Mi gato

Capítulo 35: ¿Celos?

Pov Dylan: 

¿Quién se supone que es ese chico?, creo que hablan demasiado, es decir, estamos en clase no se puede hablar a través de "mensajitos", acaso no piensan que el profesor los puede descubrir. A demás ¿por qué Cornellia acaba de sonrojarse? ese traidor,  ¿¡qué es lo que le esta diciendo!?

Controla tus celos —me susurré por lo bajo. 

No son celos —me corregí mentalmente —no te confundas. Solo me da molestia que hablen y estén tan felices en clases, ¿quién esta feliz en la clases de matemáticas?  ¡Nadie!

Si tu no estas celoso, yo no soy tu conciencia.

La hora de matemáticas se me había echo eterna, pero por fin había concluido. La clase que seguía era habilidades, obviamente ya había ganado la apuesta.

—Separense por habilidad y luego muestren lo que les enseñe la clase pasada —Anunció la profesora entrando al aula. 

Claramente yo ya gané - sonreí y voltee a verla. Parecía que estaba en un gran dilema.

Primero fueron los Grandes traidores de nuestra especie los Singapura, que entre ellos estaba el que le estaba coqueteando a Cornee, después nos toco a nosotros los perfectos hombres gatos, a nosotros nos había enseñado a hacer algo patético, es decir, todo hombre gato ya sabe como transformarse en el aire es algo básico por así decirlo, pero bueno la profe manda, y los hombres lobo que fueron los que nos siguieron  hicieron un desastre, la profe hizo como una luna ficticia con sus poderes y ellos tenían que soportar el no transformarse, obviamente solo lo pudo hacer el Alpha,  este es el rey de los hombres lobo, o el que manda o como sea que se llame su categoría. Su nombre era Dean y este parece que se traumo con Cornee, ya que no deja de mirarla intentando parecer disimulado, pero obvio no lo es, y me molesta. ¿Qué tiene ella de tan especial?.

—Ahora los hechiceros —ordeno la profesora.

Si el momento que tanto esperaba..

—Cornellia es tu turno —volvió a hablar. 

le sonreí de lado a Cornee, por que claramente ya gané.

—No puedo —respondió y rápidamente la sonrisa que tenia se borro. Esta chica, como va a negarse a la profesora. Esto no va a terminar bien 

—¿Cómo dice?

Por favor, Corneelia, hazlo.

—Digo que no lo voy a ser —volvió a negarse.

—¿Cómo se atreve a desobedecer una orden de su maestra?

—Lo siento.

—Con un lo siento no aprenderás la lección, pequeña mocosa.

—¿Qué debo hacer entonces? —preguntó sorprendida.

—Seras castigada a delante de todos tus compañeros para que aprendas, y ellos vean lo que pasa por no hacer caso.

Hay dios eres una... ¡Haz lo que te pide!  

—¿C-castigada ? —tartamudeo —¿qué me harás?  —se notaba lo aterrada que estaba con solo oír su voz.

—Señorita no lastime a my lady. Castigarme a mi —se metió el traidor del singapura. 

—¿My lady? —cuestionó la profesora confundida.

—No Sebastian. Esto es cosa mía, no te metas —ella le ordenó.

—Pero...

—No te metas ¡Es una orden!  —Lo interrumpió.

¿Qué se traen estos dos? ¿¡No me digas que él es su compañero!?

—De acuerdo, si es una orden, no hay nada que pueda hacer —respondió. Por su cara, podría decirse, que estaba al borde del llanto.

La profesora  era hechicera, así que con un poco de magia la colgó dejando su espalda a la vita de la clase y su rostro mirando a la pizarra.

Cornellia, ¡idiota! No alcanzaba a verle la cara, pero seguro estaba aterrada, me estoy preocupando.

—Serán diez azotes —la profesora rió emocionada.

¡Diez azotes! Acaso quiere matarla. ¿No ve que su cuerpo es frágil?

La profesora, luego de decir, eso le rompió la remera dejando su espalda al descubierto. Note como ella se tenso; el singapura estaba entrando en una especie de ataque de pánico, se estaba hiperventilando; y  el alpha, Dean, estaba admirando la espalda de ella, no estaba al tanto de la situación. 

—Singapura asqueroso cuenta conmigo —rió la profesora

—U-un-uno —habló alterado su compañero.

—Si no cuentas bien serán diez más, así que ten cuidado, o tu ama perderá mucha sangre.

Cuenta bien pendejo o te mato. 

—D- dos 

La espalda de Cornee comenzaba a sangrar y se marcaban los latigazos. Su blanca piel se veía lentamente manchada por la sangré

—Tres

La profesora se le acerco al oído y pareció que le susurró algo.

—Cuatro. 

Solo seis mas, aguanta. 

—Cinco. 

Me moví un poco en mi asiento para poder ver su rostro, su labio inferior apretado entre sus dientes y un hilo de sangre cayendo por él. Claramente estaba sufriendo mucho




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