La mansión, era aún más terrorífica por dentro.
—¿Y ustedes saben de quien me enamoré?
—No, nosotros sólo sabemos que llegan acá por una razón y nada más —suspiró —.
Bien está es la 505.
—Gracias —Sonreí agradecida.
—Si, no duraras ni una semana —susurró.
La habitación olía horrible, no había ventanas; estaba todo sucio y daba asco.
Con mi escaso conocimiento de magia mucho no iba a poder hacer, así que decidí ir a la biblioteca y empezar a estudiar todo lo que pudiese.
*¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! *
Mientras iba buscando la biblioteca me encontré con un cúmulo de gente festejando una confrontación de estudiantes.
Comencé a acercarme, por curiosidad, pero alguien me tapó la boca y me arrastro lejos.
—¿Quién eres pequeña gatita? —Un muchacho me acorraló contra la pared.
—No soy una gatita —respondí. No iba a dejar que me intimide. Ya no iba a permitir que otros me tratasen como deseen.
—Eres ruda eh —rió y acarició mi mejilla con suavidad.
—¡Detente! —grité y lo empujé con ambas manos.
No sólo logré sacármelo de encima, si no, que también, sin darme cuenta, detuve el tiempo.
—¡Que suerte tuve! —sonreí mientras miraba mis manos.
Sin perder mas tiempo, corrí lejos; me escondí atrás de una estatua y chasquee los dedos para volver el curso del tiempo.
—¡Ps..! Oye —escuché.
—Mm —Me voltee.
—Por aquí —susurró.
—... Pared me estás hablando —confundida coloqué mi oído sobre el frió mármol de la pared.
—Algo así —se escucharon risillas.
Luego unas manos me tomaron de los hombros y me hicieron pasar la pared.
—Hola, soy Lis, el fantasma del castillo. —extendió su mano para estrecharla con la mía.
—¿¡Qué!? —Me caí hacia atrás.
Odio los fantasmas
—Si... —bajo su mano —. Puedo ver dentro de ti, y se que no eres una mala persona. Así, que quiero ayudarte —sonrió —. ¿Por qué estás aquí?
—Por enamorarme de un hombre gato —suspiré e ignoré el hecho de estar empezando una conversación con un fantasma.
—Eso es algo que odio, castigos sólo por amar. Eso es cruel —Liz molesta se cruzó de brazos. Creo que si tuviese pies, hubiese golpeado el piso molesta con ellos.
—Lo mismo pienso —suspiré —. ¿Sabes donde está la biblioteca? —cambié el tema.
—¡Oh! Si sígueme.
Entramos por unos pasadizos y llagamos a un muro de piedra que ocultaba en el una puerta. Lis atravesó la pared y me abrió desde el otro lado.
Abrí mi boca sorprendida —Es muy grande —balbucee.
—A que si —Lis cerró mi boca.
—Lis, ¿sabes si llego alguien llamado Dylan? —me atreví a preguntar.
—¿Dylan?, la verdad no me acuerdo, pero lo buscaré.
—Gracias.
Nos despedimos y comencé a buscar libros de hechicería.
—¡Cornellia! hora de tu castigo —la directora irrumpió el silencio.
—¿Eh? ¿Ca-castigo? ¿Por qué?
Ella, ignorando mi pregunta, hizo unas señas y un troll me tomo del cabello; y sin pudor me arrastro todo el camino hacia una celda.
—Estarás aquí dos días, sin comida, sin agua y sin luz. Si te revelas alguien entrará a golpearte y no quieres eso¿verdad?. Ten cuidado, puede haber otro desesperado ahí dentro —rió con maldad.
Negué con la cabeza y entre obediente.
La habitación era completamente oscura.
Al segundo logré escuchar un gruñido.
—¿Ha-hay alguien? —tartamudee asustada.
Recordé que mi madre me había enseñado un hechizo de luz y sin dudarlo lo utilicé.
Una bola de luz salió de mi mano y se instaló en el punto más alto del cuarto.
El lugar era grande y horrible.
Había ratas y una persona.
—Di- disculpa —hablé asustada.
Como respuesta, aquella persona solo gruñó.
—¿Estás bien ?, ¿necesitas algo?
—Eres muy ruidosa —gruñó nuevamente.
¿Mm...?
—¿Dylan ? ¿Eres tú? —me acerqué.
Él levanto la cabeza y para mi sorpresa estaba en lo correcto. Él estaba todo sucio, lleno de heridas y mucho más flaco desde la última vez que le vi.
Me miró con ojos llorosos.
—Todo estará bien —tome el libro que había logrado ocultar y busque un hechizo de comida.
Cuando lo encontré sin dudar comencé a practicarlo. Tenia que ayudarle, costara lo que costara.