Meses después, el virus se propagó a niveles impensados. Empeorando la situación de todos los países.
Cientos de miles de personas se quedaron sin trabajo en un abrir y cerrar de ojo, y en Milenio no fue la excepción.
La muerte de su vecino Cosió a causa del virus, hizo que Steven y los demás del barrio, intensificaran los cuidados al salir de casa.
Los padres de Steven terminaron fuertemente infectados, pero se pudieron recuperar satisfactoriamente en veintitrés días. Y le ocultaron la verdad a su hijo, para no preocuparlo.
Geraldine también se enferma en repetidas ocasiones de forma leve, y después de estar más de tres veces con la enfermedad, se recupera satisfactoriamente.
Los múltiples sueños con su esposa y el vacío que dejo en la casa después de su muerte, ha hecho que Steven vuelva a recaer en la tristeza. Al punto de decir que nunca se volverá a enamorar.
La economía del país se reactivó y con ende, todos pudieron salir a trabajar en sus respectivos empleos.
En Milenio, Steven se quedó a cargo del periódico, mientras espera a Ernesto el cual se encuentra fuera del país.
En ese instante ante tanta demora y sin poderse comunicarse con su jefe, Steven se acerca al puesto de Yensy, y le dice:
— Hola, ¿sabes a que país se fue Ernesto?
— Hola Steven... no, realmente no sé, ¿yo pensé que tu como encargado del periódico sabias?
— Ernesto me mandó un mensaje por medio del celular. Diciéndome que me encargara de Milenio mientras él se iba fuera del país.
— Pues... me dejas muy pensativa Steven, en estos momentos no se puede viajar a otros países, aunque el gobierno haya abierto vuelos para Estados unidos, Brasil, México, Perú y otros países de este mismo continente, yo creo que debe de estar aquí mismo:
— Debe de ser, bueno... voy a trabajar.
— ¡Espera Steven!
— ¿Qué sucede Yensy?
— Te veo muy decaído, como triste, ¿te pasa algo?
Steven le miente a Yensy, y le dice:
— Estoy mejor que nunca, ahora sigamos trabajando, para cuando llegue Ernesto encuentre esto como lo dejo.
— Está bien.
Steven se sienta en su escritorio. Cuando Oscar con dos tazas de café en mano se acerca, y le dice:
— Esto cada vez está más vacío.
— Si, Ernesto despidió a todos los nuevos, tienes mucha suerte Oscar, yo creí que a ti también te habían despedido.
— Sí, pero tú también la tienes Steven.
— ¿Eso crees?
— Ernesto confió en ti, y no en Margaret o en Simón. Ellos son más veteranos en esta empresa.
Steven se sonríe a medias, y le dice a Oscar:
— Debe ser que le caigo muy bien.
— Eso creo.
De inmediato, Oscar le da una taza de café a Steven, y luego le expresa:
— Con esta pandemia hoy va hacer el día de las velitas más triste de todos los tiempos... ¿Steven qué vas hacer ahora después de trabajar?
— Pues... como siempre me iré a casa. Debes de cuidarte Oscar, esto va de mal en peor.
— Yo veo mucho alboroto por todos lados, pero en realidad nadie de mi familia se ha enfermado, ¿será verdad todo esto?
Steven se enoja por ese comentario de Oscar, y le expresa:
— ¿Te parece juego la muerte de mi esposa?
— No, no, no, no, lo siento.
— Por qué todavía no se haya enfermado un familiar tuyo no significa que no exista nada, ¿acaso estas esperando a que se mueran tus padres?
— Steven perdóname, tienes toda la razón.
En ese instante, Steven deja a media su trabajo en el computador, y se levanta de su escritorio.
Muy apenado con Steven, Oscar se ofrece en llevarlo hasta su casa, pero este no acepta y sale del edificio.
En ese momento, antes de irse a su casa, Steven se acomoda su tapabocas. Cuando un desconocido lo toma y lo tira al suelo. Evitando que en ese preciso instante le caiga un vidrio de grandes dimensiones...
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Editado: 10.04.2023