Mi Esperado Amor de Campeonato

Capítulo 4

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Durante la velada, Iván jamás se separó de ella, llevándola siempre de la mano o tomándola del brazo. Cuando sus amigos la reconocieron, sonrieron ampliamente y los felicitaron. La esposa de uno de los futbolistas, le dijo a Iván que le alegraba muchísimo que por fin se hubiera dado cuenta de la clase de joya que tenía junto a él, que mejor pareja no iba a encontrar en la vida y que sería un estúpido si la dejara ir, cambiándola por alguna modelo o actriz de esas que sólo lo buscaban por su fama y fortuna a lo que el resto del grupo con el que conversaban se mostró de acuerdo. Vicky se sonrojó profusamente mientras Iván sólo asintió en silencio, con una sonrisa complacida, pero ninguno de los dos aclaró la situación. 

En cuanto la música sonó, Iván la llevó directo a la pista y la tomó en brazos para bailar. 

— Me tienes embelesado, Vicky. — Musitó a su oído. — ¿Por qué nunca me había dado cuenta lo hermosa que eres? 

— Porque no soy hermosa. — Respondió ella con seriedad. — Esto es solo unos cuatro kilos de maquillaje y un vestido bonito. 

— Te equivocas cielo. — Dijo él mirándola con intensidad. — Tu hermosura va mucho más allá del maquillaje, del vestido o de lo físico. Tienes una clase de belleza interior que difícilmente se encuentra en alguien más. ¿Sabes? Eres inteligente, leal, sabia, discreta, solidaria... Siempre estás pendiente de los demás, nunca pides nada, nunca exiges, sólo das a manos llenas. 

— Me pagas por ser así. — Dijo ella con una sonrisa divertida. 

— Le puedo pagar a muchas personas para que me atiendan, y ninguno será como tú. — Dijo él acercándola más. — Eres especial, Vicky, muy especial. Y he sido un ciego toda mi vida por no haberme dado cuenta antes. 

Ella no respondió nada, apoyó su mejilla en el pecho de él, cerró los ojos y simplemente se dedicó a disfrutar el momento. 

Cuando, más tarde, por fin pudieron despedirse y salir de la fiesta, hicieron el viaje a casa en silencio, ambos sumidos en sus pensamientos, una vez que llegaron, él se acercó a abrirle la puerta y la tomó de la mano para llevarla al interior de la casa. 

— Gracias por aceptar ser mi acompañante esa noche. — Le dijo cuando llegaron a la sala, sin soltarle aún la mano. — Nunca había disfrutado una fiesta de esas, como hoy. 

Vicky sonrió discretamente. 

— Me pasó exactamente igual. — Dijo con una sonrisa divertida. — Jamás las disfruto. 

Iván frunció el ceño al darse cuenta de lo que ella estaba diciendo. Era verdad, ella sólo iba como su asistente, a la sombra, siempre pendiente de todo, cuidando que nadie lo molestara y teniendo siempre una bebida o un plato de comida para él y alejando discretamente a los inoportunos que lo molestaban y no pudo evitar sentirse apenado. ¡Qué infantil e inmaduro había sido! ¡Qué injusto se había portado con ella! Si bien, era su empleada y le pagaba para ello, jamás había tenido una atención o le había mostrado su agradecimiento. 

— Lo siento cielo. — Dijo acercándose a ella y acariciando su rostro. — Te prometo que eso va a cambiar. 

Vicky frunció el ceño. 

— ¿A qué te refieres? — Preguntó dudosa. 

— Trabajas demasiado. — Dijo él sin dejar de acariciarla. — Haces todo tú sola, necesitas ayuda. Vamos a contratar más gente para que delegues funciones. 

— No necesito ayuda. — Musitó ella. 

— Lo sé, pero quiero dártela. — Susurró él cada vez más cerca de su rostro. 

Intempestivamente, la besó. 

 

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Iván despertó y una sonrisa iluminó su rostro. La noche había sido increíble con Vicky a su lado. Ese primer beso se había convertido en muchos más y, casi sin darse cuenta, habían acabado en la cama de él haciendo el amor. Él se había sorprendido tremendamente al darse cuenta que la joven era virgen y luego de eso, había sido mucho más cuidadoso y delicado, procurando que ella se recuperara del dolor y obtuviera todo el placer posible. Vicky había sido dulce y tierna, pero también fogosa y apasionada. Si bien no había dicho una sola palabra, su entrega había sido total y lo había hecho disfrutar como nunca jamás lo había hecho con alguien más. Se giró hacia su lado de la cama para abrazarla y con decepción, encontró la almohada vacía, y fría. Frunciendo el ceño, se levantó para buscarla. ¿Se había arrepentido? Era lo más probable. Quizá se sintiera insegura sobre lo que estaba pasando entre ellos, así que debía tranquilizarla, y decirle que iba en serio, que no quería separarse de su lado. Entró a la cocina y estaba vacía, pero la puerta del cuarto de ella estaba abierta así que, con decisión entró a la habitación y, horrorizado, descubrió que la joven no estaba. Un vistazo rápido le mostró que su armario estaba vacío, que había empacado todas sus cosas y se había ido. Mierda... ¿A dónde o con quién? ¿Y por qué luego de lo que habían pasado? Tomó su celular y le llamó, el timbre del teléfono de ella sonó... En la almohada de su cama. Iván dejó caer la cabeza absolutamente derrotado. Ese era su teléfono del trabajo, él se lo había dado. Y no tenía ningún otro número dónde localizarla ni a quién preguntar por ella. ¿Cómo mierda iba a encontrarla? ¿Cómo carajos iba a poder vivir sin ella?  




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