Cuando apenas tenía catorce años comencé a trabajar para ellos, ahora tengo diecinueve y estoy feliz de decir que aún sigo trabajando para la señora Beatriz y el señor Adolfo, son personas maravillosas. Desde muy pequeña me toco ser fuerte y la verdad mentiría si dijera que ha sido fácil pero gracias a los cielos me ha ido bien, he tenido un hogar y aunque solo soy la sirvienta es mejor de lo que era mi vida antes.

Tarareo una canción que he escuchado esta mañana en la radio, mientras con ágil movimientos lavo algunos platos que hay en el fregador.

El sonido de unos tacones impactando el piso de madera de la mansión me avisa que la señera Beatriz se aproxima hacia mí, así que aprieto mis labios para hacer silencio. Tengo un gran respeto por los señores.

─Buenos días, Anais ─la voz de la señora hace que mire por encima de mi hombro para mirarla. El vestido que lleva seguramente es de un famoso diseñador, toda su ropa es hecha a la medida, su cabello cae por encima de sus hombros, su rostro va levemente maquillado y su piel esta bronceado por las vacaciones que ha tenido por toda Europa. Aunque es una mujer mayor siempre hace lo posible por verse bien y debo admitir que lo hace muy bien.

Le regalo una sonrisa corta  ─Hola, señora ─volviendo a posar mi vista en los platos que estoy lavando.

─Puedes dejar lo que estás haciendo. Debemos hablan con todo el personal de la mansión ─la voz autoritaria que escucho detrás de mi hace que deje por completo lo que estoy haciendo.

Me giro en mis talones, clavando mis ojos en el azul de los ojos de la señora.

─Claro que si ─tomo una servilleta, limpiando mis manos.

Con toda la elegancia que la caracteriza ella voltea, caminando con confianza sobre sus tacones. Ya camino detrás de ella, preguntándome que se sentirá tener todo el dinero que posee esta señora ¿Sera que es feliz?

Cuan entramos a la gran sala de juntas que tiene la casa me sorprendo un poco al ver que todos los empleados de la casa ya están aquí, solo esperando por mí y la señora.

El señor Adolfo se coloca de pie al ver que hemos entrado, arregla su traje y examina con su mirada a su esposa, es notable el brillo que sus ojos reflejan al verla. Ella camina hasta él, entrelazando una de sus manos que la del señor. Yo me detengo a la par de los demás empleados que se encuentran en la sala.

Andrés, el jardinero, me sonríe ampliamente. Es un hombre muy amigable, casi siempre le cuento mis problemas y él siempre tiene un consejo para todo, es con el que mejor me llevo de los empleados de la misión.

─Hola ─lo saludo en un susurro.

Él abre la boca para responder a mi saludo pero la voz del señor no deja que lo haga.

─Buenos días a todos, esta reunión es para informarles que nuestro nieto Dylan va a venir a vivir un tiempo con nosotros  ─anuncia, viajando su mirada por cada uno de nosotros. ─Es necesario que tengan claro que es un chico bastante…arrogante ─vacila un momento antes de decir lo último que ha dicho.

La señora lo jala un poco de la mano en forma de reproche, los ojos del señor bajan hasta los de ella.

─Solo estoy siendo sincero, Beatriz.

Ella niega con su cabeza, para luego mirarnos.

─Es un chico muy maduro para su edad, es todo ─los ojos de ella se detienen en mí ─. Es un hombre que es muy exigente con su alimentación, Anais, creo que tendrá un poco de trabajo.

¡Más! Me grita mi mente, pero hago oídos sordos a eso.

Asiento con mi cabeza ─seguro, señora.

─Mañana a primera hora estará aterrizando su vuelo. Esto quiere decir que deben obedecer a lo que les pida, aunque no creo que pase mucho tiempo en la mansión, sin embargo, el tiempo que lo esté sean amable con él, por favor  ─nos explica el señor con una mirada suave.

Todos asentimos, pero en ambiente en el ambiente se siente la tensión que hay por la noticia que hemos recibido. Desde que trabajo para los señores Watson solo les he servido a ellos. Sus hijos lo visitan unas tres veces cada tres meses y sus nietos muy poco los visitan, incluso a Dylan solo le he visto unos cuatro o cinco veces y el señor Adolfo tiene razón, es muy arrogante al igual que sus hermanos, Damián, el mayor y Diego, el menor. Estoy segura que va hacer muy incómodo convivir con un extraño para nosotros, pero es su casa y nosotros solo empleados.

El señor nos regala una sonrisa que hace que las arrugas de su rostro se marquen ─pueden volver a sus respectivas tareas. Nos disponemos a salir de la sala de juntas cuando la voz del señor hace que me detenga en seco. ─ ¡Ah! Casi lo olvido. Anais, prepara la habitación más grande para Dylan, las sabanas deben ser de algodón y todo debe estar impecable, por favor ─las exigencias del señor son exactas.

Me doy la vuelta, sonriendo fingidamente.

─Sí, señor ─respondo. Quería sentarme a leer un rato antes de ir a la universidad, pero con esta orden presiento que no tendré tiempo ni para…no sé sentarme, quizá.




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