La semana fue eterna para April. Aquella dulce carta por parte de Harry causó un efecto profundo en ella. Más que conmover, cada palabra era como un pétalo de una margarita. Cómo cuando le preguntas ¿Me quiere? O ¿No me quiere? Pero en éste caso, todos los pétalos respondían afirmativamente.
Y para ayudar a mitigar la distancia, ya que ni siquiera habían intercambiado sus números, compraba temprano una copia del periódico en el que trabajaba Harry.
Y en realidad no leía todos los reportes, se detenía en cada fotografía para leer a un costado quién era el autor de capturar la noticia.
Rebuscaba desde la primera plana hasta la sección de los deportes.
Al encontrar una que hubiera sido tomada por Harry, leía el artículo y recortaba la foto.
Un hábito extraño en realidad el que había adquirido pero de cierta forma sentía que le ayudaba con la espera.
Al llegar el viernes. April se fué ansiosa al parque. Se puso un hermoso vestido color vino y ésta vez llevó los enormes cascos blancos.
Ni siquiera ponía mucha atención a la lectura pues estaba al pendiente de todos los que pasaran por el parque con la esperanza de verlo.
"Sé que hoy es viernes. Pero talvez se encuentre por aquí".
Al dar la seis decidió caminar. Dar una vuelta en ese enorme lugar.
Caminaba deteniéndose cada poco tiempo y observando con cuidado. Pero finalmente dejó de hacerlo pues no quería causar incomodidad en alguien por su atención.
Así que continuó con su recorrido.
Se detuvo en el puente Bow recordando aquella cita que había ocurrido hace unas semanas. Pero a ella le parecía que fue ayer.
Al estar cerca del anochecer, se dirigió a su casa. Solo faltaban unas horas para poder verle de nuevo.
Tenía tanto que decirle. Como el que le había gustado o mejor dicho encantado su carta. Y lo feliz que se sentía por que todo se resolviera.
Con esperanzas y sueños dulces se metió en la cama y durmió.
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Harry estaba teniendo una semana bastante ocupada. No precisamente saliendo a sacar fotografías, más bien en la oficina.
Se había acumulado trabajo en el área de edición gracias a la brillante idea de algunos compañeros reporteros, de querer abarcar más noticias con el fin de estar adelantados y tener datos frescos.
Así que con más periodistas en la calles y con la misma cantidad de fotógrafos, el trabajo se acumulaba.
Estaban en la etapa en que ahora ya no solo realizabas tu trabajo dentro del área correspondiente, si no que hacías más, lo necesario para que todos salieran a tiempo con el material listo para el día siguiente.
Lo único que le hacía ilusión para acabar la semana, era saber que vería a April el sábado.
Bueno, suponiendo que ella estuviera ahí.
Pero Harry quería pensar que si sería así. Que si le vería y que resolverían todo.
Aun no podía creer lo que había escrito para ella. Se sentía tan agradecido con a "Octubre y Noviembre" como les había apodado a James y Mary. De no ser por ellos, aún estaría frustrado buscando inútilmente las respuestas.
Con los deseos más grandes de verla durmió la noche del viernes.
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Era sábado. Y en ésta ocasión April tenía que cuidar a los tres chiquillos del 5k. Los del piso de arriba.
Los Smith se fueron temprano, al rededor de las seis de la mañana. Por lo que pidieron April que estuviera en casa desde las 5: 30.
Al menos las primeras dos horas del turno fueron tranquilas. Los chicos dormían.
Puso la televisión para intentar no quedarse dormida pero fue inútil. Despertó cuando Jake, la más pequeña, lanzó el control remoto contra la pared cuando no pudo cambiar de canal para ver sus dibujos animados.
Luego de la hora de almuerzo, mientras ellos dormían la siesta, April preparó unos bocadillos para la merienda.
La señora Smith dijo que volvería a las 3 pero al llegar la hora, ésta no apareció.
Pasaron las cuatro de la tarde y tampoco dió señales de vida.
April nunca había tenido que llamar y asegurarse de si ellos venían en camino. Tampoco preocuparse por terminar su trabajo un par de horas después. Sabía que el tráfico, el trabajo causaban esos retrasos.
Pero al ver las agujas del reloj avanzar hasta llegar a las cinco con cuarenta y cinco de la tarde, la ansiedad la atacó.
Estaban jugando con los Legos pero luego terminaron jugando a los tres mosqueteros y el dragón. Claro que siempre era ella el dragón.
Pero su impaciencia por irse le hacían desconcentrarse en su papel.
De pronto una llamada hizo sonar su móvil. Por un segundo creyó que podría ser Harry pero era imposible.
—Ángela ¿Qué tal?
—Hola April, lamento no haber llamado antes. Sé que es tarde.
—No te preocupes.
—Surgió algo de último momento y aún estoy aquí. Creo que llegaré a las nueve.