Pov Cornee
—¿Dylan… cómo es que sos mi gato? —pregunté, no confundida… sino hiper confundida. Nivel: necesito un café, una explicación y una siesta.
—Es algo complicado —respondió, bajando la mirada.
Lo miré mejor. Tenía la remera manchada de sangre, el brazo también. ¿Cómo me olvidé que estaba herido?
—¿Estás bien? —pregunté, aún en shock. No sabía si abrazarlo, gritar o salir corriendo. ¡Era demasiado!
—Sí… anda, llévame —dijo, volviendo a su forma de gato frente a mis ojos.
Parpadeé tres veces.
—Pero si podés caminar como humano… ¿por qué me pedís que te cargue? —pregunté, extrañada.
—¡Es que me duele! —respondió, poco convincente.
—Ajá… claro. Sabés que si lo pedías igual te iba a llevar, ¿no? —le dije mientras lo abrazaba fuerte—. Sos un mimoso, eso es lo que sos.
—Shhh, llevame en silencio —gruñó, tímido, escondiendo la carita.
—¿Podés hablar siendo gato? —pregunté con emoción.
—¡Claro que sí! Pero ahora... silencio —bufó, volviendo a hacerse el rudo.
(...)
Al llegar a casa, mi madre no estaba. En la cocina había una nota:
"Salí al cine y a cenar con unas vecinas."
Recién las conocía y ya estaba saliendo con ellas... claramente salí a ella. Después de todo, yo también había traído a casa a un chico que conozco hace dos días. Aunque, técnicamente, ya lo conocía desde antes… como gato.
Fui al cuarto y vi a Dylan —versión gato— con una herida que seguía sangrando.
—Mmm… te voy a llevar al veterinario. Sí, eso voy a hacer —dije, decidida.
—¡No! ¿Qué decís? Solo traé el botiquín —protestó, molesto y con las orejas gachas.
—Ok, ok… ya vuelvo. No te muevas —dije, saliendo de la habitación.
Al regresar, Dylan estaba en su forma humana. Sentado en la cama, medio torcido del dolor. Me acerqué sin decir nada y empecé a desinfectarle la herida.
—Agh... —se quejó con un quejido bajito, muy felino. Admito que se veía demasiado tierno.
Ahora que lo pensaba… Dylan era como un gato en su esencia también: arisco, desconfiado, pero suave cuando lo acariciás con el corazón.
—Listo. Ya estás desinfectado y vendado —dije, guardando los elementos.
—Gracias… ¿puedo quedarme acá esta noche? —preguntó en voz baja, como si temiera mi respuesta.
—Claro que podés. ¿No te dije que podías venir cuando quisieras?
—Pero eso fue a Dylan el gato… —dijo frustrado.
—Y vos sos Dylan igual. Podés venir cuando quieras, como quieras —le dije con una sonrisa.
—Gracias —murmuró, aliviado.
—¿Y tus padres? ¿No se van a preocupar? —pregunté, dudando.
—Mi madre murió, y mi padre… bueno, es alcohólico. Cuando me ve, generalmente me golpea, así que no. No creo que le importe —dijo entre risas, como si no doliera.
—Ay, perdón… no quise hacerte sentir mal.
—No me siento mal, de verdad.
Pero sus ojos decían otra cosa. No importa cuánto sonriera, sus ojos hablaban de abandono, dolor, y una tristeza vieja. Yo no sabía mucho sobre cómo curar heridas emocionales, pero algo en mí se activó. Quería protegerlo.
—¿Y el tuyo? —preguntó de repente.
—Murió hace un par de años —respondí, agachando la cabeza.
—Perdón, no debí preguntar…
—No pasa nada. Podés preguntar lo que quieras. Si no, ¿cómo vamos a conocernos mejor? —le dije, con una sonrisa sincera.
Dylan me miró con una mezcla de culpa y ternura.
—¿Por qué lloraste el primer día del cole, cuando volvías a casa? —preguntó con un hilo de preocupación.
—Fue por ese chico… Nathaniel. Me empujó, me tiró jugo encima… fue horrible. —Me estremecí con el recuerdo—. ¿Puedo poner música?
—Qué imbécil… cuando lo vea le voy a romper la cara. Sí, poné música.
Puse una playlist tranquila de fondo.
—¿Por qué te molesta tanto? —pregunté, alzando una ceja. Apenas nos conocíamos… ¿por qué se enojaba tanto?
—Porque sí. Porque sos la persona más dulce, buena y linda que conocí. No entiendo cómo puede haber idiotas que te hacen llorar. Solo pensarlo me eriza la piel —respondió, mirando a otro lado.
—¿Qué te pasa? —preguntó, al ver mi expresión.
—Nada… es solo que hace tiempo nadie me dice cosas tan lindas. Creo que… voy a llorar.
Mi ex… nunca fue así. Nunca me dijo que era linda. Nunca fue tierno. Me trataba como si yo fuese invisible… y, sin embargo, lo amé con locura. Porque en su momento, era todo mi mundo. Todo mi universo. Y sin él, yo sentía que no era nada.
—No… no llores —dijo Dylan con voz suave, mirándome con esos ojos llenos de soledad que me partían el alma.
Pero no pude evitarlo. Las lágrimas salieron. No solo por mi ex, sino por todo. Por Dylan. Por su dolor. Por mi necesidad de sanar.
—No llores, por favor… —repitió, acercándose más.
Me acarició la mejilla, con cuidado.
—Todo lo que dije es verdad. Sos la persona más hermosa que conocí. Y no hablo solo de afuera… Sos hermosa por dentro. El que no lo vea… está ciego.
Me secó las lágrimas con sus dedos. Luego me abrazó, fuerte, como si no quisiera soltarme nunca.
—No llores más. Siempre voy a estar para vos. Nunca voy a lastimarte. Te lo juro.
Y por primera vez en mucho tiempo… sentí que alguien lo decía en serio.
Hola ¿que tal les parece mi nove? gracias a los que leen y la votan se los agradezco mucho.
Los quiero :*