Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 4

El largo vestido blanco decorado con millares de diamantes, en un diseño exclusivo, no deja de llamar la atención de quienes lo ven. Quienes la maquillaron y ayudaron con el peinado, incluso dijeron que solo le falta un par de alas de ángel para no dudar que es la prenda de ser celestial. Más aún la mirada enamorada de la joven novia.

La verdad es que sí, Amelia se siente enamorada, pero no de su futuro esposo, sino de los millones que carga encima de su cuerpo, el valioso vestido blanco. Caminar al altar se sentirá como caminar sobre un río de dólares.

Se miró al enorme espejo una vez más antes de animarse a salir hacia la ceremonia.

—¡Prima! No pobrecita, luces fatal —Dánae apareció de improviso en frente de ella, como una rata maloliente saltando desde un alcantarillado.

—¿Quién te dejo entrar aquí? —preguntó en tono agrio que no combina con ese hermoso vestido, ni el maquillaje, ni su peinado, ni sus zapatos.

—El chico amable de la puerta —respondió colocando sus manos a su espalda en un gesto coqueto—, a una mujer bonita se le abren todas las puertas.

Amelia la contempló de reojo, sintió que toda su felicidad por el hermoso vestido desapareció en cuanto vio a su odiosa prima perfecta. Incluso le dieron ganas de vomitar.

—Siento que debas hacer esto por mí, si no estuviera enferma yo hubiera tomado ese lugar... —fingió secarse sus lágrimas.

En verdad su prima, Dánae, es una joven mujer muy bonita, delgada, de cabellera castaña y ojos verdes y claros. Sus largas pestañas negras hacen que sus ojos parezca los ojos de una muñeca antigua, y su pequeña boca rosa luce húmeda y provocativa.

—Te doy un consejo, de prima a prima —habló Dánae susurrándole—, cuando te acuestes con tu esposo, cierras los ojos y te imaginas que estás con un hombre apuesto. Eso funciona, me lo dijo una amiga.

Amelia se da cuenta de que su prima en verdad ni siquiera sabe como es Heriberto Salazar, solo se quedó con la descripción de su madre, de un hombre sin atractivo y con problemas mentales. Ya comprobó que lo primero es falso, lo segundo aún lo sigue dudando.

—Gracias, prima —sonrió a la fuerza—, así lo haré cuando me meta a la cama de ese horrible futuro esposo.

—¿A quién llamas horrible? —la entrada de Heriberto, que no dudó en patear la puerta, sobresaltó a ambas mujeres.

Pero sus ojos solo estaban detenidos en Amelia. No puede evitar seguir pensando que su familia no pudo conseguirle una mujer más educada, amable y obediente. No, sacaron un mono del zoológico, sí, lindo, pero mono al final. Pensar que ha vivido toda su vida con una familia de buena situación económica y en vez de educarse solo sabe dedicarse a ser lo contrario. Detesta a la gente rebelde que en vez de aprovechar las condiciones en que nacieron, se comportan como si supieran lo que es sufrir de carencias.

Amelia tensó la mirada, primero tiene que soportar a la odiosa de su prima, y ahora al tonto engreído de su futuro esposo. Dios los cría y ellos se juntan.

—¡Ah, querido futuro esposo! No hablaba de ti, tú sabes que verte es la luz de mi oscura vida, siento mi corazón estallar al ver tan hermoso rostro creado por las manos de los dioses —respondió la mujer con exagerados movimientos.

—Yo no sé si te caíste de la cuna al nacer, o tienes un problema psicológico —murmuró Heriberto sin despegar su mirada de la mujer. En verdad si se ve muy bonita, pero reconocerlo sería reconocer su derrota. Y Heriberto Salazar no se inclina hacia nadie ni siquiera hacia una mujer como Amelia Díaz.

Dánae los ha escuchado, confundida, ¿acaba Amelia de llamar a ese apuesto hombre como "futuro esposo"? ¿Y él no lo negó? De verdad en su vida nunca había visto a un hombre tan atractivo, de un cuerpo tan perfecto, un rostro de ensueño, es como ver a esos protagonistas guapos de la televisión. Incluso es más que eso.

¿Es este el esposo feo y con retraso mental? ¿Su tía quiso engañarla para darle ese lugar a su tonta prima Amelia? No puede creerlo, la envidia corroe su cuerpo, y sin pensarlo se adelanta colocándose entre ambos novios.

—Yo puedo, digo que si no le gusta la novia... mi prima... —se cohibió ante la fría mirada de Heriberto, pero es tan atractivo que no puede evitar sentirse embobada ante sus ojos—, soy mejor opción para casarme con usted.

Heriberto la contempló arrugando el ceño, para luego dibujar una mueca en su rostro.
—Ya veo que viene de familia ser tan corrompidos y sucios —dijo en tono despectivo.

Dánae no reaccionó, confiada en su apariencia, nunca un hombre la había rechazado de una forma tan humillante. Pero la risa de Amelia inundó la sala, ¿acaso escuchó bien? Llamo a su prima como perversa y sucia. Nunca pensó vivir este momento. Ah, si lo hubiera grabado se hubiera vuelto tendencia en Tok Tak.

—Y tú —Heriberto señaló a Amelia que dejó de reírse en el acto—, si llegas un minuto tarde al altar lo pagarás.

—¿Qué? ¿Vas a azotarme, bebé?

Heriberto se quedó paralizado ante las palabras de la mujer, con el dedo índice señalándola. Se esperaba cualquier cosa menos esas palabras tan vulgares, ni esa sonrisa desafiante en el rostro de su futura esposa. Si no tuvieran ya un trato de convivencia, se mandaría a escapar al otro lado del mundo hoy mismo con tal de no verla más en su vida.

—Tú... —apretó los dientes—, no te demores.

Y sin decir más salió dando un portazo. Amelia no puede parar de reír, entre su prima y Heriberto, sí que le han quitado años de estrés encima. Se secó las lágrimas con cuidado mirándose al espejo esperando no haber dañado su maquillaje hasta que se dio cuenta de que Dánae sigue en la sala.

—¿Sigues acá?

—¿Por qué me pasa esto a mí? ¡Odio mi vida! —reaccionó, sollozando escandalosamente, saliendo de la sala y dando un portazo.

Amelia se quedó mirando sin entenderla, ¿le dolió tanto lo que dijo un tonto caprichoso como Heriberto? O tal vez a ella no le afectan esas cosas porque desde muy joven Dánae se ha dedicado a difundir rumores y se acostumbró a que toda su familia hablara mal de ella




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