Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo VIII

Narrado por Diego Peterson:

«¿Qué se siente ser hijo de unos de los empresarios más reconocidos del mundos?» «Tus hermanos y tu son los chicos más sexy que he conocido» «De verdad eres muy afortunado» «Tu familia es perfecta». Esas son algunas de las cosas que escucho a diario pero hay una que no puede sacar de mi cabeza.

«Tu familia es perfecta», eso es lo más ingenuo y falso que he escuchado, la familia Peterson Watson está muy lejos de la perfección, eso es seguro.

Estoy en la enorme cocina de la mansión de mis padres y como es común, nadie está en casa, mi padre debe estar en una junta de trabajo y mi madre...mi madre quien sabe seguramente debe estar jugando al póker con sus amigas o arreglando sus uñas. Desde que somos niños hemos vivido esto, el primer día de clase de la primaria tenía la tonta idea que mi padre me llevaría hasta la entrada y diría unas palabras de aliento para que no sintiera miedo por la nueva etapa que está a punto de comenzar, pero eso no sucedió, él ordeno a nuestra niñera que me acompañase y aunque la señora que ahora llamamos "Tati" intento que no me sintiese mal, era imposible no hacerlo, ese día entendí que mis padres no les interesa ni un poco por lo que estemos pasando y fue así como comencé hacer un niño frio e indiferente con todos.

Camino hasta el refrigerador y saco una botella de agua sin gas, pero los pasos de alguien hacen que mire por encima de mi hombro, veo a Damián recostado en el umbral de la entrada de la cocina. Como es común en él está vestido con un impecable traje color negro, no lleva corbata y un reloj idéntico al mío decora su muñeca, fue uno de los costosos regalos que nos dio mi padre a los tres hace aproximadamente hace dos años.

Me incorporo, abriendo la botella de agua para darle un sorbo.

─Hermanito, ayer llegaste muy tarde a casa ─la fría voz de Damián habla, cruzando sus brazos sobre su pecho.

¡Carajo! Se dio cuenta que llegue en la madrugada.

Trago el sorbo de agua, clavando mi mirada en el azul de sus ojos ─si, se me hizo un poco tarde ─respondo.

Él baja sus brazos, aproximándose a mí, cuando llega frente a mí introduce sus manos en los bolsillos de su pantalón, mirándome sin nada de gracia en su rostro.

─Sabes que eso está mal ¿Verdad? ─su ceja derecha se eleva y es imposible no mirar la cicatriz que tiene encima de esta.

Lamo mis labios ─no...no volverá a pasar.

─Las fiestas no te llevarán a ningún lado, Diego. Entiendo que seas un chico de dieciocho años que quiere experimentar nuevas cosas, pero te aseguro que las fiestas no harán que tengas un futuro brillante ─su mirada es tan penetrante y pesada que no puedo seguir mirándolo, solo le doy la espalda, pasando una mano por mi alborotado cabello. ─ ¡Diego! Estoy hablando contigo ─exclama al ver que le he dado la espalda.

Con frustración me giro para mirarlo ─ ¿Dime? ¿Eres feliz? ¿Eres feliz teniendo un futuro brillante? ─pregunto, apuñando mis manos, sabiendo que la respuesta de esas preguntas es un rotundo "NO"

Damián muerde su labio inferior y puedo ver que lo hace con mucha rabia.

─No es cuestión de ser feliz o no. Solo es ser profesional ─contesta, con voz sonora.

Niego con mi cabeza, riendo sarcásticamente ─ ¿Para qué?

─Debemos seguir un legado, Diego ─saca las manos de sus bolsillo y mira la hora en su reloj ─. Así que no vas hacer el hermano que lo arruinara todo, Dylan ya ha obtenido su título universitario y está estudiando con esmero para conseguir su licenciatura en una de las mejore universidades del país, deberías seguir ese ejemplo ─dicho esto me mira con demasiada intensidad y sin más sale de la cocina.

Pero ¿Por qué? ¿Por qué seguir los pasos de alguien cuando puedes construir un camino deferente?, quiero preguntárselo a mi hermano mayor, pero sería una pérdida de tiempo, él al igual que mi padre ha sido completamente distante.

Me quedo en silencio, tratando de entender lo que me ha dicho Damián, pero el sonido de mi teléfono hace que deje de pensar, cuando lo sacó del bolsillo de mi jean miro el contacto que me esta llamado, Abuela Beatriz ella es la que me está llamando.

Voy a colgar la llamada, pero no lo hago.

─Hola, Diego ─su suave voz me saludo apenas descuelgo la llamada. Me resulta difícil hablar y aún más pensar. ─Diego, ¿Estás ahí?

Muevo mi cabeza para poder contestar.

─Si...claro...hola ─titubeo.

Ella se queda en silencio por unos segundos ─ ¿Estas bien? ─muy pocas veces he escuchado esa pregunta, así que me toma por sorpresa.

¿De verdad estoy bien?, me pregunto para mis adentros.

─Si ─mi respuesta es tan contundente que casi puedo creerla, aunque en realidad no me sienta bien.

─Si quieres vienes a nuestra casa a pasar unas vacaciones ─me propone.

Expulso el aire que tengo en mis pulmones ─no lo sé, abuela ─hago una pausa ─. Te estaré avisando, ahora debo irme, adiós ─antes de que ella pueda hablar cuelgo la llamada. Por un momento observo la pantalla de mi teléfono.




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