Dos semanas después, Ana María regresó de Colombia, quiso hablar con su esposo, y lo máximo que logró fue sacar a los niños a pasear. La niña estaba muy contenta de ver que su mamá era la misma de antes, y lamentaba que sus padres no estuvieran juntos. Unos días antes del juicio para la sentencia de divorcio, Ana María se realizó el examen psicológico que había pedido el juez, y esperó pacientemente el día de estar frente a él.
En el tribunal, Adriano seguía distante, no quería hablar con su esposa y ella lo resentía. En las bancas del tribunal estaban Margarita acompañada de una hermosa rubia de ojos azules con uniforme de sobrecargo, y del otro lado estaba sentada Valentina. El juez inicio la sesión, leyó el informe de psicólogo y dijo mirando a Ana María:
—Me alegro por usted que haya reaccionado, ¿ustedes han hablado entre sí? ¿Han resuelto algo?
—No señor Juez, no hemos podido hablar.
—¿Por qué? ¿Ha cambiado algo?
—Sí señor Juez, mi esposo, digo, Adriano tiene una nueva mujer en su vida.
—¿Eso es cierto? –preguntó el Juez mirando a Adriano.
—No su señoría.
—¡Descarado! Yo mismo la vi en mi cama, y tú te estabas duchando en el baño, y allí está ella –dijo señalando a Margarita–, hasta la has traído aquí para restregármela en la cara.
—¿Dónde está el señor Leandro? –preguntó el Juez.
—Hace 3 semanas que me separé de él.
—¿Usted aún desea el divorcio?
—No señor Juez.
—Señor Adriano, ¿usted desea divorciarse de la señora Ana María?
—No señor Juez.
—Explíqueme entonces la acusación de infidelidad del que lo acusa su esposa.
—Si me lo permite señor Juez, quisiera que interrogara a mi testigo sobre eso, mi hija Valentina.
—Si es su deseo, Alguacil traiga a la niña al estrado.
Valentina se levantó sonriente de la banca, y acompañó al Alguacil hasta el estrado. La niña se sentó en la silla y el juez la saludó.
—Hola Valentina, tu papá quiere que me hables de la señorita que tu mamá señaló como una amiga de tu papá.
—Ella se llama Margarita, me cuida mientras mi papá busca trabajo, me lleva a la escuela y me da el almuerzo, y luego mi papá llega en la tarde para ayudarme con la tarea y hacerme la cena.
—¿Vive con ustedes?
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Ella vive con nosotros hace dos meses, creo.
—¿Qué te dice de tu mamá?
—Ella me dice que mi mamá me quiere, que está lejos porque no se siente bien y no quiere molestarnos.
—¿Dónde duerme ella?
—En el cuarto de mi papá.
—¿Y tu papá duerme con ella?
—No, mi papá duerme en el cuarto de los invitados.
—¿Por qué?
—Margarita duerme con su amiga Eva, la rubia que está sentada al lado de ella.
Ana María las miró sorprendida y vio a Adriano sin entender nada. El juez prosiguió.
—¿Sabes que pasó ese día que tu papá se estaba duchando en el baño donde duerme Margarita.
—Sí, ese día en la mañana la ducha de mi baño se dañó, y papá se tuvo que duchar en su baño. Margarita estaba conmigo en mi habitación hasta que me dormí. Luego me desperté al oír la voz de mi mamá, y los encontré peleando en el baño.
—¿Cómo es el trato entre tu papá y Margarita?
—Normal.
—¿Cómo el de tu papá y tu mamá?
—Algo así, pero no se besan en la boca ni se abrazan como ellos.
—¿Y el trato de su amiga y tu papá?
—Eva es muy simpática y le gusta bromear con mi papá.
—¿Se abrazan o se dan besos?
—No, ella solo le da besos a Margarita.
—Una pregunta más, ¿si tuvieras que escoger con quién quisieras vivir, ¿a cuál de los dos escogerías?
—Escogería a mi papá.
—¿Por qué?
—Él siempre me cuida, me lleva a la escuela, me hace la comida, me lleva al parque.
—Escuché que tu papá está buscando trabajo.
—Sí, pero no ha conseguido nada.
—¿Tú crees que el seguirá cuidándote cuando comience a trabajar?
—Sí, él me dijo que solo trabajaría cuando yo estuviera en la escuela, mamá en cambio tiene que trabajar todo el día.
—¿Tienes algo más que decir?
—Sí, quiero que mamá regrese a casa.
—Ya veremos qué podemos hacer. Anda, acompaña al Alguacil y regresa a tu puesto.
Valentina regresó contenta a la banca y al pasar al lado de su madre, la abrazó y ella le correspondió dándole un beso.