Mi Ex, Mi Roomie : Reencuentro Inesperado

Capítulo 13 – Reunión no autorizada

La noche cayó despacio, como si tampoco tuviera prisa por enfrentar lo que había quedado flotando en el aire.

El departamento estaba en silencio, pero no era un silencio cómodo. Era de esos que pesan, que se meten en los rincones y te obligan a pensar demasiado. Camila estaba sentada en su cama, con la espalda apoyada en la pared, mirando el celular sin realmente verlo. Había leído el mismo mensaje tres veces sin entenderlo.

En la sala, Julián caminaba de un lado a otro. Se pasó una mano por el pelo, suspiró, se sentó… y volvió a levantarse. La frase de Camila seguía repitiéndosele en la cabeza.

Tenemos que dejar de fingir.

No había sonado como una amenaza.

Había sonado como miedo.

Julián miró la puerta del cuarto de Camila. Pensó en tocar. Pensó en decir algo. Pensó en bromear, como siempre.

No lo hizo.

En cambio, agarró el celular.

Escribió un mensaje corto.

“Cami no está bien.

¿Pueden venir un rato?”

Lo mandó a Mía.

Al grupo de Bruno, Nico y Leo.

A Daniela.

Incluso a Tomás.

No explicó nada más.

Diez minutos después, el timbre sonó.

Camila levantó la cabeza, sobresaltada.

—¿Esperas a alguien? —gritó desde su cuarto, cansada.

—No… —respondió Julián desde la sala, con una voz que sonaba demasiado inocente para ser verdad.

El timbre volvió a sonar. Luego golpes. Luego voces.

Camila salió del cuarto con el ceño fruncido… y se quedó congelada.

Mía entró primero, con una bolsa de comida en la mano.

—Hola —dijo, como si fueran las tres de la tarde—. Traje papas. Emergencia emocional.

Detrás de ella apareció Daniela, con expresión preocupada. Luego Abril, con los brazos cruzados y la mirada analítica. Después Bruno, Nico y Leo, hablando todos al mismo tiempo.

—¿Qué pasa aquí?

—¿Está todo bien?

—¿Esto es una intervención o una fiesta?

Y como si no fuera suficiente…

—¡BUENAS NOCHES, PECADORES! —gritó una voz conocida.

Tomás entró último, cargando la jaula.

Paco agitó las alas, feliz.

—¡REUNIÓN NO AUTORIZADA!

—¡HABLEN!

—¡O ME VOY A QUEDAR A DORMIR!

Camila parpadeó dos veces.

Miró a Julián.

Respiró hondo.

Y dijo, con una calma peligrosamente irónica:

—Perfecto, Julián.

Acabas de romper el contrato de convivencia.

Julián levantó las manos, culpable.

—Lo sé —admitió—. Y acepto la sanción que sea. Multa. Silencio eterno. Miradas asesinas incluidas.

Mía se acercó a ella y la abrazó sin pedir permiso.

—No estás sola, ¿sí? —susurró.

Camila no respondió, pero no se apartó.

El departamento se llenó de ruido suave: bolsas abriéndose, gente sentándose en el suelo, comentarios cruzados. No era una fiesta. Era más bien… compañía.

Paco, desde su jaula, observaba todo con atención.

—¡ESTO HUELE A DRAMA! —anunció.

—Cállate, Paco —dijeron varios.

—¡NUNCA!

En algún punto, el ruido bajó. Las conversaciones se dispersaron. Y sin que nadie lo propusiera, el tema apareció.

—Bueno… —dijo Nico, rascándose la nuca—. Ya que estamos todos y que el guacamayo ya sabe…

¿ustedes dos están juntos o no?

Silencio.

Camila apretó los labios.

—No es tan simple —dijo al fin—.

Empezó como una broma. Después como una costumbre. Y ahora… no sé qué es.

Julián la miró.

—Yo tampoco —dijo—. Pero sí sé que hoy te hice sentir mal. Y eso no estaba en el plan.

Camila lo miró de reojo.

—¿Había un plan?

—Improvisar y no huir —respondió él—. Estoy fallando en la segunda parte.

Paco inclinó la cabeza.

—¡AY!

—¡ESTO YA SE PUSO SERIO!

Camila soltó una risa breve.

—No me da miedo sentir —dijo, mirando al suelo—.

Me da miedo sentir… y que después no importe.

El aire se tensó.

Julián habló despacio.

—No quiero ser la persona que te haga dudar de ti —dijo—.

Y tampoco quiero seguir fingiendo que no pasa nada.

Nadie aplaudió.

Nadie gritó.

Solo hubo silencio atento.

Daniela sonrió con suavidad.

—Eso ya es decir mucho.

Poco a poco, la reunión se fue apagando. Uno a uno se despidieron. Mía prometió volver “mañana o pasado o cuando hiciera falta”. Bruno organizó la retirada. Nico hizo un chiste que nadie escuchó. Leo se fue último, observando.

Tomás agarró la jaula.

—Vamos, Paco.

—¡ESTO NO TERMINA AQUÍ! —gritó el guacamayo—.

—¡TARDE O TEMPRANO ES REAL!

—¡PACOOO! —gritaron todos.

Cuando la puerta se cerró, el departamento volvió al silencio.

Pero era distinto.

Camila y Julián se quedaron de pie, sin tocarse.

—Gracias —dijo ella, al final—.

Por no dejarme sola.

—Gracias a ti —respondió él—.

Por quedarte.

Camila respiró hondo.

—Esto… —murmuró—.

Tarde o temprano… va a ser real.

Julián no respondió.

Solo se quedó ahí.

Y por primera vez, ninguno de los dos quiso huir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.