—¿Cuándo te vas a despertar? —digo mientras golpeo su
espalda con una almohada.
—Cinco minutos más, mamá…
Hoy es sábado. ¿Saben lo que significa? Que debemos ir a
limpiar al instituto. En realidad, solo limpiaremos la cafetería
porque mis padres llegaron a un acuerdo con el director. Sí,
Tyler les contó lo sucedido y ellos telefonearon al señor
Frederic. El trato fue que si no me metía en problemas en lo
que queda de año él cambiaría las dos semanas de castigo por
solo un día. Pero si yo rompía nuestro acuerdo y causaba algún
problema más, las dos semanas aumentarían a cinco. Así que
me conviene quedarme quieta.
—¡Despierta! —digo mientras le golpeo nuevamente.
Es mi estúpido niñero. Se supone que tiene que ser más
responsable que yo, digo se supone porque está claro que no es
más responsable que yo.
—¿Qué quieres? —gruñe mientras aún se encuentra boca
abajo.
—Tenemos un castigo pendiente —respondo.
—¿Y por qué no te has ido ya a cumplir tu castigo? —me
pregunta incorporándose en la cama.
—¿Acaso me has oído hablar en singular? No, idiota. He hablado en plural. —Coloco una mano en mi cintura—.
¡¡¡Tenemos!!! Tú y yo. Juntos. Los dos. ¿Comprendes?
Tyler se limita a levantar la cabeza y a girarla un poco para
sacarme la lengua.
«Paciencia, Sam, paciencia», me digo a mí misma tratando
de calmar las ganas que tengo de golpearlo.
—Querido Tyler —digo con voz dulce—, ¿podrías, por
favor, levantarte y venir conmigo al instituto para cumplir con
nuestro castigo?
Tyler se aparta la sábana poco a poco. Cuando lo hace por
completo, me sonríe y yo suelto un suspiro de alivio. ¿Ven? A
veces lo mejor es hablar las cosas con calma. Es mejor tener
paciencia y lidiar con los problemas de la manera más
sencilla… Bueno, de la segunda manera más sencilla:
hablando.
—No.
A la mierda la calma, la paciencia y todas esas estupideces.
Me giro sobre mis pies escuchando la risa de Tyler detrás de
mí, pero no me importa, se va a enterar de que desobedecer a
Sam Donnet tiene consecuencias, y que estas no son buenas.
En la cocina busco uno de esos cubos grandes que se usan para
lavar coches y lo lleno de agua. Abro el congelador, cojo
algunas bolsas de hielo, las abro y las vacío en el cubo.
Cuando termino mi perfecta y simple mezcla, subo las
escaleras y voy al cuarto del idiota. Y ¿adivinen qué? Está en
la misma posición. Maldita sea…
Me acerco sigilosamente a él… Esperen. ¿Quién podría
despertar a esta especie en extinción? Me acerco haciendo el
mayor ruido posible, y nada, sigue en la misma posición. Eso
es lo que llaman dormir profundamente o, simplemente, ser un maldito vago.
—Despierta, bella durmiente —canturreo con tono suave al
mismo tiempo que vierto el agua fría sobre él.
Tyler se levanta de golpe y se asusta tanto que se cae de la
cama. Obviamente, yo también me caigo, pero de la risa.
—¡¿Qué tienes en la cabeza?! —se atreve a preguntarme.
—Cerebro, algo que a ti te falta. —Sonrío victoriosa,
viéndolo empapado y muerto de frío.
—Si querías verme en ropa interior, solo tenías que decirlo,
Donnut —dice mirándome divertido.
Mi sonrisa desaparece e inconscientemente miro hacia abajo
y…, oh, sí, está en ropa interior. Creo que estaba tan ocupada
riéndome de la expresión de su cara que me olvidé de verificar
si estaba vestido o no, pero… ¿quién demonios duerme en
ropa interior? O sea, ¿es que no tiene pijama? Argh.
Olvídenlo.
—¡Vístete! —digo antes de salir rápidamente de la
habitación.
Después de que Tyler se vistiera y desayunara —más
lentamente que una tortuga—, vamos al instituto, y ahí está el
director, esperándonos con los brazos en jarra y obviamente
enojado. Esto es culpa de Tyler porque esperaba sacarme de
quicio con su lentitud para que yo me fuera sin él, y así poder
dormir toda la mañana mientras yo fregaba suelos.
Debería agradecerme que pensara en levantarlo. Podría
haberme ido tranquilamente sin él y luego quizá se ganaría las
cinco semanas de castigo. Pero no, Sam Donnet siempre
siendo una persona buena y considerada con tipos como Tyler
Harrison, que no lo merecen.
—¡Hola! ¿Qué tal?… —saludo sonriendo—. ¿Usted vive en
la escuela? ¡Lo veo siempre por aquí! ¡Qué divertido! —le
digo de buena manera.
—¿Dónde se supone que estaban? —pregunta ignorando mi
amable interés por él.
El director Frederic lleva un conjunto deportivo de color
amarillo patito. Me quedo mirándolo sorprendida. Jamás lo
había visto con otra cosa que no fuera un traje, y déjenme
decirles que esta elección no es mala, es desastrosa.
—¿Qué le pasa, Donnet? —me pregunta dándose cuenta de
mi forma de mirar su atuendo informal.
—Nada —respondo bajando la mirada.
—¿Por qué han tardado tanto? —vuelve a decir.
—Tuvimos un percance… —responde Tyler.
—¿De dos horas? —pregunta con el ceño fruncido.
