Este capítulo va dedicado especialmente a:
Jhetzaida Cabaniel
La emoción que estoy sintiendo al escuchar las palabras de Dylan es tan grande que siento que en algún momento mi corazón saldrá de mi pecho. Pero hay algo que hace que esa emoción desaparezca de golpe y ese “algo” son las mentiras, las asquerosas mentiras que solo te destruyen.
Dirijo toda mi atención a él.
— ¿Me estás mintiendo? —pregunto. La emoción que antes sentía solo se convierte en un fuerte dolor en mi pecho.
Lame sus labios, pero no aparta sus ojos de la carretera.
— ¿Crees que te estoy mintiendo?
Veo como los músculos lo de su rostro se comienzan a tensar, estoy segura que está apretando sus dientes con fuerza.
La verdad es que siento que si me está mintiendo, no entiendo porque siento esto pero solo pienso que quiere jugar conmigo.
—Si —respondo sin titubear.
Él aprieta el agarre que tiene en el volante.
— ¿Por qué crees que te estoy mintiendo? —cuestiona, su voz es ronca. No voltea a verme en ningún momento.
Aclaro mi garganta, moviéndome incómoda en el asiento.
—No...no lo sé —respondo, está vez mi voz no suena tan segura.
Sigue conduciendo pero en ese momento se desvía de la carretera y detiene el auto. Sus ojos está vez se clavan con rabia en los míos.
—Quiero que respondas a mi pregunta —exige sus voz es completamente firme.
Mantengo nuestro contacto visual aunque me siento demasiado intimidada por la forma en la que me mira.
—Porque desde que te conozco solo me has metido —le reprocho —, solo me has mentido —repito en voz baja y dejo de mirarlo.
Con el rabillo del ojo observado cómo me mira.
— Quiero que mirándome a los ojos me digas que no me crees —ordena.
Levanto mi mirada de golpe y solo lo observo por unos segundos.
—Tienes novia, Dylan —suelto sin darme cuenta que esas palabras han hecho que mi voz se escuche escalofriante. —No puedo creer que solo te hayas dado cuenta que te hago bien.
Sus ojos siguen completamente clavados en los míos.
—Ella no es mi novia...
— ¿Por qué no dijiste eso cuando ella fue a visitarte? —lo interrumpo. Se queda en silencio —. Está bien que sea tu novia —forzó una sonrisa. Su silencio ha sido suficiente para entender que él siente algo por esta chica.
Niega con su cabeza.
—No es mi novia... Ella era mi novia, pero no funciono.
Me rio sonoramente con dolor.
—Ella está enamorada de ti.
—Pero yo no lo estoy de ella —responde.
Aprieto mis labios, deslizando mi mirada a la ventana.
—No puedo creerte —replicó, en un murmullo.
Hay un breve silencio.
—Está bien —vuelve a encender el motor del auto —. No te obligaré a creerme —sentencia, poniendo el auto en marcha.
Todo el camino permanecemos en completo silencio aunque mi cerebro de deja de escuchar las palabras que han salido de los gruesos labios de Dylan.
Quizás, lo juzgue mal o fui muy dura con él. Mi corazón comienza a hacer de las suyas, me siento mal por las palabras que le dije.
Lentamente voy rodando mis ojos, hasta que finalmente se detienen en su rostro.
—Oye... —muerdo mi labio inferior —yo...de verdad...
—Fui un imbécil —me interrumpe, sonriendo cerradamente —. Yo no debí haberte dicho nada —mueve su cabeza.
Me quedo muda y vuelvo a mirar a la ventana, deseando llegar cuanto antes.
Cuando por fin aparca su auto no lo pienso dos veces en zafarme del cinturón para salir del auto, pero una de sus manos atrapa mi antebrazo antes de que pueda abrir la puerta para salir.
Giro mi cabeza para mirar sus ojos negros.
—Dame tu teléfono —ordena sin soltar mi antebrazo.
Frunzo mi cejo — ¿Para qué? —inquiero.
Él pone cara de fastidio, llevando su mano libre hasta el bolsillo de mis jeans donde tengo mi teléfono. Comienza a teclear en él, parece que se le hace complicado entender mi pequeño teléfono, supongo que es porque todos sus teléfonos han sido el último grito de la moda y bueno, mi teléfono es bastante antiguo.
Cuando parce que ha terminado con lo que quería lograr posa sus ojos en mí.
—He guardado mi número en tus contactos —me explica —, me llamas cuando hayas terminado de hablar con esta mujer para venir por ti. Este sitio no es el más seguro —se queda en silencio como si no pudiese creer lo que está diciendo.
Le arrebato mi teléfono —yo sé cuidarme sola —aseguro, bajándome del auto a toda prisa. Mi corazón late desenfrenadamente y mis piernas tiemblan como gelatina.
Hoy ha sido un día en el que he vivido diferente tipos de emociones.
Trato de caminar con pasos firmes para que Dylan no note lo que provoca en mí, cuando veo que su auto sale a toda velocidad detengo mis pasos y un largo suspiro escapa de mí, miro nuevamente la carpeta color marrón que tengo entre mis manos.