Nota:
Este capítulo va dedicado a mi preciosa Monstrua: @ElizabethMorenoMuro, espero que te guste. <3
PD: Disculpen por la espera es que estos días he estado un poco ocupada, sin embargo, aquí está su capítulo espero que les guste. <3
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Camino de un lado a otro ─señora Beatriz, ayer rompí su costoso jarrón porque vi a su nieto a punto de tener sexo con una chica ─susurro, pero niego con mi cabeza ─. No, Anais, no puedes decirle eso ─me regaño a mí misma.
Sigo caminando sin saber que inventar para explicarle a la señora lo del jarrón roto, ya no hay rastro de mis uñas, todas me las he comido por lo nerviosa que estoy. Dejo escapar todo el aire de mis pulmones y mirándome por última vez en el espejo de mi habitación salgo de esta para hacerme responsable de lo que he hecho.
Cuando salgo de mi habitación doy un pequeño brinco al escuchar la voz de Dylan.
─ ¡Oye! ─me llama, giro en mis talones para mirarlo. Va vestido con un pantalón color mostaza, una camisa negra que se amolda muy bien a su torso, zapatos negros con blanco y un reloj deslumbra su muñeca. Esta recostado en la pared junto a la puerta de mi habitación, pero al ver que me volteo que despega de la pared ─. Lo de ayer...
Dylan se quedan en silencio, su mirada se desliza a algo o alguien que se aproxima a nosotros, con un ágil movimiento me dispongo a mirar lo que está mirando los ojos negros de Dylan. Mi pulso se acelera al ver que es el señor Adolfo.
¡Ay Dios! ¿Ahora que rayos voy a decir? Tendré que trabajar por unos seis meses sin cobrar para pagar ese jarrón.
El señor viene distraído, pero al vernos se detiene, su mirada viaja de Dylan a mí. Esta vestido con un cómodo pantalón de algodón, una suave camisa y zapatos cómodos.
─Buenos días, jóvenes ─nos saluda pero es notable la confusión que tiene en su rostro.
Con dificultad trago saliva ─buenos...días, señor Watson ─respondo pero mi voz tiembla levemente.
Me sonríe amablemente, su mirada se clava en su nieto.
─Dylan, creo que he dicho buenos días ─le recuerda al ver que no ha respondido a su saludo.
Dylan camina, parándose a mi par con el rabillo de ojos veo que pasa una mano por su cabello castaño.
─Buenos días ─responde con fastidio en su voz.
El señor Watson sonríe al escuchar el saludo se su nieto, se nota que es algo que lo hace feliz. Él hace asiente con su cabeza y se gira para irse.
Anais, debes decirle lo que hiciste, dile que rompiste el jarrón, mi conciencia comienza a carcomerme. Nunca en todo el tiempo que llevo trabajando para ellos había roto nada, me siento terrible por haberlo hecho.
─ ¡Señor! ─lo llamo. No soy capaz de ocultarles algo como esto a las personas que solo me han ayudado. Al escuchar que lo llamo el vuelve a voltearse hacía nosotros.
Siento los ojos de Dylan clavados en mi rostro. Desvió mi mirada a él, me mira con frialdad y entiendo que no quiere que le cuente a su abuelo lo que ha sucedido ayer, pero no me importa lo que él piense.
─¿Dime, Anais? ─cuestiona el señor Adolfo.
Me vuelvo a él ─el jarrón...ayer ─titubeo con nerviosismo ─ayer cuando llegue de la universidad...
─Rompí el jarrón que estaba en la mesa que esta junto a la entrada de la cocina ─me interrumpe Dylan. Con lentitud viajo mi mirada a él.
¿Qué está diciendo?
─ ¿Cómo lo rompiste? ─pregunta el señor, mi mirada sigue clavada en el rostro de Dylan. No puedo creer que haya dicho eso.
Dylan pasa una mano por su rostro ─me levante a buscar un vaso de agua y tropecé con la mesa, estaba un poco dormido.
Es un auténtico mentiroso.
─¿Eso es cierto, Anais? ─la pregunta del señor hace que lo mire.
Lamo mis labios, mis manos sudan.
─Claro que es cierto, abuelo ─comenta Dylan ─. Ella llego justo en el momento cuando se rompió el jarrón ─prosigue, caminando hasta la par de su abuelo. Sus ojos se encuentran con los míos.
Un suspiro escapa de los labios del señor Adolfo ─Muy bien yo se lo diré a Beatriz ─su mirada se posa en mí. ─No te preocupes, Anais, Dylan es el culpable.
Los labios de Dylan se curvan un una sonrisa ─claro soy el culpable ─lo dice con ironía.
─Bueno, jóvenes los dejo, hasta luego ─el señor Adolfo sale de nuestras vistas.
Cuando estoy segura de que el señor Watson se ha ido, clavo mis ojos en los de Dylan. Él me guiña un ojo, con una sonrisa victoriosa en su rostro.
─De nada ─dice.
Niego con mi cabeza ─no debiste haber dicho eso ─replico.
La expresión de Dylan cambia al instante.
─No lo hice por ti, lo hice por mí ─su voz se vuelve ronca ─. Ibas a decirle a mi abuelo lo que ocurrió ayer.
─Claro que no, solo le iba a decir lo del jarrón ─me defiendo.
Se ríe sarcásticamente ─sí, claro.
─A mí no me importa para nada con quién tienes sexo o con quien no. No eres la última coca cola de desierto, Dylan ─lo reto con la mirada.
El lame sus labios, los músculos de su mandíbula se tensan ─¿Tenías cómo pagar ese jarrón? ─Me quedo silencio, teniendo claro que no tenía ni la cuarta parte del dinero para pagar el jarrón. ─. Eso pensé ─agrega, al ver que no respondo su pregunta.