¡mi Esposa Es Un Ángel!

DE NUNCA ACABAR

Steven y Margaret también salen del edificio. Cuando el nuevo vigilante les dice:

— Perdonen que les diga esto, pero todos ustedes se demoraron en hacer una limpieza al edificio. Y por eso estamos como estamos.

Margaret se enoja con el vigilante, y le dice:

— ¡Francisco!... ¿acaso yo he mandado a la gente que se enfermare?

— No señora.

— Tú también, vete a la casa.

Francisco se asusta, y mira a Steven, y luego le dice a Margaret:

— ¿Estoy despedido?

— No, es hasta que pase esta cuarta ola del virus.

Las imágenes del beso a Lía se le vienen a la cabeza a Steven. Cuando Margaret le expresa:

— ¡Steven! ...¡ holaaa!, ¡estas ahí!

Steven reacciona, y le contesta a Margaret:

— Si, dime.

— No me has contado bien, como es que Ernesto te devolvió el puesto.

— Fue porque cayó en cuenta que había cometido un gran error conmigo, y me devolvió el trabajo, hasta tengo la posibilidad de sacar un auto en Automotores Europa.

— Genial Steven, yo no sé porque te has tardado en tener tu propio vehículo, con esto de la pandemia hay que andar más seguros... mejor ve al concesionario que yo espero al equipo de limpieza.

— ¿Sera?

— Steven ve, yo me ocupo de todo.

— Está bien, nos estamos comunicando.

— Bueno.

En ese instante, Steven se va para el concesionario. Cuando en segundos, llega en el vehículo Oscar con el personal de limpieza.

Minutos más tarde, Steven llega al concesionario y antes de entrar observa todo su alrededor, y cuando no ve nada inusual, entra.

Por recomendación de Ernesto, Steven es atendido como un príncipe por el dueño y el vendedor del lugar. Recomendándole un Renault de color negro.

Steven entra en el carro y vuelve a recordar a Lía, y dice en voz baja:

— ¿No entiendo porque no le pedí su número telefónico?

El vendedor le dice a Steven:

— ¿Se siente cómodo en el carro?

— Eh... si, si, este me gusta, me llevo este.

— Buena elección.

Steven acuerda las mensualidades con el vendedor, y se sonríe un poco al tocar su nuevo vehículo.

En ese momento, Margaret llama a Steven, y le dice:

— Hola, ya estamos fumigando el edificio, pero yo creo que es mejor volver a la virtualidad, ¿tú qué piensas?

— Estoy de acuerdo, así evitamos que más trabajadores se infecten.

— Bueno, entonces así quedamos.

— Bueno.

— ¡Espera Steven!

— Dime Margaret.

— ¿Como te fue en el concesionario?

— Bien, me estoy llevando un Renault de color negro.

— Que bien, espero que no te hayas olvidado de manejar.

— Como crees, eso nunca se olvida.

— Te dejo Steven, sigue en lo que estas.

— Hablamos.

Steven cuelga el teléfono y termina de hacer el papeleo del vehículo.

Media hora más tarde, Steven llega en su vehículo a su casa, y al bajarse del carro ve a más de veinte personas en la casa de Nelson, uno de los vecinos más veteranos del barrio. Y se acerca, y le dice a Noemy:

— Hola, ¿que está sucediendo?

— Es Nelson, acaba de sufrir un infarto y murió, algunos dicen que fue el virus.

Steven se acuerda de Elena y de inmediato se entristece, y sin decirle ni una palabra a Noemy, se va a su casa y se encierra.

El día siguiente, Steven se despierta y al levantarse siente que todo el mundo le da vueltas, y se asusta bastante.

Steven no puede hacer nada y decide quedarse quieto por un momento, pero dice:

— ¿Qué es esto?... yo no me puedo enfermar otra vez y en estos momentos que quiero encontrar a Lía.

Steven se levanta como puede. Y se prepara un jugo de limón, y se lo toma todo.

Con mucha fiebre y dolor de cabeza, Steven vuelve a perder la paciencia, y dice:

— Esto es de no acabar...

 




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