Esos ojos rojos estuvieron presente en toda mi noche.
Pero apenas se asomó la mañana, salté de la cama con solo una cosa en mi cabeza, el beso de la apuesta. Dios estaba tan feliz, creo que nada iba a poder sacarme esa alegría.
Fui hasta el baño, me bañe, me cambie, me peine y salí corriendo a desayunar. Parecía como si me hubiera ganado el mas grande premio del mundo.
—Dylan —le grite mientras corría hacia su mesa.
—Hola —dijo molesto.
—¿Qué sucede?.
—Nada, ¿ por qué lo dices? —estaba realmente molesto por algo, no podía ocultarlo.
—Capaz que es por la mala manera en la que me hablas —dije obvia.
—Como crees —se hizo el tonto.
—Bue, como sea, no interesa ya que yo ya gane mi beso- sonreí.
—Lo sé —gruñó.
—¡Me lo tienes que dar! —me queje al ver su postura.
—Cállate —gritó mientras se levantaba me miró molesto y se alejó.
Ufa qué le pasa, si no me da mi beso lo matare ahora que si puedo utilizar mi magia. Me aguanté un gran castigo por su culpa y si no me da mi premio lo castrare, realmente estoy muy enojada.
—Ama.. ¿se encuentra bien? —habló Sebastián, sentándose a mi lado.
—Digamos que estoy teniendo pensamientos malévolos en este momento.
—Ama, ¿Por qué su tenedor flota mientras apunta hacia Dylan? —preguntó algo asustado.
—Por qué voy a matarlo —respondí histérica, enojada. ¡Colérica!
—Veo que al fin usa su magia —intentó cambiar de tema.
—Si, se siente genial —sonreí con sarcasmo.
—De acuerdo, creo que deberíamos calmarnos —dijo mientras agarraba aquel tenedor que estaba listo para lastimar a Dylan.
—Déjame —me crucé de brazos molesta.
—Si hace eso la directora, que la está observando, la castigara —habló señalando con la mirada —y por mi parte, no quiero que salga herida.
—Buenos días Cornee —apareció muy contenta Dianna
—¡Buenos días !, ¿Cómo dormiste? —sonreí.
—Genial —río picara —Hoy me vienen a buscar.
—En serio, quiero conocer a tu princesa ... Mérida —me incorporé emocionada del asiento.
—¡Si!, seguro que le gustaras, ella es muy buena.
Ambas, por algún motivo comenzamos a reírnos a carcajadas, mientras que el Singapura, Sebastian, nos miraba algo preocupado por nuestra salud mental.
—My lady, debemos irnos a clases, sino se hará tarde —nos interrumpió y se incorporó.
—Si, cierto. Adiós Dianna, no te olvides de presentarme a tu Princesa.
—Nunca, adiós, tambien iré a clases —saludó con energía y se fue a toda prisa.
Dylan se acercó a nosotros y los tres nos dirigimos hacia el aula.
—¿Qué haces con Cornee gato sucio?
—Evitar que te mate con un tenedor —él respondio irónico.
—Ya no peleen, son irritantes —revolee los ojos.
—Lo siento ama.
—Tu no eres el problema Sebastian.
—Gracias —sonrió contento.
Entramos y solamente estaba Leila, sentada con cara de pocos amigos.
—Dylu —grito mientras se acercaba eufóricamente.
—No me toques —ordeno Dylan mientras intentaba sacársela de encima.
—Bueno, creo que los dejó solos, suerte —rea molesta.
—Ama, baje esa silla.
—No quiero —respondí tal cual una nenita de 4 años.
—Por favor —suplico.
—Ash de acuerdo, solo porque tu me lo pides. No me dejas divertirme —la deje caer bruto.
Sebastian se sobre salto por el ruido, me miro y sonrió.
—Vamos a sentarnos.
—Si como digas —respondí molesta.
—Bien clase —La profesora me miro —. Hoy la señorita Cornellia nos Iluminara con su magia, ya que la clase anterior tuvo un acto rebelde, supongo que esta vez no va a negarse.
—¿Yo? —soné sorprendida.
—Si tu, ven aquí y has lo que mas ganas tengas de hacer, obvio siempre usando magia, demuéstranos lo que puedes hacer —habló desafiante, como si pensara que otra vez iba a rehusarme.
—¿Lo que sea? —pregunte parándome en el frente del aula.
—Si lo que sea —rio con cinismo.
—Okey.
Maldita Leila, mi venganza.
Con unos chasquidos y unos cuantos pensamientos malvados, Leila terminó con un balde de agua, un perro rabioso siguiéndola y una muy fea manicura... que mala soy.
La profesora me miro entre sorprendida y enojada.
—Usted dijo que podía ser cualquier cosa —aclaré antes de que ella dijese algo que me perjudicara, y me volví a mi lugar.
—¿Qué fue eso? —hablo Sebastian.
—No te preocupes ya me siento más tranquila —suspire.
La profesora optó por dejar pasar ese incidente, ya que yo le remarque si podía hacer lo que quería y su respuesta fue que si.
—Ama por favor contrólese de ahora en más ¿si? —preguntó consternado.
—Claro lo intentare—. respondí mientras el timbre de fin de clases sonaba
Nos dirigimos hacia mi cuarto porque me había olvidado de tomar mi móvil.
—Solo espera aquí, tomo mi móvil y salgo.
—Si, no me moveré.
Al entrar al cuarto había algo muy extraño en el ambiente, se sentía pesado y sombrío. Obviamente algo había entrado a mi cuarto.