Mi dulce primavera.

Capítulo 10: ¿Comeremos perdices?

Seis meses después.

La lluvia caía sin cesar desde hace unas horas, pero ahora la tormenta era más fuerte.  La ventisca hacia a las copas de los árboles moverse y el frío aumentaba.

A pesar de ello, Central Park no perdía su belleza.  Todo lo contrario, tenía un aspecto más lúgubre con el cielo gris y las bancas mojadas.  Caminaban pocas personas en su interior con sus paraguas de colores oscuros.

Mientras tanto, April no había podido resistir el impulso de caminar bajo la lluvia.  Bajó del taxi para caminar las dos manzanas que aun faltaban para llegar al parque.  Sus botas altas de cuero negro le mantenían los pies secos.

Los autos seguían por las calles y la gente evitaba el contacto con el agua todo lo posible.  Pero April pasaba gustosa bajo las gotas frías para refrescar su rostro y humedecer su cabello.

Las cosas habían cambiado ligeramente éstos últimos meses.  Pero muchas otras no.

Por ejemplo, todos los viernes a las 3:30 de la tarde April seguía leyendo en el parque, Harry pasaba por ahí para saludarla si daba la oportunidad el trabajo.  Los sábados a las 6:00pm seguía siendo la hora acordada para verse.

Harry propuso hacer una lista de todos los lugares que deseaban visitar en Nueva York y que el otro no conociera.  Y aunque ya lo hubieran visitado antes se repetían.  Así que programaban esas salidas una vez al mes.

Pero en la mayoría de las veces, se reunían ahí a las 6:00 para caminar juntos a casa.  Ahora vivían en el apartamento de April en la Avenida Lexington. Pues ella seguía con su empleo de niñera a medio tiempo.

Gracias al reconocimiento de Harry y su trabajo, seguía recibiendo propuestas para trabajar en proyectos parecidos.  Dividía su agenda entre el empleo en el periódico y sus eventuales contratos.  Tratando de que no interrumpan sus labores con su empleo, que por cierto sus colegas apreciaron que se quedara y por ello recibió un considerable aumento de sueldo y un ascenso para supervisar el departamento de fotografía.

Harry iba retrasado a su cita.  La lluvia y el clásico embotellamiento hacia que el taxi no avanzara.  De modo que salió a la lluvia torrencial para resguardarse bajo su paraguas.  Faltaban al menos unas cinco calles así que caminó deteniéndose en una cafetería para llevar unos bocadillos dulces.

Los rascacielos y el aparente caos del tráfico seguían bañándose por la lluvia.  Sin poder resistir la belleza del momento Harry sacó su cámara con protector para la lluvia y dió unos disparos.

Para él y April, los días lluviosos en Nueva York eran otro cuadro perfecto de belleza.

Ansioso por mostrarle las fotos, siguió su camino.

Al llegar al parque, volvió a hacer un par de fotos más.  No podía resistir la extraña necesidad de capturar lo que veía.  Aunque aquellas fotos solo quedarán en los montones de álbumes que que tenían.  Sabía que llegaría el día en que verían la luz al mundo exterior.

Entonces le vió a lo lejos.  Estaba de pie junto a la banca de siempre con su enorme impermeable y sus botas altas.  La lluvia no la hacía vestirse con colores secos y oscuros.  Su sombrilla amarilla resaltaba en la atmósfera gris a su al rededor y la ligera niebla que comenzaba a formarse.

De nuevo volvió a capturar aquel escenario.  Con una sonrisa caminó hacia ella.

—Quiero café — dijo con una sonrisa cuando le tuvo cerca.  Harry sonrió y se inclinó a besarla pero se vió atrapado por las caricias de una de sus manos.  Tenía los dedos fríos y húmedos.

—Tienes las manos frías — señaló tomando la mano que estaba sobre su mejia.

—Un poco — dijo encogiéndose de hombros. Sabía que no le importaba estar mojada por la lluvia.

Harry le observó con detenimiento unos segundos.

—Estuviste caminado bajo la lluvia otra vez ¿Cierro? — señaló tocando su cabello mojado.  April sabía lo que diría a continuación pero antes de que eso ocurriera, cerró su paraguas para meterse bajo el refugio del que Harry tenía en una mano.  Le rodeó el cuello con los brazos y alcanzó sus labios para besarle de nuevo.

—Y tú sacando fotos de la tormenta — susurró antes de volver a un nuevo beso.  Ambos sonrieron al separarse.

—Perdón por tardar — se disculpó tomándola de la cintura para comenzar a caminar.

—Descuida, acabo de llegar.  Solo estaba pensando algo.

—Dime.

—Todo amor empieza con un sueño.  Y todos soñamos con el amor.  ¿No lo crees?

—Es posible.  Pero el amor es una ilusión estereotipada desde hace siglos — respondió sin dejar de caminar.

—En cierta medida sí.

—Y eso lo convierte en sueño, como tú dijiste.  Pero Shakespeare soñó demasiado diciendo que el amor debe ser dramático, pasional y extremista.  Matarte por un flechazo — negaba con la cabeza—.  Esa es una idea equivocada del amor.




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