Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XI

CAPÍTULO SORPRESA

Narrado por Anais Reber:

—Parecía otro, Rachel —tengo mi mirada perdida mientras le cuento a mi mejor amiga lo que sucedió hoy. Dylan se comportó muy bien conmigo y aunque me parece raro siento que de verdad le hizo bien mudarse a la casa de sus abuelos, siento que está cambiando.

Rachel me toma por el antebrazo, haciendo que detenga mis pasos.

—Mírame a los ojos, Anais —exige.

Obedezco, encontrándome con sus ojos verdes.

— ¿Qué pasa?

Ella frunce levemente su cejo — ¿De verdad crees que de la noche a la mañana una persona cambia?

Su pregunta me deja un poco confundida.

No, una persona no cambia de la noche a la mañana, me digo para mis adentros pero no sale de mi boca.

Vacilo antes de responder —no lo sé —me encojo de hombros —. Puede que sí.

Al escuchar mi respuesta Rachel pone sus ojos en blanco.

—No, Anais, no —con la palma de su mano golpea mi cabeza —. Pienso que ese chico trama algo —sentencia con seguridad.

Lo pienso por unos segundos, pero no puedo deducir que pueda estar tramando Dylan.

Niego con mi cabeza —no lo creo, Rachel.

Exhala —debemos averiguarlo, Anais —vuelve a poner en marcha sus pasos y yo la sigo —, te ayudaré a desmantelar a ese chico engreído. No dejaré que ningún tarado haga sufrir a mi bebé.

Me rio sonoramente y esta vez soy yo la que la detiene — ¿Por qué crees que sufriría por Dylan? —cuestiono, tratando de contener mi risa.

La seria expresión de Rachel hace que deje de reír al instante.

—Es muy evidente que te gusta este chico, Anais —contesta.

Escuchar eso me hace poner la misma expresión de mi mejor amiga.

Dylan no me gusta.

—Estás loca. Él...él no me gusta.

De los labios de Rachel se escapa una risa.

—Sí, claro —responde con sarcasmo.

Me cruzo de brazos —es la verdad.

Ella asiente con su cabeza —sí, si —me da un beso en la mejilla —. Ahora me tengo que ir, adiós, chica enamorada —bromea y pone en marcha sus pasos.

«Chica enamorada», por unos segundo esas palabras hacen eco en mi cabeza.

— ¡No estoy enamorada! —grito cuando ya Rachel llega al auto de su padre.

Gira su cabeza y me sonríe con malicia — ¡Acéptalo! —también grita y se adentra al auto.

El auto sale disparado y yo solo lo observo como desaparece de mi vista.

—No estoy enamora —susurro.

...

El fuerte frío recorre toda mi piel, haciéndome abrir los ojos de golpe, me fijo que mi caliente sábana está en el piso.

—Est...Estúpida sábana —balbuceo, estirándome para tomarla. Cuando ya la tengo entre mis manos con mis ojos entreabiertos miro la hora en el pequeño reloj que tengo en la mesita de noche que está a la par de mi cama, 8:00 marca el reloj, eso hace que abra mis ojos por completo, estrujo mis ojos para asegurarme de que he mirado bien la hora y me alarmó más cuando me doy cuenta de que si es la jodida hora que marca el reloj. Me levanto de la cama como un resorte, corro hasta el baño y me visto con mi uniforme, lavo mis dientes lo más rápido que puedo y trato de peinar mi desordenado cabello, pero lo último no sale muy bien. Con velocidad salgo de mi habitación, caminando con desesperación a la cocina.

Hoy es fin de semana así que los señores desayunan más temprano de lo normal. Además de que ahora debo prepararle la comida al nuevo huésped, si, ahora Diego también está es la mansión de sus abuelos, lo que quiere decir que tengo más trabajo. La verdad no es tan exigente como su hermano, pero si es igual de arrogante e engreído que Dylan.

—Ahora si te vas a la calle por irresponsable —me regaño a mí misma mientras camino a la cocina.

En los últimos tres días he visto muy poco a Dylan, pero las pocas veces que lo he visto este me ha saludado y hasta me ha sonreído, eso me parece tan tierno.

Muevo mi cabeza, intentando sacar de mi cabeza esa sonrisa.

Cuando llego al comedor, me detengo en seco. Ya los señores están en la mesa, tienen sus respectivos desayunos delante de ellos.

La señora al notar mi presencia viaja su mirada hasta mí —Buenos días, Anais —me saluda con una amable es su rostro.

Forzó una sonrisa —Buenos días.

Ya me reemplazaron y ni siquiera me avisaron, es lo primero que se viene a mi mente al ver que todos ya están disfrutando de su desayuno.

El señor también me sonríe —Carmen nos contó lo que estabas haciendo. Gracias por siempre preocuparte por hacer tu trabajo —el señor aun viste su lujosa pijama color negra.

Las palabras de señor me confunden demasiado.

¿Qué estaba haciendo? ¡Durmiendo, tarada!, Me grita mi mente mientras sigo pensando en lo que ha dicho el señor Adolfo.

En ese momento Carmen llega a mi sale de la cocina con dos vasos en su manos. Ella al verme hace una mueca con sus labios, lo cual me indica que ella se ha encargado de todo.




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