¡mi Esposa Es Un Ángel!

UN CAMBIO INESPERADO

Lía descubre su rostro y pone el periódico en el asiento. Y se pone de pie. Cuando Steven la reconoce y la abraza, diciéndole:

— ¡Lía!... cuanto tiempo sin verte, quería hablar contigo.

Lía se desaparta de Steven al sentir de nuevo algo extraño cuando está cerca de él, y le responde:

— Sigues sin tener fe y busca que alguien llene ese vacío que tienes por la perdida de Elena...

— Espera Lía, que yo recuerde, nunca te dije que mi esposa se llamaba Elena... ¿cómo lo sabes?

— Pronunciaste su nombre cuando te ibas a lanzar al vacía... ya hemos tenido una conversación parecida hace tiempo. Si quieres sobrevivir más tiempo y no morir en pecado, se aún más fuerte. Hay cosas malas asechándote todo el tiempo, esperando cada segundo, cada minuto y cada hora. Para atacarte y hacerte caer en pecado, la tristeza profunda y el desánimo, son cosas que te están atacando de nuevo en estos momentos. Los demonios utilizan diferentes métodos, para que los humanos se pierdan en muchas cosas que se ven inofensivas, no bajes la guardia porque estas en peligro. Tanto en el día como la noche.

En unos segundos, Steven recuerda todo los ataques y cosas extrañas que le han pasado, y le expresa a Lía:

— ¿Qué es lo que ven en mí?

— Un alma valiosa, la cual quieren a como dé lugar arrebatársela a Dios.

— Debo de confesarte, que tengo miedo y sé que tienes razón en lo que dices... hace meses murió un joven en un incendio que se produjo de la nada en una fábrica de sillas rimax, y la verdad que nunca había visto algo así... necesito tu ayuda.

— Yo te estoy ayudando.

Steven se quita el tapabocas, y le dice:

— No quiero que te vuelvas a desaparecer de mi vida... quiero seguirte viendo a menudo.

Steven coge las dos manos de Lía. Haciéndola sentir un poco incomoda, y le dice:

— Lía, prométeme esta vez, que no te vas a volver a desaparecer.

— No puedo...

— Prométemelo...

— No puedo prometerte eso Steven.

En ese instante, Steven sin saber que esta siendo atacado espiritualmente, mira fijamente a los ojos de Lía, y le expresa con gran ternura y delicadeza:

— Te pido esto, porque desde la primera vez que te vi, me enamoré de ti... eres la mujer más linda que yo he visto, quiero que seas mi esposa.

Lía no presta atención en lo que dice Steven, y golpea suavemente su frente con su mano derecha:

— Creo que ya es tarde y debes irte a tu casa.

— ¿Por qué me golpeaste la frente?

— Había algo ahí.

Steven se toca la frente, y luego le dice a Lía:

— ¿Te piensas quedar aquí sola?

— Si, solo es un instante hasta que pase mi transporte.

— No, de ninguna manera te voy a dejar sola.

— Yo voy a estar bien Steven, el que se tiene que ir eres tú, vives muy lejos.

— Buscando un empleo fue que pase por este lugar, pero ya busco un transporte y tú también te iras de aquí.

Estando normal, Steven le da un tapabocas a Lía. Y la hace subir a un Transmilenio, y estando adentro del vehículo, la hace sentar junto a un veterano, el cual iba dormido.

Lía mira a Steven, quien se queda parado en el bus, y se sonríe.

Luego de varios minutos, Lía hace parar el Transmilenio y se despide de Steven, diciéndole:

— No olvides lo que te dije.

— ¿Nos volveremos a ver?

— Ya veremos...

En ese instante, Lía se baja del transporte masivo, y se pierde entre la multitud de personas.

En la mañana siguiente, Timy comienza a ladrar por la venta y luego en la puerta. Haciendo que Steven se levante de la cama, y salga hacia la sala.

En ese instante, Steven carga el perro, el cual estaba mirando la puerta, y luego ve por la ventana a Ernesto parado al frente de su casa. Y queda estupefacto.

Steven suelta Timy, y luego abre la puerta. Cuando Ernesto le dice:

— Buenos días Steven.

— Buenas Ernesto.

Ernesto se sonríe y le dice a Steven:

— Con la cara que tienes, ¿te debes de estar preguntando qué hago aquí en tu casa?

Steven saluda a una vecina de al lado, y le dice a Ernesto:

— Perdóname, pero es extraño que vengas a mi casa sabiendo en qué términos quedamos la ultima vez, además, ¿quién te dijo adonde vivía?

— Margaret.

— Bueno, ya estas aquí... dime para que soy bueno.

— Vine a devolverte tu trabajo...

 




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