Mi dulce primavera.

Capitulo 2: La cita.

Aún faltaban diez minutos para la hora acordada. De manera que April caminaba tranquilamente hacia el punto de encuentro. Al ir acercándose, notó una figura sentada en la banca.

Harry esperaba impaciente por su cita. Era un milagro que no hubiera surgido algo de última hora que le impidiera salir temprano de la oficina. Y eso le dió el tiempo justo para ducharse y ponerse presentable.

Una vez más cambió de mano el pequeño ramo de flores que le trajo a April. Temía que éste terminara estrangulado por la fuerza de su mano.

Sus piernas se movían insistentes golpeando el suelo con el talón de su zapato.

Harry no comprendía el porqué de su nerviosismo. No era la primera vez que tenía una cita. Aunque sí era la primera vez que su cita era en el Central Park.

De nuevo dió un último vistazo a su atuendo, asegurándose de no tener la camisa mal abotonada o las cintas de sus zapatos sueltas. Abrió el bolso y por enésima vez comprobó que todo lo necesario estaba ahí dentro.

—Buenas tardes caballero.— Saludó una mágica voz. Harry se sintió invadido por una calma sobrenatural. Respiró y se puso de pie para saludarla.

—Buenas tardes señorita. — Se inclinaron en una reverencia y sonrieron nerviosos —. Para tí — dijo entregando las flores. Harry se golpeó mentalmente por no haber comprado algo mejor. A las mujeres usualmente les gustaban los ramos grandes de rosas rojas.

—Son bellísimas Harry. Muchas gracias. — Le sonrió pegando el delicado manojo de margaritas blancas contra su pecho—. Gracias en serio. Odio las rosas. Estás son perfectas.

"¿Cómo una mujer odia las rosas?" Meditó Harry viéndola con aquella hermosa sonrisa. Su pecho se llenó de aire orgulloso de haber dado en el clavo.

Tardó un segundo más en hablar. La imagen que tenía ante sus ojos era necesario guardarla para la posteridad. Se le cruzó por la mente pedir su permiso para hacerle una fotografía. Pero, consideró que era demasiado para la primera cita. Seguro esa linda chica correría creyendo que él era un psicópata.

—¿Gustas sentarte?

—Por favor. — Sonrió de nuevo.

En estas circunstancias no eran necesarias las formalidades que se usaban por ejemplo en un restaurante, como el acercar la silla para ella. Sin embargo Harry hizo uso de toda su galantería y caballerosidad.

—Permíteme. — Le detuvo cortésmente con un gesto. Colocó sobre el asiento una manta limpia de cuadros rojo y negro. Con un nuevo ademán le indicó que podía sentarse.

April sonrió. Se sentó y le contempló con dulzura. Bajó la mirada al sentir su rostro calentarse suavemente.

—Harry. No me mal acostumbres a ésto. — Rió con cierto nerviosismo acariciando los pétalos de las flores en sus manos.

—Para mí no será ningún problema. Y bueno, una chica que lee tiene muy altas expectativas para una primera cita. O al menos, eso supongo. Además... — Le sonrió contagiado por la dulce expresión que ella le daba. Dejó de mirarla para concentrarse en el plan —. Imagino que no quieres estropear tu vestido blanco — añadió dando un rápida mirada hacia ella sin ser descortés —. Es mi primera cita aquí, de manera que vine preparado. — Sonrió orgulloso.

Con cuidado sacó de su bolso una especie de botella. April no se dió cuenta que se trataba más bien de un termo hasta que lo vió desprender dos tazas negras de la parte superior.

Le entregó una y le sirvió con mucho cuidado de no derramar el café.

April le sonreía mientras esperaba a que su taza estuviera llena. Pero Harry se sacudió mentalmente para concentrarse en su labor y no en su sonrisa. No quería arruinar el momento.

April fue conciente de ello así que dejó de mirarlo. Únicamente se dedicó a sostener la taza entre sus manos.

Pero incluso aquel cuadro era un detalle que Harry deseaba capturar con su cámara. Sus manos piel nieva rodeando la taza oscura. Eran delicadeza, belleza y vida.

—Gracias. — Interrumpió ella sus pensamientos.

April intentaba ocultar su admiración por todos aquellos detalles con los que Harry la había sorprendido. Decían más que todas las palabras que él mismo hubiera podido pronunciar sobre sí mismo. Caballerosidad, gentileza y dulzura. Sin dejar de ser un hombre seguro de si mismo. Todo a partes iguales.

Volvió a sonreír mientras acercaba la taza de humeante café a sus labios.

—Espero te guste. Lo he hecho yo mismo antes de venir — dijo antes de beber un sorbo.

Puso su atención en los graciosos gestos que ella hacía. Cerró los ojos y aspiró el aroma del café. Volvió a abrirlos y observó el líquido. Entonces sus labios rosas se acercaron al borde para beber lentamente.

Al terminar el sorbo, ella sonrió y asintió.

—Está excelente — dijo mirándole agradecida.

Harry creía que aquello no era algo impresionante. Solo era café. Sin embargo, se sorprendió a sí mismo con una satisfacción enorme al verla sonreír.




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