Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 14

—¡Maldita sea, eso es imposible! —gritó Heriberto en su oficina haciendo que todos los empleados saltaran en su puesto.

Su asistente se lo quedó mirando con ambos ojos bien abiertos mientras sostiene apenas los documentos que estaba a punto de pasarle. De la nada su jefe que hasta ahora había estado en silencio, grito de esa forma.

Se acomodó sus anteojos sin entender si acaso estaba teniendo problemas mentales para pegar un grito así sin que algo lo hubiera disparado.

Heriberto se llevó ambas manos a la cabeza, es que no ha dejado de pensar en las palabras "eso no es brujería, eso es enamoramiento" de su cabeza. Después de que su asistente le dijo eso por el teléfono, ha evitado de todas las formas posibles cualquier encuentro con Amelia. Incluyendo hacerse el dormido, fingir caminar en dirección contraria, o leer un libro.

De solo pensar en estar enamorado de esa mujer lo hace querer enloquecer.

—Señor Salazar, la investigación —habló su asistente con el ceño fruncido.

—¿Investigación? —preguntó extrañado viendo la carpeta negra que acaba de dejar en el escritorio frente a sus ojos.

—La información de la señora Díaz —respondió la mujer—. Le traeré un café cargado, creo que lo va a necesitar.

Y sin decir más salió de la oficina. Ahí se quedó él, solo frente a una carpeta que contiene la información de esa tacaña mujer. La tomó entre sus manos esperando leer algo que lo haga "desenamorarse" y salir de esta brujería.

Comenzó a leer el documento. Lo que ahí contaba es que Amelia Díaz había estudiado en una escuela privada, pero los informes de los maestros hablan que muy pocas veces almorzaba, su vestimenta lucia vieja y remendada, y sus materiales no eran de la mejor calidad, al preguntarle ella solo señalaba que su familia estaba en una situación complicada. Mientras iba a la escuela, desde los quince años comenzó a trabajar como empaque en supermercados, recibiendo propinas de los clientes. Al ser menor de edad era de los pocos trabajos que podía conseguir.

—¿Por qué al tener unos padres en buena situación económica en vez de dedicarte al estudio te ponías a trabajar? Desde niña eras absurda —exclamó en modo despectivo—, ¿es tanto tu amor por el dinero como para no preocuparte de comprar vestimentas nuevas ni comer en la escuela? Incluso forzándote a trabajar.

Luego continuo con la siguiente página. Ahí contaba como a los dieciocho años se fue de su casa, a vivir en la... ¡¿calle?!

Al leer esta parte, Heriberto releyó otra vez cada palabra en forma más lenta. ¿Amelía huyó de la casa de sus padres? Había escuchado que fue una rebelde, pero, ¡¿preferir la calle que el hogar familiar?!

—Así que eres de los niños ricos y rebeldes...

Amelia estuvo vagando por un mes hasta ponerse a trabajar en una bodega de artículos de oficina, en donde le ofrecieron poder dormir en el local. Estuvo casi seis meses hasta arrendar esa pequeña habitación miserable. En todo ese tiempo nunca su jefe vio a sus padres aparecer, incluso la joven contaba que no tenía familia. Y eso siempre lo creyeron, subsistía solo con lo que ganaba descargando los camiones, un trabajo que no era específicamente para alguien de su tamaño y contextura, sin embargo, se empeñaba en cumplir bien su labor, incluso ganándose la simpatía de todos. Hasta que sufrió un accidente, se fracturó un pie en las escaleras al perder el equilibrio cuando intentaba cargar unas pesadas cajas.

En todo el tiempo que estuvo hospitalizada nunca recibió visita de algún familiar, incluso fue su jefe quien pagó la asistencia, ya que ni siquiera estaba incluida en algún seguro familiar. Era como si fuese una huérfana, y por eso que su historia de no tener familia parecía cierta.

Heriberto tensó su rostro al leer esta parte. Por mucho que un hijo se escape de casa, se tire a la rebeldía total, ¿cómo no puede estar incluido a un seguro de salud por parte de su familia? Las palabras de Amelia "Mi familia nunca me ha ayudado, la universidad, el arriendo, mis pagos básicos, todos los he tenido que costear yo." Vinieron en ese momento a su cabeza.

Empezó a revisar el resto de la información, habla de que Amelia tuvo que cambiar de su trabajo, muy a pesar de ella y su jefe y compañeros, al parecer debido a su empeño y ánimo, era muy querida en ese lugar. Después de eso volvió a trabajar en otros lugares, y postuló a una beca, de la cual no salió beneficiada debido a las buenas condiciones económicas de su padre. Tomó dos trabajos, uno desde la mañana hasta las cinco de la tarde, en una pastelería, y otro desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana como guardia nocturno de unas oficinas. Volvía a casa a dormir solo dos horas.

—¿A... qué hora dormías y comías?...

Tragó saliva con amargura. Más tarde abandonó el trabajo de guardia y a los diecinueve años se inscribió en el examen para el ingreso a la universidad. Según sus compañeros de la pastelería, había juntado dinero para pagar el examen y para poder costear la matrícula. Y que había renunciado a su trabajo como guardia para prepararse para el examen.

El examen le fue bien y pudo entrar para estudiar pedagogía. Luego de unos meses, tuvo que buscar otros trabajos que pagaran mejor. Estudiaba en las mañana, trabajaba después en un local de comida de un servicentro. Y de noche como guardia de seguridad de una bodega de alimentos.

Tuvo dos recaídas en clases, desmayándose, y aun así es de las mejores alumnas de su carrera. Los desmayos, según los informes médicos que se pudieron obtener, fueron por exceso de cansancio, mala alimentación y estrés. No hay informe de que sus padres se hayan presentado a verla en el hospital, y su seguro escolar cubrió esos gastos.

—Edad fisiológica... cincuenta años —leyó tensando aún más su rostro.

Soltó un suspiro, y con expresión culpable dejó caer las hojas sobre su escritorio, es que ¿acaso ha estado malinterpretando a esa mujer?




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