Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo VI

Cuando llegamos a la mesa ya Damián y Diego están sentados en el comedor, los dos están perdidos en las pantallas de sus espectaculares teléfonos, Damián presiona con su dedo pulgar la pantalla de su teléfono.

─Eso debe estar concluido en menos de una semana  ─habla al teléfono para luego dejarlo en la mesa con rabia su madre retira los lentes de sol que cubren sus ojos, dejando ver unos ojos azules bastantes fríos, ella mira a su hijo mayor con determinación.  

─Recuerda que debes hacer las cosas bien, Damián ─pasa detrás de él con su esposo a su lado, al llegar a las sillas donde se sentaran, el padre de los hermanos rueda la silla para que su esposa se siente, cuando la señora Bárbara está sentada él se sienta a su lado. Miro el rostro de Damián y la verdad no es nada amigable, su cejo esta fruncido y sus ojos idénticos a los de su madre están perdidos, mientras tanto  Diego sigue con su mirada clavada en su teléfono,  creo que sus conversaciones de WhatsApp son más importantes que este almuerzo. Los señores Watson también se sientan en la mesa del comedor.

─ ¿Dónde está mi hijo? ─pregunta la señora Bárbara mirando a su alrededor.

La señora Beatriz también mira a su alrededor,  dándose cuenta que efectivamente su nieto no ha bajado de su habitación. Sus ojos se clavan en mí.

Que no me ordene subir a buscarlo, por favor no, me digo para mis adentros, pero las palabras mágicas salen de sus finos labios.

─Anais, por favor ve por Dylan e infórmale que ya sus padres y sus hermanos están aquí ─pide.

Antes de asentir con mi cabeza muerdo mi labio inferir para evitar que de mis labios escapen las quejas que pasan por mi cabeza. Salgo del comedor preparándome psicológicamente  para mirar la obscuridad y la arrogancia que reflejan los negros ojos de Dylan, preparándome para transpórtame al polo norte,  ya saben por lo frío que es.  

Cuando ya estoy frente la puerta de la habitación, vacilo unos segundos antes de tocar a ella.

─Solo le dirás lo que te ordeno la señora y saldrás de ahí ─me susurro. Dicho esto llamo a la puerta.  

─Pase ─su voz es la misma, fría como el hielo.  

Coloco mi mano en la perilla y conteniendo un poco la respiración la giro, adentrándome a la habitación. Ese negro se clava en mí con tanta intensidad que no puedo seguir mirándolo.  

Dylan está de pie junto a su cama con su moderno celular en su mano derecha,  sus ojos están clavados en mí.  

─Ya sus padres y sus hermanos ha llegado ─le informo, con voz indiferente. Aún no olvido lo que hizo con la comida que le preparé.  

Mi corazón está lleno de rencor. Ok'no, no puedo odiar a nadie, eso no es lo mío. Mi corazón solo puede estar lleno de amor.  

─ ¿Ya están aquí? ─su pregunta no denota ningún tipo de felicidad ni emoción,  más bien suena fastidiado. Lentamente deslizo mí mirada a él, para volverlo a mirar. Va vestido con un suéter negro con las mangas subidas hasta sus codos, un pantalón gris claro que por cierto se le ve increíble, Nike del mismo color del suéter, su muñeca izquierda va decorada con un reloj blanco y su cabello castaño va perfectamente peinado.

Sí, no hay duda los hermanos Peterson Watson son unos bombones.  

Mis ojos terminan deteniéndose en su vacía mirada.

─Si ─respondo.  

Él quita su mirada de mí, pasando una de sus manos por su rostro, un suspiro sale de sus labios, es un suspiro de preocupación. No entiendo porque se ve así por la visita de sus padres y sus hermanos, si yo fuese él estuviese feliz por verlos.

─Ahora bajo ─comenta lamiendo sus labios, sus ojos se quedan clavados en un punto fijo.

Me doy la vuelta para irme pero me detengo mirando por encima de mi hombro para mirarlo.  

No hagas ninguna pregunta,  no seas imprudente.  

─ ¿Estás bien? ─mi corazón es más fuerte que mi mente.

Cuando él escucha eso su mirada encuentra la mía.

Prepárate para le respuesta más mala onda de todos los tiempos.   
─Si, excelente ─contesta y esa respuesta me sorprende. No ha sido una respuesta arrogante ni cortante ¿Será que se siente mal? 
No se lo preguntes, no se lo preguntes.

─ ¿Te sientes bien? ─me giro en mis talones para volverme a él.

Él lame sus labios ─ya dije que estoy bien ─exclama apretando el agarre que tiene en su teléfono.

─No, no estás bien. Estas molesto ─lo reto con la mirada, señalando como su mano está apretando el teléfono.

Él mira lo que estoy señalando, pero con rapidez vuelve a posarla sobre mí ─quiero que te vayas de mi habitación ─sentencia.

Niego con mi cabeza ─puedo irme de tú habitación en este momento, pero ten por seguro que eso no hará que la rabia que sientes cese ¿Y sabes por qué? ─El abre la boca para seguramente decir algún insulto, pero no lo dejo ─porque la rabia que sientes es contigo mismo.

Ambos nos quedamos solo en silencio, pero yo arreglo un poco mi uniforme y salgo de la habitación.




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