Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XIX

Narrado por Anais Reber:

Hoy no he hecho nada más que esperar que los hermanos lleguen a la mansión, después del incidente entre Diego y Dylan Stefany se disculpó y también salió de la casa, yo me quede completamente paralizada por todo lo que sucedió delante de mis ojos, me sentí culpable por la forma en la que Diego se enteró de la noticia que Dylan no deseaba contarle. Siento que por mi culpa ahora el hermano menor está sufriendo, aunque también sé que él debía saber lo que estaba pasando.

Los señores ya han cenado y ambos han ido a descansar, pero yo estoy sentada en la sala de la casa con mi mirada fija en las grandes puertas de maderas de la mansión, esperando ver asomarse por ella a Diego o a Dylan. Cada minuto se me hace más eterno que el anterior, siento que han pasado muchas horas y en realidad solo han transcurrido pocos minutos.

Cuando finalmente escucho un auto estacionarse fuera de la mansión mi corazón se acelera, por la misma emoción me coloco de pie de un salto, pongo toda mi atención en el sonido que se escuchar en el exterior de la casa. Escucho cuando lanza la puerta del auto de un portazo y posteriormente pasos acercándose a la entrada de la casa. Las puertas de la mansión se abren y Dylan se adentra en la casa, él levanta su mirada, encontándose con mis ojos.

—Hola… —mis manos comienzan a sudar — ¿Diego está bien? —pregunto.

Guarda las llaves de su auto en el bolsillo de sus jeans —si, él está bien —responde, su voz es fría.

Todo el aire que sin darme cuenta estaba acumulado en mis pulmones se escapa.

—Qué bueno.

Asiente con su cabeza.

— ¿Por qué me preguntas por él? —cuestiona.

Su pregunta me sorprende.

Me encojo de hombros —Se veía muy afectado por la noticia y quería asegurarme de que estuviese bien.

Él frunce su cejo y niega con su cabeza.

—Qué bueno que te preocupen los demás —lo dice en un tono que no logro entender. Pone en marcha sus pasos, pero cuando pasa a mi lado se detiene. —Lo que sucedió hoy solo fue un error, yo no debí haber venido a ti para contarte lo que estaba sucediendo y tú mucho manos debiste escucharme —cada palabra que sale de su boca es tensa y firme.

Giro mi rostro, mirándolo directo a los ojos.

—No creo que lo que ha pasado hoy sea un error, pero sin tú crees que es así entonces está bien —trago saliva —. Solo recuerda que a veces es necesario desahogarnos, es necesario hablar de eso que nos atormenta para que el peso que sentimos vaya disminuyendo —me giro en mis talones y me encamino a uno de los largos pasillos de la mansión.

Siento que Dylan es una persona que no quiere entregarse por completo a nadie, siento que teme que lo lastimen o puede que tema lastimar a otros.

Entro en mi habitación, recostando mi espalda en la puerta ya cerrada detrás de mí, apoyando mi cabeza en la misma.

—Definitivamente eres un hombre hielo —susurro en un largo suspiro. Cierro mis ojos por unos segundos y a mi mente llegan los penetrantes ojos negros de Dylan, rápidamente abro mis ojos de golpe y niego con mi cabeza. — ¿Qué te sucede, Anais? —Camino hasta mi cama y me dejo caer en ella —, no debes pensar en él.

Mis ojos miran fijamente el techo, pienso en el poco amor que ha recibido los nietos de los señores y mi corazón se arruga. Es tan triste que teniendo a sus padres no puedan confiar en ellos. Poco a poco mis ojos se van cerrando hasta que caigo en un sueño profundo.

Mis ojos se abre con lentitud, me estiro y mis ojos ruedan hasta el pequeño reloj que decora la mesita de noche que tengo a la par de mi cama 6:30 indica, sonrió al darme cuenta que por fin me he levantado a la hora que debo. Froto mis ojos y suelto un largo suspiro antes de ponerme de pie. Lavo mis dientes, me ducho y peino mi negro cabello, atándolo en una liga elástica, se ve bien cuando lo peino (casi nunca lo hago así que la mayoría del tiempo se ve mal), me miro por última vez en el espejo, arreglando el vestido que uso por uniforme.

—Lista para dar lo mejor de ti —me doy ánimo, sonriendo ampliamente.

Salgo de mi habitación y al instante comienzo con mi trabajo, cuando llego a la cocina para preparar el desayuno de los señores ya Carmen está allí terminando el desayuno de Dylan, él es el primero en desayunar en la mansión, se levanta extremadamente temprano y es muy estricto con las horas de sus comidas, compadezco a Carmen por tener que preparar su comida.

—Hola —la saludo y ella levanta su mirada hasta mí.

Al verme sonríe, sus ojos marrones se ven hermosos esta mañana.

—Hola, niña Anais.

Termino de caminar hasta estar a su altura y le doy un corto abrazo.

— ¿Ya terminaste el desayuno de su majestad? —le pregunto.

Ella se ríe ligeramente —sí, ya solo tengo que llevárselo a su real habitación.

Esta vez la que se ríe soy yo.

—Es un verdadero dolor de cabeza —pongo mis ojos en blanco, recordando las palabras que me dijo ayer.

Ella termina de rosearle un poco de sal a la ensalada y coloca su atención por completo en mí.




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