¡mi Esposa Es Un Ángel!

CUARENTA HOJAS DE MI VIDA

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A través de un personal de sanidad, Steven recibe un cuaderno y un lápiz, para pasar los días que le quedan escribiendo en ese lugar.

En ese momento, Steven le da las gracias al personal de sanidad, y luego de cerrar la puerta, se sienta en la cama. Y comienza a escribir su historia.

Minutos después, Steven plasma en ocho hojas del cuaderno, la cuarta parte de todo lo que vivió junto a su esposa en el Crucero. Cuando toma un descanso y se levanta de la cama.

En ese instante, Steven abre la nevera y coge un yogurt de melocotón, y se lo toma mientras va hacia la ventana del edificio.

Viendo el exterior, Steven termina de tomarse el yogurt, y piensa:

— ¿Como le estará yendo a las cinco personas que están en las otras habitaciones... ah, realmente esto se ve muy feo, ¿por qué está pasando todo esto?, ¿por qué soltaron ese virus que nos tiene a todos encerrados?... ah, por culpa de ese bicho endemoniado he perdido a mi esposa, no sé cuándo y a qué hora voy a calmar mi dolor... tengo que tratar de superar esta gran tristeza que siento, creo que mañana iré hacer ejercicio en esa cancha, sí, eso haré.

En ese instante, Steven daña el vaso del yogurt y lo tira al tarro de la basura, y se pone nuevamente a escribir.

7:00 am, Steven se despierta y de inmediato revisa su cuaderno, el cual lleva veinticuatro hojas. Llegando a escribir cuando cuidaba a Elena en el momento en que estaba más delicada de salud.

En ese momento, Steven utiliza el baño de esa habitación. Y luego de varios minutos, sale de este, y dice:

— Necesito ropa.

Steven coge el teléfono fijo y vuelve a llamar a casa de sus padres

Steven coge el teléfono fijo y vuelve a llamar a casa de sus padres.

En seguida, Clemencia contesta el teléfono y al escuchar nuevamente la voz de su hijo, le dice:

— Steven, ¿estás bien?

— Sí, ¿y ustedes a ya?

— Que puedo decirte... creo que bien, pero si te soy sincera contigo, se nos acaba de terminar la remesa y estamos pensando que hacer de ahora en adelante con esta cuarentena.

Preocupado al escuchar eso, Steven le dice a su mamá:

— ¿Qué sucede con el resto de la familia?, ¿acaso no les están ayudando?

— Mis hermanas nos han ayudado y nos van a seguir ayudando, pero ya me da pena con ellos.

— ¿Pena?... mamá, esto no es momento de eso, estamos prácticamente como en una guerra donde hay que sobrevivir como sea, de mi parte. Estoy luchando conmigo mismo para ir sanando la perdida de mi esposa.

En ese instante, Clemencia se acuerda de la llamada de los padres de Elena, y le dice a su hijo:

— Ahora que hablas de Elena, ayer llamaron los padres de ella, y me dijeron que donde tenían que reclamar el cuerpo de ella.

— Mamá, llámalos ahora y diles que hay que repatriarla de Trinidad y Tobago.

— Bueno, ahora me comunico con ellos, pero como está la situación, no creo que tengan dinero para repatriarla.

— Hay que pedir ayuda al gobierno.

— Sí, ¿y tú que haces para entretenerte en ese encierro?

— Estoy escribiendo, y en estos momentos voy a prepararme algo para desayunar y luego ir hacer un poco de ejercicio.

— Bueno hijo, te cuidas, voy a llamar a la familia de Elena.

— Espera, también llamaba porque necesito algo de ropa, será que alguien de la familia podría venir a dejármela.

— Claro que sí, le diré a tu prima Geraldine.

— Gracias mamá, saludas a papá de mi parte.

— Está bien.

En ese instante, Steven cuelga el teléfono y abre la nevera, diciendo:

— Quien abra llenado esto, aquí no hay panela y tan poco veo café, solo veo paquetes de chocolisto y panes en tajadas... bueno algo es algo.

Luego de varios minutos, Steven desayuna y sale de la habitación para hacer ejercicio en la cancha. Cuando es detenido en el pasillo por el personal de sanidad.

De inmediato, Steven le dice al funcionario:

— Voy hacer ejercicio en la cancha.

— No, no, no, no, entre a la habitación señor y termine de pasar los catorce días aislado.

— Yo creí que podía bajar hasta a ya.

— Creyó mal, esto no es un paseo, así que entre de nuevo.

Steven entra en la habitación y calma su enojo. Caminando de un lado para el otro, y luego de varios segundos, se pone a escribir nuevamente.

Tres horas más tarde, Steven termina de escribir todo lo que le ha pasado hasta el momento, y al contar cuarenta hojas, dice:

— Gran parte de mi vida se encuentra aquí, que distinto seria si estuvieras aquí conmigo Elena...

 




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