Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 3

—¡¿A dónde vas?! —le gritó el ama de llaves mientras otras sirvientas la intentaban detener.

—¡A la universidad! ¿No ve que hoy es un examen importante? He estudiado por días, ya he faltado tres días porque usted no me ha querido dejar ir, ¿no puedo perder todo lo que he avanzado en mis estudios?

No soltó la bicicleta que acababa de conseguirse con el jardinero a pesar de que las otras mujeres intentan quitársela. No está dispuesta por nada del mundo a abandonar una de las opciones que tiene para salir de su vida miserable.

—¡¿Y para qué quieres tener una carrera si hoy te convertirás en la señora de esta casa? —la reprendió la mujer mayor una vez que lograron quitarle la bicicleta.

—¿No puedo tener más ambiciones en mi vida? —"aunque casarse con Heriberto me dará una vida más cómoda, no significa que quiera pasarme toda la vida encerrada en esta casa esperándolo".

Soltó un suspiro ante la fría mirada del ama de llaves.

—Su única ambición será servir al señor, dar a luz a un hijo, cumpliendo con el deseo del señor mayor. No tiene tiempo para perder en estudios innecesarios —le habló la mujer deteniendo su mirada severa en el rostro estupefacto de la mujer.

Amelia pestañeó incrédula, ¿un hijo? ¿Quieren que tenga un hijo de un tipo que no le gustan las mujeres? Además, eso no estaba en los planes que su madre le habló. ¿Acaso han cambiado de opinión? ¿O qué?

—¿Servir al señor se refiere a... "eso"? —preguntó con fingida inocencia.

Como respuesta recibió un golpe en la cabeza con un periódico enrollado, de manos de la anciana.

—Mocosa impertinente, ¿Qué tu madre no te enseñó nada?

—eh... ¿En esta época qué madre le enseña a su hija a servir a su marido en la cama? —cuestionó recibiendo otro golpe con el periódico—. ¡Deje de golpearme! ¿Qué se cree que soy? ¿Un perro?

—Me refería a tu educación, no sabes como ser una dama, la primera opción del señor, en cambio, parecía una mujer muy educada y amable.

Habló refiriéndose a Dánae, la prima de Amelia.

—Pero esa señorita rechazó la oferta aduciendo que ella no estaba al nivel del joven señor. Cuando dijo eso y ofreció a su prima, pensaba que me encontraría con una mujer elegante y fina, una dama de pies a cabeza. Pero es todo lo contrario...

Amelia titubeó si debía aclararle las palabras ofensivas de Dánae que intentó ocultar en sus gestos amables, o dejar que la mujer siga creyendo que esa "señorita" se consideraba no ser lo suficiente para casarse con su jefe.

—En otras palabras, ella quiso decir que no estoy a su altura, y por eso mandó a esta "cosa" como mi futura esposa —las palabras de Heriberto hicieron que todos los sirvientes levantaran la cabeza a su dirección, incluso la misma Amelia.

Vestido con elegancia, con su traje de novio, luce totalmente distinto al engreído hombre que apareció rechazándola el día anterior. La joven mujer no pudo ocultar su admiración al notar lo atractivo que luce.

—¿Qué miras? —le dijo aquel en tono poco amigable—. Por más que mires nada de esto es tuyo.

"Muy apuesto será, pero es un tarado de pies a cabeza" masculló Amelia entre dientes.

—Seremos marido y mujer, señor Salazar —habló la mujer en tono coqueto—. Y su abuelo quiere nietos, así que tengo permiso del anciano de hacer lo que quiera con usted, y si me toca amarrarlo a la cama para cumplir las peticiones del patriarca de la familia Salazar lo haré.

Escuchar esas palabras hicieron que el hombre casi diera un salto, señalando amenazante a la mujer que ahora le sonríe con maldad pura.

—¡Tú...!

—Le prometo que seré buena al tomar su inocencia, querido futuro esposo —agregó sabiendo que con eso más le echaba leña al carbón.

El ama de llaves se llevó la mano a la cabeza, a esta edad ya no pensaba tener que lidiar con este tipo de impertinencia, por lo que solo tomó la botella con atomizador y le disparó agua a Amelia en la cara.

—¡¿Por qué ahora me trata como si fuera un gato?! —se quejó la mujer secándose la cara con el dorso de su manga.

—Llévensela y que se vista de una vez por todas —la mujer la ignoró hablándole solo a las sirvientas que la arrastraron al interior de la casa—, joven señor, en verdad yo no estoy de acuerdo con esto, si no fuera por el anciano señor no lo obligaría a pasar por esto.

—Lo sé —respondió arrugando el ceño—, por ahora solo amansemos a la bestia, ya veré como saldré de esta situación.

El vestido de novia fue colocado, el peinado listo y perfecto, y un maquillaje que hace lucir más sus ojos de color miel. La verdad es que en cuanto se retiraron todos y la dejaron frente al espejo, Amelia no pudo evitar admirar su nueva imagen. Si hubiera sabido que podía verse así de bien, hubiera postulado a un trabajo como promotora.

—Tal vez debería aprovechar y hacerme unos pequeños cambios —dijo midiendo el tamaño de su pecho, es demasiado pequeño.

—Si piensas hacer esos cambios por mí, no te preocupes porque no te tocaría ni con un palo, aunque fueras la mujer más hermosa del planeta, me repugnas

—¡Ay!, señor, qué malo, no sabe como destroza mi corazón de damisela inocente —se llevó la mano al pecho fingiendo agonía—, me duele tanto, que creo que moriré antes de casarme. Moriré tan pura como nací, adiós mundo cruel, que me negó la posibilidad de conocer a un hombre fuerte y masculino.

Fingió desmayarse, pero Heriberto le hizo el quite sin intenciones ni de sostenerla ni recogerla. Cruzó los brazos endureciendo su mirada.

—No seas payasa.

—No lo soy, solo soy su prometida, la mujer que muere por amor por usted, y sufre al sentirse rechazada.

—¿Vas a seguir? Si entiendes tu lugar dejarás de sufrir —le habló en tono severo—. Quiero que escuches lo que vengo a proponerte.

¿Una propuesta? Eso podría ser interesante para ella, pensó la joven mujer tomando haciendo en una banca y cruzando las piernas.

—Bien, estoy atenta.




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