El sol de la tarde se filtraba entre los ventanales del pequeño café, iluminando las mesas de madera y haciendo brillar las tazas de cerámica. Camila se acomodó en su asiento, observando el vaivén de las personas, pero con la mente fija en el mensaje que Julián había recibido la noche anterior. No podía dejar de preguntarse qué significaba, quién lo había escrito y, sobre todo, por qué sentía ese extraño nudo en el estómago.
—¡Cami! —entró Mía corriendo, como siempre—. Traigo historias, risas y… ups —hizo un gesto dramático y la cucharita que sostenía salió disparada hacia otra mesa—. ¡Wow, casi mato a alguien!
—Mía… —Abril arqueó una ceja—. ¿Es tu forma de saludar o un accidente con efectos especiales?
—No fue mi culpa —dijo Mía, sonriendo nerviosa mientras recogía la cucharita—. Bueno… tal vez un poquito.
—Tranquila —intervino Daniela, inclinándose para disculparse con la otra mesa—. Nadie salió herido… esta vez.
—Ay, chicas —Camila suspiró, moviendo su taza de café—. Necesito su opinión. Ayer por la noche Julián recibió un mensaje y… no sé, siento que algo está pasando.
—¿Mensaje misterioso? —preguntó Abril, con un brillo sarcástico en los ojos—. Esto promete.
—Sí —respondió Camila, bajando la voz—. No sé si es alguien del pasado, o qué… solo sé que me incomodó un poco. Y sí, me dio celos.
—¡Ahí está! —dijo Mía con dramatismo—. ¡Mariposas en el estómago otra vez!
—¡No! —protestó Camila—. Son avispas. Picazón, cosquilleo y ganas de golpear cosas. Nada de mariposas.
—Bueno, como quieran llamarlo —dijo Abril—. Se nota que te importa. Lo que quieras negar.
—Cuidado, Cami —bromeó Daniela—. No es que el mensaje signifique que él ya esté con otra, pero tampoco podemos fingir que no pasó nada.
—Sí, pero —intervino Camila, mordiendo el labio—. No voy a admitir que me afecte.
—Ajá, claro —replicó Abril—. Tu cuerpo y tu cara dicen otra cosa.
—¡Basta, Abril! —dijo Camila con sarcasmo, cruzándose de brazos mientras Mía reía sin control—. No es como si me gustara o algo.
—Entonces, ¿por qué estás celosa si dijiste que no te importaba? —preguntó Daniela, sonriendo con suavidad—. Es curioso.
—Porque… bueno, no es celos —dijo Camila, bajando la mirada—. Es… confusión. Quiero decir, sí, me gusta que él sea molesto, gracioso y desesperante… pero eso no significa nada.
—Uh-huh —dijo Abril, con tono de detective—. Seguro, nada de sentimientos escondidos ahí.
—¡Exacto! —afirmó Camila, levantando una ceja—. Todo controlado.
La conversación continuó entre risas, bromas y teorías exageradas sobre el mensaje, con Mía interrumpiendo constantemente con gestos exagerados y comentarios cómicos, y Abril lanzando pullas sarcásticas que hacían que todas rieran. Camila no dijo todo lo que sentía, pero dejó que sus amigas jugaran con la idea de que todavía había algo entre ella y Julián.
Cuando salieron del café, la tarde caía lentamente sobre la ciudad. Camila respiró hondo, sintiendo la mezcla de diversión, curiosidad y ese cosquilleo inesperado que Julián siempre parecía provocar. No sabía qué significaba el mensaje, ni qué pasaría después, pero estaba segura de una cosa: la vida con él nunca sería aburrida.