Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XXI

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Narrado por Anais Reber:

Ayer fue un día que estoy segura que nunca olvidaré, fue tan especial ver una verdadera sonrisa en los labios de Dylan y el brillo de sus ojos era tan mágico que desearía que siempre brillen de es manera. Sin embargo, no puedo seguir encariñándome con él, si lo hago debe tener claro que saldré lastimada, hasta su propio hermano me lo advirtió y en lo profundo de mi ser sé que es verdad, por eso no debo estar sintiendo lo que hace sentir Dylan.

Vuelvo mi mirada al espejo que tengo delante de mí.

—Él solo es el nieto de tus jefes, ten eso claro —hablo con mi reflejo, intento creerme lo que estoy diciendo aunque es en vano. Exhalo con fuerza y sin más salgo de la habitación para comenzar con mi día de trabajo, pero en realidad no ha mucho que hacer ya que los señores no están en la mansión.

Lo primero que hago es prepararme algo para desayunar, preparo lo más simple que puedo. En una taza echo un poco de leche y cereal.

Que desayuno tan elaborado, me digo para mis adentros, encaminándome al mesón de la cocina, me siento en uno de los taburetes y comienzo a comer mi desayuno. Levanto la cuchara con cereal y leche, llevándola hasta mi boca, masticando una y otra vez, para finalmente tragar, es el proceso que hago hasta que acabo con mi desayuno. Camino hasta el fregador para lavar la taza en la que he comido, en ese momento el timbre de la mansión me informa que alguien llama a la puerta, dejo la taza a un lado y limpio mis manos en mi uniforme.

El timbre suena una y otra vez, haciendo que me irrite.

— ¡Ya va! —grito cuando estoy más cerca de las puertas.

Cuando abro la puerta me encuentro con los ojos grises de la chica que el día de mi cumpleaños me arrojo a una piscina y casi muero.

—Tú —digo sin dejar de mirar sus ojos.

Ahora sí que la mato.

Ella sonríe e intenta ver al interior de la casa.

—Vengo a ver a Dylan —habla como si no me conociera, —¿Puedes decirle que estoy aquí?

Elevo mi mano y sin pensar en nada impacto la palma de mi mano contra su muy maquillado rostro. Su cara se mueve a un lado y ella coloca su mano donde ha recibido la bofetada.

—Eso es para que aprendas a no meterte conmigo —comento, siento como la palma de mi mano hormiguea.

Su rostro se vuelve a mí de golpe, sus ojos me estudian.

—Eres la estúpida sirvienta de la que habló Dylan —sonríe, bajando su mano de su rostro. —Dylan fue el que me pidió que te avergonzará delante de todos lo que estaban en la disco —se carcajea —. A él es quien deberías golpear.

Trago saliva —no me importa...

—Alicia —la voz de Dylan hace que me quede en silencio. Me sorprende que este en la casa, estaba segura que se había ido a la universidad — ¿Qué haces aquí? —pregunta.

Me giro en mis talones, para mirar los ojos negros de los que no he dejado de pensar. Vas vestido solo con unos pantalones negros y la liga de su bóxer que se asoma por encima del pantalón, alrededor de su cuello lleva una toalla y su cabello está muy despeinado.

—Vine a visitar a mi novio —responde la arpía.

Trato de no mirar su muy bien ejercitado cuerpo, pero mis ojos no tardan en admirar su abdomen, lentamente suben hasta su pecho y finalmente se detienen nuevamente en sus ojos.

—Yo…Permiso —hago un movimiento con mi cabeza, poniendo en marcha mis pasos. Necesito salir de aquí.

Me duele que Dylan ni siquiera dijera que no es su novio como el mismo me lo aseguro, ahora me queda claro que es obvio que si es novio de esta chica.

—Ayer te fuiste de la fiesta sin decir nada —eso es lo último que escucho que le dice la arpía a Dylan, antes de adentrarme a la cocina. Me siento en el taburete en el ante estaba sentada sin poder detener el dolor de mi pecho.

« Dylan fue el que me pidió que te avergonzará delante de todos lo que estaban en la disco», esas palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza. Entonces Dylan fue el culpable de que esta chica me arrojara a la piscina, solo quería avergonzarme. Fui una estúpida en pensar que él no tenía nada que ver con esto, era obvio que el único que me conocía en aquel lugar era él, claro luego solo se arrojó a la piscina para que yo no sospechara de él, planeo todo esto y yo como una imbécil le creí todas sus asquerosas mentiras.

—Solo está jugando contigo —mascullo en el silencio de la enorme cocina. Asiento con mi cabeza, aceptando lo que acabo de mascullar.

El sonido de unos pasos acercándose a la cocina hace que me gire para mirar los ojos de Diego. Definitivamente estos hermanos cada vez me sorprenden más, no tenía idea que él también estuviera en la casa.

—Buenos días —me saluda. Eso me sorprende tanto que tardo unos segundos en responder a su saludo.

—Bu…buenos días —respondo colocándome de pie del taburete — ¿Qué quiere desayunar? —cuestiono.

Niega con la cabeza, encaminándose al refrigerador.

—Solo necesito un poco de agua.

Esta vestido con unos jeans, un sweater gris con sus mangas subidas hasta los codos y unos tenis negros, como es común en ellos lleva un reloj en su muñeca izquierda y su cabello va muy bien peinado.




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