—Sííí…, verá… Estooo… —Tyler se rasca la nuca—.
Mientras veníamos para aquí, una… mujer embarazada se
puso en medio de la calle para que nos paráramos y…
—Y nos pidió que la lleváramos al médico. Lo hicimos y dio
a luz en la entrada del hospital… —continúo asintiendo para
mí misma. Qué mentira más estúpida—. Por eso hemos
llegado tan tarde, pero no se preocupe, porque nos vamos a
poner a limpiar ahora mismo.
Tiro a Tyler del brazo para adentrarnos en el instituto. Pero
él no se mueve y continúa hablando.
—¿Y sabe qué? La mujer le puso mi nombre al bebé —le
dice sonriendo.
Es que… ¿es estúpido?
—Y hasta quería ponerle mi apellido.
Sí, es estúpido.
—¡Vámonos, Tyler! —le digo entre dientes.
Vuelvo a tirar de su brazo, y esta vez logro mi objetivo.
Cuando vamos por el camino hacia el instituto, oímos las
indicaciones del director, pero no les presto atención.
—¡Y recuerden que el de segu…! —Cierro la puerta antes de
que termine de hablar.
Ambos nos adentramos en el edificio por la salida de
emergencia. El instituto es enorme, hubiera sido un infierno
tener que limpiarlo todo en un día. ¡Menos mal que solo
tenemos que limpiar la cafetería! Del armario del conserje
cogemos fregonas, cubos, esponjas, jabón y lejía, y otros
productos para limpiar. Caminamos hasta llegar a la cafetería y
observo horrorizada la escena.
Todo está lleno de comida: las paredes con puré de patata —
o eso creo—, salsa de tomate por todas partes, espaguetis,
hamburguesas y ensaladas derramadas por las mesas, sillas y
suelo. De repente siento que estoy en un capítulo de Victorius.
—¿Qué demonios ha pasado? —le pregunto a Tyler.
—El viernes no comiste aquí, ¿verdad, Donnut?
Niego con la cabeza.
—Luke empezó una guerra de comida.
—Maldito Luke. —Cojo una fregona.
—Vamos, mira el lado bueno de las cosas. —Le miro
arqueando una ceja—. Estamos juntos —dice subiendo y
bajando las cejas.
—¡Lo mejor que me podía suceder en la vida! —exclamo sarcástica.
Comienzo a fregar tratando de quitar el tomate del suelo, lo
que parece algo imposible. Mataré a Luke por delatarme al
director y por tener que limpiar el desastre que él ha
provocado.
De la nada comienza a sonar Hey, Mama de David Guetta.
Miro a Tyler y veo que está conectando su móvil a un equipo
de música. Comienza a menear las caderas muy
exageradamente, y me río.
—Bailo mejor que tú —dice mientras se acerca a mí.
Empieza a mover de nuevo exageradamente las caderas, pero
esta vez lo hace mientras aplaude.
—Pareces una foca —digo riendo.
—Eso lo dices porque no puedes bailar como yo. Soy único
—dice sonriendo.
—Puedo bailar mejor que tú.
Arquea una ceja.
—¿Ah, sí? —Asiento con la cabeza y los labios apretados—.
Demuéstramelo, Donnut.
Tyler toma mi mano y me arrastra hacia él. Nuestros pechos
se chocan levemente y mi sonrisa disminuye al notar nuestra
cercanía. Se ríe por mi reacción y se aleja para seguir bailando.
Comienza la canción Anaconda de Nicki Minaj, y empieza a
dar saltitos como si fuera un niño.
—Te enseñaré mi talento oculto —dice, subiendo y bajando
sus cejas con lentitud—. Soy el rey del twerking.
—No te creo —contesto, con intenciones de que me enseñe.
Tyler me observa con superioridad y de un salto se sube a una de las mesas y comienza a hacer twerking mientras yo me
río sin poder creer que la persona que está cuidándome está
haciendo lo que está haciendo. No quiero admitir que de
verdad es su talento oculto.
Me acerco al equipo de música y escojo la canción Sing de
Ed Sheeran. Él se vuelve y comienza a bailar. ¿Acaso no se
cansa? Empiezo a seguirlo, de una manera rara y graciosa.
Nuestros pasos son bobos e improvisados, obviamente, pero
en algunos solemos coordinar porque son pasos comunes.
—Can you feel it? —dice cantando mientras se sube en otra
mesa—. Can you feel it? Oh, no… —Antes de que termine ese
verso se cae de espaldas al suelo, y yo me río como si no
hubiera un mañana.
Pasamos el día limpiando, bailando y riendo tanto que a veces
hasta me duele el estómago. Hacía mucho que no disfrutaba de
esta manera en compañía de alguien, y déjenme decirles que
me sorprende que haya sido Tyler la persona que ha hecho que
sea así.
Nos costó limpiar porque él conocía cualquier canción que
ponía y nos dedicábamos a cantarlas de una forma exagerada,
pero finalmente terminamos. Dejamos las cosas de la limpieza
en el armario del conserje y ahora estamos caminando hacia la
salida.
Nuevamente comenzamos a reír, recordando cómo hemos
bailado Earned It con las fregonas.
Cuando escuchamos el ruido de un auto arrancar, nuestras
risas paran. ¿Quién vendría aquí a esta hora? Ignoramos el
asunto y seguimos caminando. Yo me adelanto para abrir la
puerta, pero no puedo, ni siquiera usando toda mi fuerza.
—¿Qué pasa? —pregunta Tyler a mis espaldas.