Mi Dolor De Cabeza [dolor #1]

Capítulo XXV

Este capítulo va dedicado especialmente a:

Maria Soledad Pereyra

 

Me quedo perpleja por lo que me ha dicho Diego.

¿Hacerlo sufrir? ¿Pero por qué?

— ¿Por qué quieres que tu hermano sufra? —cuestiono un poco aturdida.

Diego se queda un momento en silencio solo mirando la carretera.

—Merece sufrir —responde sin ningún tipo de sentimiento en su voz.

—Nadie merece sufrir —digo, a la defensiva.

No estoy dispuesta a hacer sufrir a nadie, es algo que no va conmigo y no pienso hacerlo por nada del mundo.

Suelta un largo suspiro —créeme que Dylan si lo merece. Si no lo haces sufrir tú a él, él te hará sufrir a ti —asegura sin aparta su vista de la carretera.

No entiendo porque pero siento un profundo vacío en mi estómago.

— ¿Cómo me hará sufrir? —pregunto. Al analizar esta pregunta me parece tan mediocre que me arrepiento de haberla hecho.

—Te hará sufrir como más te duela —dictamina. —Dylan es un mentiroso que siempre obtiene lo que quiere al igual que Damián, ellos solo están acostumbrados a dañar a otros —es como si tuviera una gran piedra trabada en su garganta que solo hace que su voz suena más ronca.

Muevo mi cabeza —no me importa, pero no estoy dispuesta a hacer sufrir a nadie.

—Entonces debes prepararte para sufrir —contesta en un tono repentinamente calmado. La velocidad de su camioneta se acelera con fuerza, tanto que me aferro al asiento con mis dos manos. Maneja tan rápido que mi cuerpo se llena de miedo.

—Por favor baja la velocidad —pido con un hilo de voz.

Se ríe sonoramente y comienza a soltar el acelerador de su camioneta, disminuyendo la velocidad.

—Así te sentirás —murmura sin dejar de sonreír. Su sonrisa de verdad es espectacular.

Mi corazón esta aceleradísimo y mi respiración es un desastre, siento que mi pecho va a estallar por la presión.

—Ma…manejas como loco —titubeo, lamiendo mis labios que ahora están resecos, trato de controlar mi respiración pero no funciona.

Soy un manojo de nervios andante.

—Esto no es nada. He tenido que pagar muchas multas, por exceso de velocidad y gracias al dinero no he tenido que ir a prisión —me explica.

Paso una mano por mi cabello, mi mano tiembla como gelatina.

—Deberías ir a prisión —bromeo.

Ambos nos reímos y eso me sorprende.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —inquiere cuando termina de reír.

Frunzo mi ceño, haciendo que mis cejas bajen. La que suele hacer las preguntas siempre soy yo, así que me extraña que alguien quiera hacerme una pregunta y más si se trata de uno de estos hermanos.

—Sí, claro ¿Dime?

Puedo notar como le cuesta preguntar lo que está pasando por su cabeza.

Traga saliva —la chica…la chica que estaba el otro día en la mansión de mis abuelos —se queda en silencio y parpadea un par de veces — ¿Quién es ella?

Entiendo que eso es lo que de verdad él quiero saber y eso que tanto le ha costado preguntar «Quién es ella»

Por un momento me quedo pensando, pero rápidamente caigo en la conclusión que esta preguntando por Stefany. Ella es la única chica que ha visitado la mansión durante el tiempo en el que Diego ha estado en la casa.

— ¿Stefany? —ese nombre sale de mi boca como una pregunta. No estoy muy convencida de que Diego quiera saber de ella, ella es una chica hermosa, pero no creo que sea el tipo de chicas que le gusten a él.

Se queda en completo silencio, al cabo de un momento sacude su cabeza —olvida lo que he dicho.

Vuelve a acelerar la camioneta de golpe y yo vuelvo a aferrarme al asiento. Cuando pasamos a través del enorme portón de la mansión siento un gran alivio porque por fin llegaremos y esta tortura acabara.

Aparca su camioneta frete a la mansión, cuando el motor se apaga, suelto todo el aire que tengo acumulado en mis pulmones y en mi mente agradezco a Dios por estar viva.

—Stefany es la hija de Carmen, la señora que le cocina a tu hermano, tiene diecisiete años y es una hermosa persona —comento, antes de abrir la puerta de la camioneta para salir de ella. Todo mi cuerpo tiembla, pero busco controlarme.

Sus ojos negros se van posando van posando en mí con lentitud hasta que finalmente se clavan contra los míos.

— ¿Crees que ella este bien?

Mi mano se congela en la palanca de la puerta del asiento del copiloto de su camioneta al escuchar esa pregunta.

¿Le pasa algo a Stefany? ¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué sabe él de Stefany? Mi cabeza se comienza hacerse distintas preguntas.

— ¿Por qué me preguntas eso? —cuestiono con un hilo de voz. Él aclara su garganta y sin responder a mi pregunta se baja de la camioneta, lanza la puerta de un portazo. Yo también me bajo a toda velocidad, tomando la carpeta que he dejado a un lado y rodeo la camioneta para enfrentarlo. —Responde a mi pregunta —exijo.




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