Confundido y muy enojado, Steven se rehúsa a la detención de la policía, y no se deja subir a la camioneta.
En ese instante, Steven les dice:
— Las cenizas eran de mi esposa Elena.
Los tres policías se miran, y uno de ellos le dice a Steven:
— ¿Es cierto eso?
— Si, esto es un malentendido, la señora que puso la demanda es mi suegra, si quieren confirmen esa información, y entren a mi casa.
En seguida, Steven hace entrar a los policías a la casa y coge un cuadro de la mesa de la sala, y le muestra las fotos de su esposa. Y luego desde su celular les muestra una foto junto con su suegra.
Los policías confirman la identidad de la demandante, y se disculpan los tres con Steven, y se van de la casa.
Indignado, Steven llama a Mirna, y le dice:
— Vea señora, no me joda la vida tachándome de ladrón ante la policía.
— Devuélveme mis cenizas Steven, ella es mi hija.
— Pues búscala en Santa marta.
— ¿Qué?, no habrás...
— Si, lo que piensas, yo arroje las cenizas de mi esposa al mar, y fin de la historia.
En ese instante, Steven cuelga el teléfono y lo pone en el comedor, mientras trata de pasar su enojo.
Mirna llama insistentemente al teléfono de Steven, pero este lo apaga y se va preparar algo para desayunar.
Luego de cansarse de llamar y llamar a Steven, Mirna comienza por fin aceptar, la pérdida de su hija.
Steven pasa su enojo para con su suegra y se prepara un sándwich y un jugo de naranja, y enciende su portátil, para trabajar.
En ese instante, Steven comienza a revisar su correo antes de entrar a la página de periódico el Milenio. Cuando Timy se le monta en sus piernas y le arrebata el sándwich que tiene en la mano derecha.
Steven se sonríe y acaricia a su perro, diciéndole:
— ¿Por qué te portas tan mal Timy?, tú tienes tu propia comida.
En ese momento, Steven va a la cocina y coge la bolsa de comida para perros y se da de cuenta que no hay nada, y dice:
— Bueno, tendré que ir a la tienda por esto, no te preocupes Timy, ya vuelvo.
Steven enciende su teléfono y se arregla su tapabocas. Cuando ve un sin número de llamadas de Mirna y entre ellas, ve el número de su madre.
En seguida, Steven llama a Clemencia, y le dice:
— Hola mamá, ¿paso algo?
— No, solo te llamaba para saber algo.
— Dime.
— ¿Qué paso con las cenizas de Elena, ¿al fin hiciste lo que dijo tu padre?
— Yo viaje a Santa marta y arroje las cenizas al mar.
— Ah, ya veo, ¿y cómo te sientes hijo?
— Trato de no pensar, ahora mismo voy a la tienda a comprarle comida a Timy, y luego trabajare desde casa.
— Ten mucho cuidado hijo, cada vez hay más infectados en la capital.
— Si mamá, yo me estoy cuidando... bueno te dejo.
— Te cuidas.
En ese momento, Steven sale de la casa y mirando hacia todas partes, va a la tienda de la esquina, y le dice al dueño:
— Buenas don Carlos, ¿tiene comida para perro?
— No, se acabó.
De inmediato, Steven se va a una tienda más lejana, y observa durante el camino, la soledad que ha dejado el virus.
Steven llega a la otra tienda, y para colmo de males también se habían acabado la comida para perros.
Steven pierde un poco la paciencia, y dice:
— Ni hablar, tendré que ir al supermercado, no creo que se haya terminado esa comida en el centro...
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Editado: 10.04.2023