Otra vez llegas borracho a casa, te esperé todo el día, porque me dijiste que no saliera a la calle. Abres la puerta ignorándome, me paró, igual me ignoras y pasas sobre mí. Quiero decirte que no estás solo, que siempre te acompañaré, pero ya te has vuelto a encerrar en tu cuarto.
Así pasan los días yo igual te espero en casa, porque cuando llegas alegras mi día y toda la espera no significa nada. Hoy tu amigo Juan, dejó un mensaje en la contestadora, dice que no es necesario que vayas mañana al trabajo. Escuchar eso me alegró, porque al fin estarás en casa todo el día. No reprodujiste la grabadora, solo te fuiste otra vez a encerrarte en tu cuarto.
Ha pasado una noche y aun no llegas casa, estoy preocupado, tengo miedo de no volver a verte. Espero con ansias tu llegada. Doy vueltas en la sala, no he dormido nada, tampoco he comido nada de la comida que me dejaste. Escucho el tintinear de las llaves, se acerca cada vez más, sé que eres tú, no te puedo confundir.
Trajiste muchas bolsas, sacas algunas botellas de colores brillantes y llamativos, pero el contenido y el olor es el mismo. También compraste varias pastillas, Brenda, tu hija las tomaba a diario hasta hace medio año. Pero luego un día estaba bajo tierra con mucha gente rodeándola, pero ninguno se atrevía a ayudarla a salir de ahí. Yo lo hice, pero no me dejaron, se enojaron conmigo, me jalaron y alguien me golpeó fuerte. Tú lo notaste y me defendiste, le gritaste y luego nos fuimos a casa.
No me gusta el olor del líquido de esas botellas es asqueroso y sofocante, no sé cómo puedes tomarte varias. Lo hacías después de que Brenda se fue, yo empujaba tus botellas para que se rompieran, te molestabas y me perseguías por toda la casa tratando de alcanzarme. Pero te rendías al no encontrarme, te ibas a dormir, luego salía de debajo de tu cama y me acostaba a tu lado. Me gustaba despertarte con besitos en la cara, para verte sonreír.
Mientras pasaban los días traías menos de esas botellas y eso me alegraba, porque ya no estabas tan oloroso ni sucio. Y empezabas a cocinar para mí también, ya no me estaban gustando las galletas. Antes de salir de casa veías tus fotos con Brenda, sé que la extrañas mucho, yo también, era mi amiga, ella me invitaba comida de su plato y tú la reñías por eso.
Hoy también quiero botar esas botellas, pero no tengo fuerza, no puedo. Te las estas tomando muy rápido, si no es agua no es bueno. Los estuches de las pastillas se están quedando cada vez más vacíos, nunca te vi tomar tantas. Mientras pasan los minutos menos botellas llenas hay.
Subes a tu cuarto y traes fotos de Brenda y míos, los miras y lloras. No me gusta verte llorar, no llores por favor, yo te quiero mucho y estoy a tu lado. Sé que Brenda no está, pero yo sí, estaré contigo toda mi vida.
Esa foto es del domingo que fuimos al parque con la vecina, me divertí mucho ese día. Lo recuerdo perfectamente porque desde ese día no he vuelto a salir. El lunes salías a trabajar, pero yo quería ir al parque, te seguí a la puerta y cuando la abriste salí corriendo. No recuerdo más pero no me regañaste como otras veces, desperté en mi cama. Han pasado dos semanas desde aquel día.
Aunque te prometí no volver a salir, desde ese día me has ignorado, haces como si no me vieras. Aunque si lavas mi plato y me cambias la comida, aunque no la comiera.
Te recuestas sobre el sofá, abrazando las fotos. No te duermas, quiero estar más tiempo contigo. Dormiré a tu lado, porque eso hacen los amigos, siempre se quedan a tu lado.
Me despertaste acariciando mi cabeza, me has perdonado, soy tan feliz. Pero hay algo extraño, el sofá sigue con tu cuerpo encima.
-Vamos –me dices con una sonrisa, haciendo que la duda se vaya, definitivamente eres tú, lo sé, no te puedo confundir. Nos dirigimos a la puerta, se abre, ahí estaba Brenda sonriente, esperándonos.
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Gracias por su tiempo