Luego de cerrar la exposición. Harry cargó sus fotografías en el auto que alquiló. Era una Pickup negra.
—No es la carroza de calabaza pero si gustas puedo llevarte — habló con una sonrisa.
—Gracias.
Eran casi las once de la noche y el cansancio se notaba en el rostro de Harry. Pero la felicidad por estar al lado April en aquella noche era todo lo que necesitaba.
De pronto April sugirió ir al apartamento de Harry. Esperaba no parecer desesperada con aquella sugerencia pero la verdad era que no quería separarse de él de nuevo. No después de todos esos días alejados uno del otro y más ahora que conocía sus sentimientos.
El apartamento de Harry era común y corriente con la excepción que la mayor parte de éste funcionaba como un estudio fotográfico.
Una televisión plasma en la pared y un gran sofá de cuero marrón. En la mesa de centro habían cámaras, papeles y rollos.
—Perdona el desorden. He estado muy atareado con la exposición — dijo cuando terminó de subir la fotografías.
—No te preocupes — respondió entretenida observando la peculiar galería expuesta que Harry tenía en la pared.
—Pues éste es — anunció con una sonrisa—. ¿Quieres algo de beber?
—La verdad tengo hambre Harry.— Sonrió apenada.
—Yo también. No he comido nada desde el medio día por los nervios de la exposición — hablaba recogiendo todo lo que estaba sobre la mesa y quitando más rollos del sillón—. Pediré unas pizzas.
—Bien — respondió entusiasmada—. Harry ¿Puedo usar... El?
—Sí. Sí. Está al fondo.
Pero April no necesitaba usar el baño. Solo quería sacarse los incómodos zapatos. Nunca los usaba, solo eran para ocasiones especiales pero después de 6 horas le estaban matando. Movió sus dedos y suspiró por el alivio de quitárselos un momento.
—Ya vendrán las pizzas. ¿Quieres uno mientras esperamos? — Le pasó un plato con un enorme emparedado de pollo y jamón.
—Muchas gracias — habló con la boca llena. Harry entonces notó que las cintas de sus zapatos que rodeaban sus finos tobillos estaban sueltas.
—Espera un segundo. —Volvió de su habitación con unas pantuflas y sin la corbata en su cuello—. Toma. Yo tampoco soportaba más esa corbata así que imagino que tampoco tú esos zapatos.
Ella se rió y agradeció. Se sacó los zapatos con timidez pues Harry observaba sus movimientos.
"Ésto definitivamente no tendría que pasar" pensó April. Pero ella era de las que preferían pasar un minuto de vergüenza que sufrir solo por querer verse bien. Y en estos momentos sus pies estaban sufriendo.
La forma en que Harry estaba al pendiente de ella la puso nerviosa. Sentía que en cualquier momento él se acercaría para sacarle los zapatos y ponerle él mismo las pantuflas.
—Harry — dijo captando su atención al decir su nombre por tercera vez.
—¿Eh? — alzó la vista de sus piernas.
—Tocan a la puerta.
—Ah sí. — Se levantó nervioso.
"Qué torpe. Qué idiota. No las veo en semanas y solo se me ocurre pasar como idiota viendo sus piernas mientras se saca los zapatos".
A pesar del pequeño episodio incómodo comieron agusto en el sofá.
Pizzas y sodas. Qué mejor manera de pasar la madrugada del sábado.
Charlaban tranquilamente en medio de la película, haciendo comentarios de los actores, la trama o sobre películas parecidas. Las bromas y las risas no les faltaron.
"¿Quien lo diría? Las cosas no eran así ¿Verdad? No declaras tus sentimientos a la chica que te gusta por medio de una carta que contiene un cuento super cursi, luego traerla a tu apartamento para ver películas y comer pizza. Y menos aún usando tu viejo pijama y tus pantuflas. Ésto no se supone que sea así ¿Cierto?". Meditaba Harry al verla en el otro extremo de su sillón.
"Qué más da. Las cosas con April son así. Naturales, sencillas y transparentes" y a Harry le gustaba eso. Así como le gustaba lo que sus ojos veían. April relajada con una de sus camisetas grises. Le quedaba enorme pero a él le parecía adorable. A pesar que el pantalón pijama le quedaba largo, no lo recogía así que no se le veían los pies.
Su cabello caía suelto a su alrededor con unas ondas medianas que le daban otra apariencia. Pero todo la hacía ver más hermosa a los ojos de Harry.
—¿Qué tal si cenamos en mi apartamento el otro sábado? — Propuso sacándolo de sus pensamientos.
—Excelente idea. — Sonrió entusiasmado.
—A la misma hora.
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Esa tarde los tres mosqueteros estaban en su apartamento. Acababan de llevarse a los Smith. Eran casi las seis y Harry estaba por llegar.