Mi Ex, Mi Roomie : Reencuentro Inesperado

Capítulo 4 – Café con secretos

El aroma a café recién molido flotaba en el aire, mezclándose con el murmullo constante de conversaciones ajenas y el tintinear de tazas contra los platos. El pequeño café de la esquina, con luces cálidas y decoración vintage, parecía hecho a la medida para tardes largas de charla entre amigas. Camila observaba desde la mesa junto a la ventana, tamborileando los dedos contra el vaso de vidrio que contenía su latte, preguntándose en qué momento había aceptado esa cita grupal.

Mía fue la primera en llegar, como siempre corriendo y agitada, con el cabello revuelto por el viento y una bufanda colgando a medio acomodar. Apenas puso un pie en el local, su celular resbaló de su mano y cayó al suelo con un golpe seco.

—¡Ay, no! —exclamó recogiendo el aparato mientras las llaves de su bolso también se deslizaban hasta la alfombra—. Te juro que mis manos tienen un pacto con la gravedad.

Camila soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Mía, un día vas a perder la mitad de tus pertenencias en la calle.

—Pero nunca mi dignidad, amiga —respondió con una sonrisa burlona, mientras se dejaba caer en la silla frente a ella.

A los pocos minutos llegaron las demás: Daniela, la más calmada y observadora, con su estilo sobrio y una taza de té ya en la mano; y Abril, de carácter chispeante y sarcástico, que nunca perdía la oportunidad de meter un comentario mordaz. Entre las cuatro formaban un grupo equilibrado: el torbellino de Mía, la prudencia de Daniela, el humor ácido de Abril y la mezcla explosiva de sarcasmo y ternura que era Camila.

—Bueno, ya estamos todas —dijo Daniela acomodando la bufanda sobre sus rodillas—. Así que... ¿qué vamos a criticar hoy? ¿Moda? ¿Profesores? ¿Exnovios?

—¡Oh, yo voto por exnovios! —saltó Mía con demasiado entusiasmo, y en ese instante la cucharita de su capuchino salió disparada al suelo como si la hubiera lanzado a propósito.

—Mía... —Camila le lanzó una mirada de advertencia, pero era tarde: el tema ya estaba sobre la mesa.

Abril sonrió con malicia.

—Exnovios, dices... ¿No será que cierta persona aquí está demasiado contenta últimamente?

Camila sintió el calor subirle a las mejillas.

—No empiecen.

Pero Mía, incapaz de guardarse nada, se inclinó sobre la mesa con ojos brillantes.

—¡Es por Julián! Lo juro, la vi sonriendo como tonta cuando él apareció.

—¡Mía! —Camila casi se atraganta con su café y le dio un suave empujón en el brazo.

—Cállate ya, no digas tonterías.

Las otras dos no tardaron en unirse al ataque.

—¿Julián, el ex? —preguntó Daniela arqueando las cejas con un gesto de genuina sorpresa.

—¿El mismo Julián que juraste que era insoportable? —añadió Abril con diversión.

Camila suspiró, sabiendo que no saldría viva de esa reunión.

—A ver... —empezó, apoyando los codos en la mesa—. Sí, lo vi. Sí, hablamos. Y sí, fue raro. Pero no hagan una telenovela de esto.

—¿Raro cómo? —preguntó Daniela con ese tono de psicóloga amateur que tanto la caracterizaba.

Camila se mordió el labio y buscó las palabras.

—Raro porque... es él. Tiene esa forma de aparecer y desordenarte la vida como si nada. No voy a mentir, hay química. La hubo siempre. Pero eso no significa que vaya a pasar algo.

Mía, con una galleta en la mano, no pudo evitar meter baza.

—¡Pero admites que hay química!

—¡Hay química hasta con el café que estoy tomando! —Camila rodó los ojos.

Todas rieron, incluso ella.

Abril la señaló con el dedo, como si hubiera encontrado una pista crucial en un caso policial.

—Mira, Camila, puedes negar lo que quieras, pero se te nota. Cuando lo mencionas, tu voz cambia. Cuando lo ves, tus ojos brillan. Y cuando lo ignoras, se nota que en realidad lo estás pensando.

Camila bajó la mirada al vaso, removiendo el café ya frío con la pajilla. Se sentía desnuda bajo la atención de sus amigas, pero también comprendida.

—Está bien... —admitió en voz baja—. Me siento bien cuando estoy con él. Eso no quita que sea insoportable, gracioso y desesperante todo al mismo tiempo. Pero... es familiar.

El silencio cayó por un segundo, roto únicamente por el ruido de platos en la barra.

—¿Entonces... crees que pueda pasar algo más? —preguntó Daniela con delicadeza.

Camila alzó la vista y se obligó a sonreír.

—No lo sé. Y tampoco quiero pensarlo mucho. Quizás fue solo un reencuentro divertido, nada más.

Por dentro, sin embargo, guardaba un pensamiento que no compartió: quizás los sentimientos no habían muerto del todo.

Mía volvió a hablar, rompiendo la tensión.

—Bueno, si termina en boda, yo me encargo de tirar el arroz.

—Y yo de organizar el divorcio —añadió Abril con sarcasmo, provocando carcajadas en toda la mesa.

La tarde continuó entre confesiones, risas y anécdotas. Hablaron de modas imposibles, de la última serie que habían visto, y de los planes para el verano. Camila disfrutaba el momento, pero en su cabeza Julián seguía presente, como una canción pegajosa que se niega a desaparecer.

Cuando salieron del café, el aire fresco de la tarde la golpeó con suavidad. Caminando de regreso, escuchó a sus amigas charlar y bromear, pero en lo profundo de su pecho latía la duda: ¿realmente Julián era solo un recuerdo divertido? ¿O estaba a punto de convertirse en algo más?




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