Mi Epílogo de Montecristo

El que la hace, la paga

La noticia del ahorcado habría pasado desapercibida si se hubiese tratado de un indigente cualquiera, no obstante, el cadáver se logró identificar como el reconocido banquero francés, cuerpo que, como nadie se molestó en reclamar y que, como se conocía en vida su actuar sinvergüenza, el desdichado, por orden forense, púsose junto con otros cuerpos que, antes de descomponerse aún más, sería  inhumado en una fosa común, puesto que sin reclamo tampoco sería repatriado para evitarle gastos innecesarios al Estado italiano. Danglars, luego de su experiencia con Dantés y con el dinero que como limosna le permitió el conde conservar, aún permanecía en el norte de Italia sin lograr huir a Suiza, fue ahí donde se enteró de la nueva vida de su hija y lo que lo llevó a adelantar su cita con la Parca. Su nombre y noticia, apenas y fue nombrado en la sección de sucesos en el diario local. Cuando Eugenia se enteró, el asunto le pasó sin pena ni gloria, comparándolo más bien, con el cobarde de Morcef, el que hubiese sido, para su desdicha, su suegro. Recordar eso le provocaba náuseas, toda su vida "familiar" se había reducido a "intereses" y a los números "planeados" que pudiese aumentar para gozo de su progenitor y bienestar de su supuesto patrimonio. Ella jamás perdonaría ni olvidaría el negocio que representó para Danglars, atándola a un hombre que ni ella amaba ni él tampoco. Alberto no estaba tan mal, pero no para ella y estaba segura, que así como lo sucedido al banquero no la perturbó a ella, menos lo haría a su madre. La conocía tan bien que la frívola Herminia resentiría más la muerte de Debray que la del que fue su marido por apariencia. Lo cierto era que la muerte de Danglars no le afectó a nadie, salvo (y posiblemente) a su tan mentado ferrocarril y a los que tenían inversión bancaria con él y ahora, habían perdido todo. Ese había sido el final para alguien que, movido por envidia y ambición, actuó con maldad premeditada, contribuyendo a destruir la vida entera no sólo de uno sino de dos inocentes; la de Dantés hijo y la de Dantés padre y así como este segundo no tenía tumba, él tampoco la tendría. Así se cumple que el que la hace, la paga.

 



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En el texto hay: romance, relatocorto, narrativa

Editado: 26.10.2021

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