Mi dulce primavera.

Capitulo 1: Casualidad.

Cómo todos los Viernes a las 3:30, April se dirigía hacia su banca del parque. Estaba vacía como de costumbre.

Se acomodó sobre los barrotes de hierro color verde y sacó el libro de su bolso.

​​Estaba en los últimos capítulos, y aunque ya lo había leído anteriormente, siempre se conmovía con el final.

Le dió otro sorbo a su refresco antes de pasar la página. El encabezado anunció el agonizante dolor que se sufriría al terminar un libro.

"Final. Una ocasión especial".

A medida que sus ojos claros, tan claros como las hojas verdes esmeralda que se agitaban en las copas de los árboles sobre su cabeza, recorrían con hambre las palabras sobre la página. Su interior se encogía al estar en la piel de los protagonistas.

Un sollozo la hizo recordar que estaba en un lugar público, así que sin detenerse se limpió la nariz con una servilleta. Continuó con su lectura mientras las lágrimas le empañaron la visión. El dorso de su mano hizo la función de pañuelo.

Negaba con la cabeza suplicando que aquello no fuera así, que a pesar de la felicidad alcanzada entre los personajes, el dolor de la historia que venían arrastrando remitiera.

 

" Yo la atraje hacía mí.

—Mientras estés a mi lado puedo con cualquier cosa.
Ella envolvió mi cuello con sus brazos.

— Entonces, aquí estaré.

Eternamente— dije.

—Eternamente. — Y asintió ella.
Me agaché hasta que mis labios alcanzaron los suyos.

La eternidad iba a ser maravillosa.

Fin".

 

April seguía mirando la última palabra del texto. Llorando sin consuelo alguno mientras continuaba negando que eso fuera todo.

De pronto, alguien tocó su hombro suavemente. El contacto le hizo dar un respingo sobresaltada.

  —Lo siento. Lo siento. — Se disculpó el chico a su lado. Levantaba las palmas de las manos como si le hubieran ordenado tener las manos a la vista como decía la policía en las películas.

April cerró el libro y se quitó los cascos.

—Perdón — dijo ella aún sollozando —. No me di cuenta de que te habías sentado aquí. — Quitó su bolso y lo dejó sobre sus piernas para darle espacio suficiente al visitante.

—No. Discúlpame a mi. Es solo que... Bueno te he visto y pues... — No encontraba cómo explicar que tenía un rato observándola desde otro extremo del parque.

Haciendo uso de su cámara profesional, recorría con su lente a todos los visitantes del parque hasta dar con ella. Le había llamado la atención su belleza peculiar.

Peculiar por ser una chica pelirroja natural, con el tono de cabello más intenso que aún así de cerca esperaba descubrir si era teñido. Su tez blanca pero con un brillo especial, parecía de porcelana, como esas muñecas antiguas. Sus enormes cascos blancos, eran uno de los detalles que la hacían resaltar en medio del paisaje primaveral que la rodeaba.

Y como si eso no fuera suficiente, sus ropas transmitían aún más color y vida. Con su vestido amarillo con diseños sutiles en la tela y un abrigo ligero color verde musgo.

Harry pensó que su belleza sobrepasaba todo lo que él hubiera visto jamás.

Pero lo más desconcertante y sorprendente en partes iguales, era haberla visto llorar. 

Había permanecido perplejo viendo como sus mejias se inundaban de lágrimas mientras pasaba las páginas de aquel grueso libro. Fue tal su admiración que fue capaz de dar un par de disparos para capturar la escencia de aquel momento.

Algo que por supuesto había sido totalmente descortés y faltó de ética.

—¿Estás bien? — Logró preguntar después del balbuceo. Ella sonrió avergonzada.

El viento sopló y agitó sus mechones de fuego contra sus mejias.

—Si. Perdón si te asusté. — Se rió nerviosa —. Es solo que me he emocionado — explicó alzando el libro —. Ya lo he leído tres veces y siempre lloro al final. — Se rió de su propia cursilería — ¿Puedes creerlo? - Sonreía sin mirarlo.

—Bueno, si te hace sentir mejor. Yo siempre termino con un nudo en la garganta cuando veo Titanic.

Ella se rió de nuevo pero Harry percibió cierto alivio en el tono de esa dulce risa.

—Yo siempre concluyo que ambos pudieron salvarse. — Continuó él. Ella asintió con una sonrisa —. Y también he estado a punto de llorar cuando Bruce Willis derrama esa lágrima en Armagedón.

Ella río de nuevo mucho más tranquila. Buscaba algo en su bolso, pero Harry al suponer de qué se trataba su búsqueda, se apresuró a sacar un pañuelo del bolsillo.




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