Durante las siguientes dos semanas, Valentina se echaba encima la culpa de la separación de sus padres, ella decía que había sido la que provocó a su madre por filmarla, enojándola y dejándolos a todos. Su padre todos los días trataba de convencerla de que no era la culpable, que su madre se había ido por culpa de él. Al final de las dos semanas, un funcionario de los tribunales le entregó una citación para su divorcio. Dolido y muy humillado buscó a un abogado para conocer la demanda de divorcio, y allí se llevó una sorpresa que no esperaba, o al menos pensó que no había escuchado de labios de su esposa.
—Señor Gómez, tal como le indica la citación, su esposa ha interpuesto una demanda de divorcio, ella renuncia a la custodia de la niña Valentina Gómez Ordóñez, y exige la custodia total de Leandro Gómez Ordóñez.
—Eso no es posible –dijo afligido–, ¿está repudiando a su propia hija?
—Así parece señor Gómez, ¿qué piensa hacer?
—Mi esposa tiene que estar confundida con la aparición de ese hombre, nadie en su sano juicio repudia a su hija por descubrir su infidelidad.
—Eso significa que no acepta las exigencias de su esposa.
—Por supuesto que no, yo no voy a separar a mis hijos por la confusión de mi esposa, no voy a echar por el caño 10 años que invertimos en formar esta familia.
—¿Cuáles serían sus exigencias?
—Primero que nada, un tratamiento psicológico para mi esposa, lo que pide no tiene lógica alguna, quiero la custodia de mis hijos hasta que ella entre en razón. No es posible que repudie a su hija de esa manera.
—¿Sabe por qué nada más quiere al niño?
—Ella le puso el nombre de ese hombre, él que ella creía muerto hace 12 años, así que ella piensa que el hijo es de ese hombre y no mío.
—Es mi deber aconsejarle que le haga un examen de ADN a sus hijos para demostrar su paternidad. Según usted cuenta, ella dice que acaba de encontrarlo, es imperativo que sepa si el niño es suyo o de él, o inclusive la niña.
—¿Piensa que ella me ha sido infiel todos estos años?
—Yo no dije eso, únicamente le aconsejé que le hiciera la prueba de ADN a sus hijos. Si usted no es el padre biológico de sus hijos, ella podrá quedarse con ellos si lo desea, y en vista a que sólo quiere al niño, la incertidumbre es lo único que queda.
—De todas formas, mis exigencias son las mismas, un tratamiento psicológico para ella y la custodia total de mis hijos.
—Para exigir la custodia total de sus hijos, usted debe comenzar a trabajar, la corte se lo exigirá para garantizar el bienestar de sus hijos.
—Entendí. Yo haré las pruebas de ADN, y usted haga lo que le indiqué.
Ahora se sentía más humillado que antes, tal sólo pensar que su hijo no fuera de él sino de ese hombre, no podía resistirlo. «Ella me lo dijo ese día, que era su hijo y no mío, entonces ¿para qué me mintió sobre desde cuando están juntos?» pensaba Adriano mientras caminaba a su auto con los ojos llenos de lágrimas e impotencia.
Buscó un laboratorio confiable para las pruebas de ADN, llevó a los niños prometiéndole a Valentina un helado, tomaron saliva de sus bocas. A los siete días llegó el sobre con los resultados del ADN, y ambos decían que Adriano era el padre de los niños en un 99,99%. El alma le regresó al cuerpo al saber que los niños eran suyos, y que ese hombre no tendría derechos sobre ninguno de sus hijos. El abogado de Adriano preparó sus exigencias y se las entregó a la corte. Esperó pacientemente el día de la citación, tratando de convencer a Valentina que no era culpable de la separación. El abogado le informó a Adriano que el Juez había pedido la presencia de Valentina para interrogarla, y que no se preocupara, era un proceso normal en los divorcios.
El día del juicio, el Juez inició la sesión y en su oficina entrevistó a Valentina.
—Hola Valentina, ¿quieres una chupeta?
—Sí, gracias.
—Aquí tienes, eres una niña muy educada, y dime, ¿quién te cuida en tu casa?
—Mi papá.
—¿Qué más hace tu papá?
—Él hace el desayuno, la comida, me lleva al colegio, y me ayuda con mis tareas. Ah, y le cambia los pañales a mi hermano y lo baña y lo duerme en la mecedora.
—¿Quién te baña a ti?
—Yo me baño yo sola, mi papá me ayuda a vestirme nada más.
—Padrísimo, ¿quién tiene limpia la casa?
—Mi papá.
—¿Quién lava la ropa?
—Mi papá, y a veces me deja ayudarlo, sobre todo a doblar la ropa de la secadora, bueno la ropa pequeña, la grande no puedo.
—¿Tu mamá ayuda a tu papá con la casa?
—No, ella siempre se va a trabajar y llega cansada y se acuesta a dormir. A veces cuida a mi hermanito. Yo siempre le digo que me lea un cuento, y me dice que está cansada, o que tiene que cuidar a mi hermanito.