—Cornelia ¡apúrate! —grité desde el otro lado de la puerta.
—Es que, necesito ropa limpia y, recordé que tengo prohibido utilizar magia.
—¡Eh! ¡Es enserio! —realmente estaba perdiendo cada rastro de paciencia en mi.
—Si —susurró.
—De acuerdo —suspiré —iré a tu cuarto por algo de ropa. Espera a que vuelva.
—Pero —se quedó en silencio por unos segundo —no tengo ropa. Es que, no me dejaron empacar.
—¿Y entonces? —intenté controlarme para no matar a alguien.
— Yo, no se —su respiración comenzó a agitarse, como si se estuviese hiperventilando.
—De acuerdo, tranquila —hablé con calma —. Te prestare algo mio, pero acuérdate de lavar tus ropas para mañana.
—Gracias —murmuró para luego abrir la puerta del baño.
—¿¡Q-qué haces mujer!? ¿¡Acaso estás loca!?
—So-solo voy a tomar ropa tuya, como dijiste —tartamudeo con inocencia.
Sin pudor le dedique una rápida mirada. Ella se encontraba cubierta por la toalla, gotas de agua se paseaban por sus hombros y sus mejillas se encontraban sonrojadas por el calor del agua.
Me voltee nervioso.
—No necesitabas salir del baño, yo iba a dártelas sin necesitad de abrir toda la puerta — puse todo mi esfuerzo en no tartamudear al hablar y comencé a buscar algo que darle.
—Ah —rió.
—No es gracioso — la reté —, toma —resoplé.
—Esto —me miró con desagrado —, me va a quedar gigante.
—Mira —me tomé del puente de la nariz ya listo para explotar —es eso o nada.
—Esta bien, prefiero esto antes que nada.
Entró nuevamente al cuarto de baño y en unos minutos salió.
Realmente se veía muy tierna, y al mismo tiempo graciosa.
—Se que quieres reírte —gritó enojada.
—No, ¿qué te hace pensar eso? —la burlé.
—Por empezar, tu mano cubriéndote la boca y tu rostro todo rojo.
—Son solo tonterías tuyas, anda, vamos o nos castigaran.
La tomé fuerte del brazo y corrí lo mas rápido que pude hasta el aula.
—Ya —al verla, ella parecía traumatizada, como si su vida hubiese estado en peligro —llegamos — reí mientras acomodaba, un poco, su despeinado cabello.
—Podrías ser mas cuidadoso, no crees, o al menos avisarme que harás algo así. —estaba realmente molesta.
—Sh, gracias a mi te salvaste de un gran castigo, deberías agradecerme —reí.
—¡Deja de reírte de mi! —gritó histérica.
—Es que, en serio, es tan gracioso —estallé en carcajadas.
—Jefa, ¿qué le sucedió —el irritante singapura llego a escena.
—Sebastian —gritó para luego correr a sus brazos.
—Tsk, estúpidos —susurré molesto.
—Ayúdame a arreglar mi cabello —le suplicó a Sabastian.
—Claro mi princesa, como desee —aquél felino traidor parecía tan contento de tocar el cabello de Cornee, que parecía que había encontrado una mina de oro.
—Eres el mejor.
—Dan asco, demasiado amor para mis ojos —los tapé con ambas manos y los esquive para llegar a mi asiento.
—Oye, será mejor que dejes a mi chica, despreciable gato traidor.
¡Genial! por si era poco, llego el idiota de Dean
—¿Disculpa? —habló Cornee sorprendida.
—Si, mi luna. Tu eres mía, eres mi pareja, mate y estaremos juntos por siempre —canturreó enamorado.
—Pues lo siento, pero no quiero.
—¿Eh? ¿Cómo que no quieres? —cuestionó confundido.
—Yo, ya tengo un dueño. Y no necesito de otro.
—¿Quién es ese maldito? lo matare —sus ojos se habían vuelto rojos —. Te haré ver que yo soy miles de veces mejor que él.
—Si deseas matarlo, mejor, no te lo digo.
—Anda dulzura, dime quien es. Te aseguro que con migo seras mil veces mas feliz.
—No te lo voy a decir.
—Jefa —Sebastian entró en la conversación —para que deje de molestarla, debe rechazarlo.
—No, mi luna no hagas eso. Si me rechazas oficialmente yo podría morir —murmuró con tristeza.
—¿Morir? —ella se sobresaltó.
—Si mi luna, por eso tienes que aceptar ser mía para siempre. Yo te prometo que te haré la luna mas feliz que aya existido.
—Lo siento, en serio lo siento. Pero yo ya amo a alguien —suspiró —pase tantas cosas por él —sonrió con dulzura —. No voy a permitir, que nada, ni nadie me aleje de él. Verdadera y sinceramente lo siento.