Mi Epílogo de Montecristo

En el Foso de los Leones

Resolviendo enfrentar a Benedetto, Herminia se vistió como de costumbre, aunque con menos elegancia, con un velo negro cubriendo su cara y sobrero y haciendo el mismo trámite de las veces anteriores. Alquiló un cabriole y pidió ser llevada a la prisión donde se encontraba el hombre a la espera de su sentencia definitiva, recordemos que había pruebas de ser el asesino de Caderousse y eso no lo podía cambiar. Cómo buena dama de sociedad que sabe moverse en cualquier ámbito, pagó el estar a solas con el preso, el cual fue conducido hacia ella cuando le notificaron la visita femenina que le aguardaba. Benedetto se sorprendió y por un momento creyó que se trataba de Eugenia que venía con sus aires de nobleza a recriminarle lo sucedido en la fiesta y a cobrarse la humillación, gozándose de su desgracia con la que pagaría sus andanzas, pero al instante lo pensó mejor y se conformó creyendo el asunto una visita conyugal de alguna de las amigas con las que ya había intimado y eso lo consoló un poco. Mayúscula fue su sorpresa cuando al entrar en el cuarto reservado, reconoció a la mujer que le esperaba. Los dejaron solos y él se extrañó aún más. ¿Qué diantres quería la que hubiese sido su suegra con él?



#11093 en Otros
#921 en Novela histórica

En el texto hay: romance, relatocorto, narrativa

Editado: 26.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.