Abrí lentamente mis ojos cuando la calidez de los rayos de sol que se coloban por mi ventana impactaron en mi cara. Fue una sensación agradable por el hecho de que los rayos se sentían cálidos mas no demasiado. Nah mentira me desperté o mejor dicho me sobresalté cuando la estúpida alarma de mi teléfono empezó a sonar.
Alargue mi mano hacia la mesita de noche en busca de mi teléfono, lo tomé y descarte la alarma. Di un par de vueltas en la cama hasta quedarme quieta medio mirando el techo, hasta que recordé el por qué mi madre coloco la estúpida alarma.
Matteo.
Debía enseñarle el club, perezosamente me levanté de la cama. Tenía mucha hambre.Baje las escaleras sintiendo lo frías que estaban, gracias a estar descalza. Me encamine directo a la cocina. No tenía ganas de hacer algo elaborado, a si que tome un pequeño bol dispuesta a preparar cereal con leche.
—Hoy no—
—Que chica además de amagarda, tiene algunos tornillos sueltos.
—¡Dios! — grite del susto — ¡¿Qué mierda haces aquí?! — volví a gritar cuando ví al estúpido que tenía por vecino retorcerse de la risa.
—Esperandote, ¿Que más? — responde de lo más relajado.
—¿Por qué mierdas tienes mi chocolate? — intenté mantenerme en calma, en cuanto mis ojos repararon en sus manos notando la última tableta de chocolate que si bien recuerdo me quedaba.
— Noto que la palabra "mierda" es de tus favoritas.
—No me digas, yo también note que eres un estúpido , ¿No te lo dije? —dicho esto, tome la leche junto con el cereal virtiendolos en el pequeño bol.
—¿A qué hora nos vamos?— interrogó apenas iba a tomar una cucharada.
Decidí ignorarlo, sentandome en una de las sillas del taburete de espaldas a el.
—¿Siempre acostumbras a tratar así a tus invitados?
Ni una palabra.
—¿A qué hora nos vamos?
—Dios mío, ¿Qué es lo que estoy pagando? —eleve la mirada al techo.
—Y además dramática.
—Valiosa información, ¿Qué quieres que haga con ella? — contesté.
•••
— ¿A qué hora te callas? —cuestione exasperada.
—Nel, eso esta difícil —contesto.
Vamos de camino al club, ya le había enseñado todo solo faltaba ir hacia allá.
—¿A dónde vamos? — volvió a preguntar, en lo que llevamos de camino me lo ha preguntado como cinco veces.
— Ya te lo he dicho —conteste.
—No. No me lo has dicho — refuto.
Y así empezó una discusión de «sí» y «no».
—La verdad, no sé cómo le hace Jason y tus padres para aguantarte.
—El nombre de mi hermano si lo recuerdas — comentó pensativo.
—Si —conteste viéndolo raro.
—El mío no lo recordabas.
— ¿Y? — seguí viéndolo raro.
—¿Eso significa que te gusta? — preguntó.
—Dices y preguntas unas estupideces— me burle.
—Entonces, ¿No te gusta?— miré hacia delante, lo cual me permitió ver el portal del club.
—Ya deja de decir ridiculeces y entra — lo empuje.
—Ay, trátame con delicadeza.— se quejó.
— No me digas te vas a quejar con mi mamá.
—No suena mal — bromeó.
Apenas pase el giganteco portal pintado en negro, emprendí camino hacia los cambiadores.
— Piérdete. Ya llegamos —le demandé sería, al ver que me estaba siguiendo.
—Eso no se va a poder. ¿Qué tal si me pierdo?, ¿Qué les diras a mis padres, cuando se enteraran de que perdiste a su tesoro más valioso? — cuestionó, lo cual me hizo reír. — El cambiador de chicos, ¿Dónde esta?
— Justo al lado.
La sensación de tener que ser la guía de Matteo no era tan mala como pensé pero eso no quita lo idiota que es.
Me encontraba en el mostrador de bebidas del bar, en donde se encontraba Ángel. Un amigo de la escuela. El batido en mi mano estaba delicioso.
En mi platica con Angel recordabamos momentos no tan viejos de la escuela un tanto graciosos. De vez en cuando le lanzaba miradas a Matteo quien se encontraba en la piscina acompañado de una pelirroja.
— Me tengo que ir — anunció luego ver el mensaje que le había llegado hacia unos segundos.
—¿Es algo grave?
—No, solo es mi madre y sus cosas — ambos reímos — Nos vemos.
Observé a Ángel irse, tomando el último sorbo mi batido, para dejar el vaso sobre el mostrador.
Me acomode mi traje de baño color negro mientras me bajaba del taburete del mostrador.
Tome ruta hacia la piscina, me lance en ella disfrutando lo calida que estaba el agua. Un rato después se me había antojado un batido así que salí del agua.
Ya con mi batido en manos, me di la vuelta dispuesta a volver, cuando de la nada tropiezo con alguien causando que mi batido cayera en el pecho del mismo.
—Lo siento — me disculpé, en cuanto pude notar que la persona a la que le había caído el batido era la pelirroja que acompañaba a Matteo.
—Ha sido un accidente — contesto calmada, encaminandose a los cambiadores.
Matteo totalmente serio, la siguio sin decir ni una palabra.