Mi final feliz

Mi hombre mono

Una semana después… .

Emmett y yo nos veíamos a escondidas. Éramos como dos niños jugando. A veces él me mandaba notas con mi hermano pequeño Javier, de nueve años el cual guardaba silencio a cambio de unos dulces.

"Asómate por la ventana e ilumina éste día nublado por favor, E."

Leí la nota doblada que me entregó mi hermanito y sonreí. Teníamos una especie de amor secreto. Le hice caso y caminé hacia la ventana, corriendo el visillo que me impedía verlo. El día estaba nublado como él había comentado. Abrí la ventana y miré en todas direcciones pero no lo vi. Entonces algo pareció moverse en un gran árbol. En el instante se asoma Emmett con su perfecta sonrisa. Gesticuló un "gracias" y saltó ágilmente para luego sacar una flor de su bolsillo. Era del mismo árbol en donde estaba pero se notaba que la sacó de muy arriba pues era grande y hermosa. Me la enseñó dándome a entender que era para mí. La depositó en el suelo cuidadosamente y me brindó la más perfecta de las sonrisas, de esas que le iluminaban sus ojos.

Mi padre se asomó por la esquina y pude divisarlo desde el segundo piso por ende le di señales a Emmett de "adiós". Él me miró triste pero comprendiendo que debía irse. Con sus labios gesticuló nuevamente algo que me pareció lo mejor que me han dicho en la vida. Pero no quería asegurarlo. No quería creer que Emmett me había dicho "Te quiero". Si me equivocaba y me subía a la nube, el golpe después sería duro y yo ya me había caído y golpeado de la peor forma.

Al acercarse mi padre, Emmett fingió sólo estar caminando por ahí y siguió su curso. Un nudo se me instaló en el corazón al verlo marcharse. Quería que se quedara ahí. Quería mirarlo todo el día, toda la noche, toda mi vida. Sí, me estaba enamorando de Emmett.

-Permiso hija – mi madre entró sin tocar la puerta – ¡sal de la ventana! – me ordenó.

-Sólo quería ver el día…

-Claro, tienes ganas de ver el día pero no de ver a Royce…

Les había indicado a mis padres que no quería volver al hospital pues me hacía daño verlo así. Mi padre me apoyó pero mi madre pensaba que yo como futura esposa de Royce debía quedarme a su lado acompañándolo en su recuperación. A veces me entraban ganas de decirle que si tanto se preocupaba con él que se casara con éste entonces y a mí me dejara en paz.

-Mamá, estaba pensando en comprarle algo a Royce… además tenía ganas de ir al centro para … no lo sé… probarme vestidos. – mentí. Sólo busqué una excusa para encontrarme con Emmett.

-¡Qué gran idea! ¿A qué hora quieres que vayamos?

-En realidad me gustaría ir sola…

-¡No! Aún no encuentran a los vándalos esos. Tú irás conmigo y punto.

Genial, el plan me salió mal. Tendría que aguantar a mi madre hablándome toda la tarde sobre Royce… Royce y más Royce.

Me miré al espejo y comencé a arreglarme. Quizás en algún momento si podría ver a Emmett, o quizás él me vería a mí, así que debía verme más hermosa que nunca.

-¿Para qué te arreglas tanto si Royce no te podrá ver? … - mi madre pensó y luego sonrió – ¡Ohh ya veo! ¡Quieres pasar a verlo!

-¡No! – grité.

Mi madre me miró confundida pero luego el enojo mismo se posó en su rostro.

-¿Me vas a decir que es lo que realmente pasa Rosalie? – ella se acercó a mí con las manos en las caderas, imponiendo su autoridad.

-Mamá… es sólo que no lo quiero ver ahora así… -mentí, poniendo mi mejor cara de dolor.

Ella pareció creerme pues sus manos bajaron de sus caderas para luego posarse en mi cabello, peinándolo.

No hablamos más hasta que salimos de casa. Miraba en todas direcciones para ver si encontraba a Emmett. Incluso a veces miré en los árboles para ver si me encontraba con mí querido hombre mono.

Caminamos por la ciudad y mi madre, conscientemente, me llevó hasta la calle del hospital. Rodé mis ojos pero recordé lo que Emmett me había dicho esa vez. "No. De hecho trabajo acá cerca en un restorant. Soy mesero. Pero hoy está cerrado y sólo soy el tipo del aseo."

-¡Almorcemos! ¡Conozco un restaurante muy bueno cerca de acá!

-Hija, es medio día…- pero yo la tomé de la mano y la guié en dirección al restaurante en donde trabajaba Emmett. Mi corazón empezó a palpitar.

-Es acá – dije en frente del local. Tenía un gran letrero en frente que decía "La delicia de Rochester". Su ambientación no era muy elegante pero si se veía muy acogedor.

-Hija… sabes que podemos costear uno mejor. – mi madre denigraba el local con su mirada.

-Pero acá la comida es muy buena… Es lo que me han contado. – más le vale a Emmett o si no el plan se frustraría.

-Bueno, bueno… - por fin la convencí – entremos.

Mis nervios se acrecentaron. Rogaba porque el lugar adonde se había marchado Emmett, hubiese sido su trabajo. Quería verlo. Había pasado dos horas y ya lo extrañaba. Dimos un paso para entrar al local y mi corazón se detuvo.



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En el texto hay: amor

Editado: 31.08.2023

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