Mi final feliz

Despedida

Narra Rosalie:

Era de noche y me dirigía a mi casa como aquella vez, sólo que ahora no iba sola. Iba acompañada de mi Emmett. Tomados de la mano como una pareja debe estar, bajo la luz de la luna y las estrellas. Nos detuvimos en una pequeña plaza. Él tomó mi mentón con su índice y pulgar y llevó mi boca hasta la suya. Sus manos bajaron hasta mi cintura para juntarme más con su cuerpo. El beso se intensificó y probé su exquisita lengua. Soltó nuestros labios sólo para continuar besando mi mandíbula, descendiendo por mi cuello. Cerré los ojos y me permití disfrutar de aquel placer. Su boca subió hasta mi oreja y en un susurro entrecortado pronunció un "Te amo". Me quedé petrificada pero sabía la respuesta. Sabía que yo también lo amaba y se lo quería hacer saber.

-Yo t—

-¡Rosalie! ¡Despierta hija! – mi madre me levantó de mi ensueño.

Había sido el mejor sueño de toda mi vida y no quería despertar pero ahí estaba, en mi cama, con mi madre frente a mí con una sonrisa en su rostro. Me froté los ojos para poder despertar bien.

-¿Qué ocurre madre? – bostecé. Si no me equivoco aún era muy temprano.

-Royce – pronunció con felicidad. Mis sentidos se paralizaron al oír su nombre. –Royce puede volver a su hogar querida. Lo han dado de alta. Levántate y arréglate para darle una bienv-

Mi madre seguía hablando pero no podía seguir procesando la información. Había vivido mi cuento de hadas por toda una semana. Había sido feliz con una persona verdadera. ¿A caso éste iba a ser el precio que tenía que pagar por no ser ultrajada? ¿Tenía que volver a mi vida de mentira con Royce?

-¡Rose! ¡Despierta niña! Y no afirmes más así las sábanas… Te romperás una uña.

No había notado que mis manos se aferraban a la cama con fuerza. Podía ver como mi mano se ponía roja de tanta ira. No imaginaba como estaba mi rostro.

-Mamá, no quiero casarme con Royce. – las palabras volaron de mi boca como si tuvieran vida propia. Me quedé helada en la cama con el ceño fruncido. Por un lado sentía un gran alivio al decir por fin la verdad, pero por otro lado le tenía un miedo muy grande a lo que diría mi madre.

Ella se dio vuelta lentamente. Su rostro era de confusión pero pasó al enojo mismo en un segundo. Se acercó a mí con rapidez y me propinó una cachetada que me hizo caer en la cama. Me llevé la mano a la mejilla mientras una lágrima amenazaba con salir. La esquivé rápidamente.

-No vuelvas a decir algo así. – la voz de mi madre sonaba tétrica. Cómo si yo hubiese dicho una maldición del mismo diablo.

-¡No lo amo! ¡Y él a mi tampoco!

-¿Tú que sabes del amor? ¡Eres una niña y debes obedecerme! Si yo te digo que lo correcto es que te cases con Royce y formes una familia, es porque te quiero, y deseo lo mejor para ti.

-¡Si tú supieras que es lo mejor para mí no me obligarías a casarme con un abusador! – se lo dije al fin. Mi madre me miró confundida. Empezó a negar con su cabeza mientras sus manos se movían en todas direcciones.

-¿De qué estás hablando Rosalie? ¡Royce es un santo!

-¡¿Un santo?! ¡Ja! Por favor… Royce me—

-¿Qué pasa acá? ¿Por qué el griterío? – mi padre entró en mi alcoba interrumpiéndome.

-Nada… Es solo que Rose está un poco nerviosa pues hoy verá a Royce – me miró seria – su futuro esposo.

-Oh pequeña. Tranquila. No tienes porque estar nerviosa mi vida. – mi padre se acercó a la cama y me abrazó.

-No te preocupes papá. – miraba a mi madre a través del hombro de mi padre. – Es como dijo mamá. Son solo nervios. – le fulminé con la mirada.

-No quiero verte así hija. Sabes que me preocupo por ti – mi padre me besó la frente dulcemente. A veces sentía que era el único que me quería en esa casa pero era demasiado bueno como para notar las malas intenciones de mi madre: Obligarme a vivir en un mundo que ella creía perfecto.

-Claro que no la volverás a ver mal querido. Rosalie va a estar muy feliz ahora que Royce está en casa. – mi madre me lanzó una mirada amenazadora. Miré a mi padre quien me pedía con los ojos una buena respuesta. Una respuesta positiva.

Y entonces mi mentira empezó…

-No te preocupes papá. Estaré bien… - intenté darle mi mejor sonrisa.

-Así es. De hecho se levantaba para visitar a Royce. – mi madre intervino.

Ambas nos miramos con recelo, guardando el verdadero secreto. Ahora tenía la certeza de que si le contaba todo lo que pasó aquella noche a mi madre, ella seguramente no me defendería y me diría que debo cumplir con mi noviazgo. Me sentía atrapada en un mundo en el que sólo había tinieblas y Emmett era la luz, pero estaba tan lejano. Necesitaba irme de acá, arrancarme con él a algún lugar donde nadie nos pueda encontrar jamás. Lo necesitaba más que nunca ya que si él no estuviera en mi mundo, las apariencias y la falsedad se apoderarían de mí. Pero no lo iba a permitir. Ésta es mi vida y yo decido que es lo mejor para mí.

-Quiero que seas feliz hija – mi padre me dijo la frase correcta y en momento exacto.

Me levanté de la cama y corrí hacia donde estaba mi padre. Lo abracé evadiendo las manos de mi madre que se disponían a peinarme. Una lágrima corría por mi mejilla. Fue un momento muy fuerte. Algo de mí sabía que esto era como una despedida. A largo o corto plazo, pero despedida en fin.

-Te quiero papá. – le susurré y cerré los ojos con fuerza, inhalando su aroma para no olvidarlo jamás. Mi padre era bueno conmigo. Era el que más extrañaría.

-Yo también princesa – me abrazó más fuerte.

Luego de ese momento, él salió dla habitación dejándome con mi madre a solas. Ambas nos miramos pero las palabras no salían. Los motivos de ella, no lo sé. Mis motivos: No tenía nada que decirle.

Me peinó el cabello con un dejo de brusquedad, mientras yo me maquillaba. Me coloqué un vestido color blanco bastante cómodo y una chaqueta amarillo pálido.

-Voy a verlo sola, madre. – le impuse. El plan estaba trazado en mi mente. Dolía todo esto pero tenía que hacerlo o me volvería loca.



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En el texto hay: amor

Editado: 31.08.2023

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