Mi esposa y su príncipe azul

Me quedo con mi hijo

El juez le pidió a Ana María que expusiera su caso.

—Estoy aquí para pedir el divorcio de mi matrimonio con mi esposo Adriano, y que me otorguen la custodia de mi hijo Leandro.

—¿Cuántos años de casados tienen?

—10 años su señoría.

—¿Cuántos hijos tienen?

—Dos su señoría, una niña de 8 años y mi hijo Leandro de año y medio.

—¿Por qué se quiere divorciar?

—Porque mi verdadero amor regresó a mi vida, mi príncipe azul que creía muerto, y quiero hacer mi vida con él.

—¿Por qué no quiere la custodia compartida?

—Quiero a mi hijo Leandro para criarlo con mi príncipe azul, hasta tiene su mismo nombre, yo nunca pude olvidar a mi verdadero amor, Leandro José.

—¿Y la niña?

—No me interesa, ella es una mala hija, que se la quede Adriano.

—No digas eso, por favor. –interrumpió Adriano.

—¡Si lo digo! Ella no tenía que estar escuchando lo que yo hablaba por teléfono.

—O sea, que no debía descubrir que me eras infiel, ¿de eso también es culpable Valentina? ¿Acaso ella fue la que hizo burbujas en tu pecera cuando viste a ese hombre? –preguntó Adriano enojado.

El Juez llamó al orden en la sala. Ana María furiosa continuó explicando por qué Leandro José era el amor de su vida, la razón por la que no estuvieron juntos los últimos 12 años, y las circunstancias sobre su matrimonio con Adriano. El Juez la escuchó atentamente, sin hacer preguntas.

—¿Tiene algo más que decir señora Ordóñez?

—No su señoría nada más, sólo quiero que me divorcie de este hombre –dijo señalando a Adriano–, y me entregue a mi bebé para casarme con mi príncipe azul.

—Señor Gómez, exponga sus exigencias.

—Su señoría, yo no quiero divorciarme, pienso que mi esposa está confundida con el retorno de ese hombre, es imposible pensar que el hogar que hemos forjado estos 10 años se echen a la basura. Yo pido un tratamiento psicológico para mi esposa, no logro entender cómo puede repudiar a una niña que salió de sus entrañas…

—Ella no me interesa, yo quiero a mi hijo, puedes quedarte con Valentina. –interrumpió Ana María.

—Lo escuchó su señoría, ella necesita un tratamiento psicológico, una madre no puede despreciar a una hija de esa manera, mi niña no hizo nada malo.

—Sobre la custodia, ¿Qué exige?

—Me niego a que separen a mis hijos, son hermanos, tienen derecho a criarse juntos. Yo quiero la custodia total de mis hijos mientras ella se somete a un tratamiento psicológico.

—¿Con que los vas a mantener, si soy la única que lleva dinero a la casa? –dijo Ana María con soberbia.

—Soy Ingeniero, tú lo sabes, y me están esperando para comenzar a trabajar cuando yo quiera, no me va a gustar para nada pagarle a alguien para que cuide de mis hijos, pero si tengo que trabajar para darles de comer, lo haré.

—Lo que tú digas mantenido, además Leandro no es tu hijo, no tienes ningún derecho sobre él –dijo Ana María con Soberbia.

—Señor Juez, ¿puedo entregarle algo? –preguntó Adriano.

—Oficial, por favor tráigame esa carpeta que tiene el señor Gómez.

El Oficial de la corte buscó la carpeta y se la entregó al juez. Él la revisó detenidamente, miró a Ana María y le dijo:

—Su esposo me acaba de entregar las pruebas de ADN sobre la paternidad de sus hijos, y ambas dicen que él es el padre biológico. Le recuerdo señora Ordóñez que mentir en la corte es un delito, contrólese.

—Igual quiero al niño para criarlo con mi verdadero amor.

—¿Él vino?

—¿Mi príncipe Azul? Sí su señoría, allí está –dijo señalando a Leandro José.

—Acérquese al estrado, por favor.

Leandro José se paró de su silla y acompañó al Oficial de la corte hasta el estrado.

—¿Cuál es su nombre?

—Mi nombre es Leandro José Gutiérrez Pérez.

—¿Desde cuándo conoce usted a la demandante?

—Desde la Universidad, en los últimos años de mi carrera fuimos novios, nos prometimos, y luego ya ella le contó lo que pasó.

—¿Qué opinión tiene referente a las exigencias sobre la custodia de la demandante?

—Estoy de acuerdo con ella, lo mejor que le puede pasar a ese niño es alejarlo de ese hombre, es un pobre mantenido que no sabe cómo mantener a una familia. Yo sí le puedo dar un buen ejemplo de lo que es ser un hombre.

El Juez miró a Adriano y le preguntó:

—¿Por qué usted no trabaja?

—Mi esposa y yo trabajábamos, pero después de un tiempo de que nació la niña, ella comenzó a ascender rápidamente, lo hablamos y decidimos que yo me haría cargo de la casa y de los niños, si yo seguía trabajando, ella no podía ascender y hoy no tendríamos los ingresos que tenemos.



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En el texto hay: infidelidad, divorcio, hijos matrimonio

Editado: 23.03.2019

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