Mi dulce de melocotón

Capítulo piloto

Libro 1

Saga: frutas indecorosas.

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

Poder soportar tanto dolor era algo poco posible para mí, nadie comprende mis moretones y porque estos nunca parecían curarse. Es difícil comprenderme, todos los demuestran mientras se burlan de mí, algunos me empujan mientras camino por los pasillos de la escuela, todos disfrutan de un almuerzo, yo solo debo de evitarlo mientras otros conviven, yo para ellos no tengo permitido hacerlo.

Soy considerada una inútil, para todos mi especie es débil y poco efectiva.

Mantengo mi cabeza hacia abajo sin mirar mucho a otros. Escucho como siguen esparciendo rumores sobre cosas que no he hecho, eso me inquieta. Siempre escucho las mentiras que dicen de mí y son tantas que me he cansado de negarlas, entro a la dirección en donde había sido llamada.

Con poco entusiasmo entro observando a mi maestra tutora y otra alumna, estoy segura de que de nuevo se me acusara de algo y como siempre la directora me mirara con lástima. Estoy sola. No me puedo defender por mi cuenta y es por eso que siente lástima de mí, no tengo familia alguna que me ayude con lo que ocupo en mi vida.

Me siento donde siempre, mientras escucho como la chica comienza a decir que la intimido y no quiere que siga en la institución, parece que han puesto más detalle en abusos que yo misma sufro mientras todos observan.

Puedo decir que hasta ella que se hace pasar por un víctima ha visto lo que me hacen y no se mete, pero también me ha aventado cosas mientras todos lo hacen. Cuando sucede eso es de burla el lema de nuestra clase "la armonía nos define como salón", siendo que no la hay.

— Algo que tengas que decir al respecto —. Niego ante la mirada de la maestra.

— La única medida que puedo tomar es llamar a sus padres jovencita —habla la directora, pero no mirándome a mí—. Es malo mentir sobre un abuso. Quiere que sus padres se enteren de las palabras que a dicho, como castigo limpiara la institución —.

— ¿Cómo? No escucho lo que ella me hizo, ¡a caso quiere que termine con mi vida por el abuso que he sufrido! —.

Aprieto mis manos guardando silencio, es tan simple decirlo, pero cuando no tienes complicaciones tan grandes como las que crees logras arrepentirte en ese momento, mientras vez como todos siguen su vida con normalidad mientras tú te quedas ahí estancado.

— ¡Suficiente! No te da vergüenza hablar de eso al lado de la persona que en verdad sufre —. Dijo la maestra.

Baje mi mirada, eso me rompía por dentro.

— Puedes retirarte Giovanna, le mandé a hablar al hijo del Alpha —.

— ¿Qué dijo? —. Pregunto la chica alarmada por lo que escucho.

— ¿No sabías?, él responde siempre que a ella se le acusa de estas cosas. No debe de tardar en llegar, pobre, siempre le complican las cosas cuando se prepara en asumir sus deberes como heredero —.

La chica que me acuso palideció cambiando su semblante, la puerta se abrió casi al instante por Abdel, alguien que siempre me cuida, uno que no parece contento. Aunque no quería molestarlo, porque se encontraba ocupado con cosas de la escuela y de su familia. No todo sale como siempre yo quiero.

— Siéntate afuera —. Comento sin sonar enojado mirandome con suplica.

— ¿Qué? No. Giovanna, amiga mía, dile que fue un malentendido —. Rogó.

— ¿Me llevarás a casa después de esto? —. La ignoré y solo miré a Abdel asentir.

Salí de la dirección y me senté en el piso del pasillo, tape mis oídos mientras contaba conejitos en mi cabeza, solo quería ir a mi casa y hacer postres, era lo que más amaba en la vida. Eso me hacía sentir libre mientras con fuerza moldeaba la masa de algunos postres, mis postres son ricos y son los que me quitan el estrés, el miedo y el temor.

— Oh, huelen, eso es una coneja. La coneja amiga del Alpha —me encojo en mi sitio—. Aún no te han reclamado, ¿ni tu amiguito el Alpha? —niego conteniendo mis lágrimas—. Pero por supuesto, hasta él sabe que nadie quisiera reclamar a una coneja, una herbívora, que no come carne... —. Me toma de mi camisa apretando con mucha fuerza esta, casi asfixiándome.

Cierro mis ojos algo cansada, escucho como la puerta de la dirección se abre, escucho con mis oídos el leve gruñido que Abdel suelta por lo que abro mis ojos alarmada. Él no le gusta que me agarren o que alguien me esté queriendo intimidar por pensar ser inferior.

— D-déjame S-scott —. Tartamudeo sin mucha fuerza.

— Ay, dios mío. La escucharon... eres inútil Giovanna, ¿lo sabes? —cierro mis ojos nuevamente—. Nadie te protegerá, tu amigo heredero no está aquí para salvarte —.

Escucho los pasos pesados de Abdel mientras camina hacia mi dirección, la sorpresa en los jadeos de todos al notar que el heredero si está aquí es notable, respiro con fuerza cuando Abdel me quita la mano de Scott de encima escuchando como lo lanza por el pasillo, poniéndome a salvo.

—¿Estás sordo? ¿Acaso no escuchas bien? ¿Ocupas ayuda para escuchar? —Oh, no—. Creo has tenido suficiente diversión, es mi turno, adviértele a tu familia que no estarán bien económicamente por el momento —.




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