Narrador:
Muchas décadas después… .
Era el año 2003. Rosalie y Emmett ambos de 88 años. Tuvieron cinco hijos. Tres mujeres y dos hombres. Todos se casaron y siguieron su vida, dejando a la pareja en una hermosa cabaña apartada de la ciudad y el bullicio. Cada dos domingos, los nietos iban a pasar el día con sus abuelos. Rosalie había cumplido su sueño después de todo. Y mejor aún, junto a su esposo Emmett, quien la adoraba por sobre todas las cosas. Vera y Henry mantuvieron el contacto con la pareja. Eran muy amigos pero por cosas de familia tuvieron que mudarse a Europa así que el contacto sólo era por cartas. Un día soleado, los ya ancianos Rosalie y Emmett, descansaban en la terraza de su hogar. Cada uno en una mecedora. Nada más que contemplando el día.
-Gracias – habló Rosalie en su delicada voz de mujer de edad. – Gracias por darme la vida que siempre deseé. – ella le dirigió una mirada cargada de ternura.
-Gracias a ti por aceptarme en tu vida… Por darme hijos tan hermosos. Por permanecer a mi lado hasta ahora. – él tomó su arrugada mano y miraron de nuevo el horizonte.
Rosalie había borrado todos sus malos recuerdos. Su vanidosa vida no le llegaba ni a los talones a la maravillosa historia que había formado junto a Emmett. Un hombre que la quería de verdad, que la respetaba, y aunque no vivieron como reyes, fue el amor el que reinó en su hogar día tras día.
Emmett se sentía satisfecho. A pesar de toda expectativa, y peleas con Royce, él pudo tener a la mujer que le quitaba el sueño. Era el tipo más feliz de la tierra rodeado de una gran familia y por supuesto, su Rose.
-Te amo mi hermosa – le recordó Emmett. La miró pero ésta tenía sus ojos cerrados. Entonces se dio cuenta que la mano que sostenía ya no ejercía ninguna presión. Rose había partido.
Emmett se quedó en su lugar, sin moverse. Sólo mirando a la mujer que yacía en la mecedora. Sus canas fueron iluminándose con la puesta de sol. El anciano no sintió pena, pues sabía al fin que ella estaba tranquila. Que había muerto feliz y dichosa de haber tenido la vida que desde pequeña soñó, e incluso mejor.
El crepúsculo se hizo presente sobre la pareja. Él no dejó de mirarla nunca hasta que se dejó llevar por su alma. Entonces Emmett cerró sus ojos en un sueño eterno, siguiendo a la mujer de su vida, acompañándola donde fuera.
Y así es como Rosalie tuvo su vida plena junto a Emmett. Sus hijos les dieron nietos maravillosos los cuales disfrutaron. En donde quiera que vayan las personas al morir, ahí ellos estarían juntos, porque ellos estaban destinados a amarse. Eran almas gemelas, y ese día quedó demostrado que uno no podía vivir sin el otro. Si uno se iba el otro le seguía. Rosalie era el corazón de Emmett. Después de todo, ambos tuvieron un verdadero final feliz… .
FIn.