Misato despertó con una ligera confusión, sintiendo la suavidad de las sábanas y el cálido aliento que lo envolvía. Al girar la cabeza, se encontró con la mirada intensa del general Tori. Ambos se miraron fijamente, un silencio cargado de tensión se apoderó del espacio entre ellos. Misato sintió cómo el rubor se apoderaba de su rostro, incapaz de sostener esa mirada penetrante, así que apartó la vista. Sin embargo, Tori, con un gesto decisivo, le tomó el rostro con firmeza y le susurró al oído, su voz grave y suave resonando en el aire: "Ya no puedo más, perdón."
Antes de que Misato pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Tori lo atrapó en un beso apasionado, un roce que encendió llamas en su interior.
—Espera... —logró murmurar Misato, pero Tori lo interrumpió.
—No hables —respondió el general, mientras sus manos hábiles comenzaban a desabotonar la camisa de Misato, revelando su pecho.
Con delicadeza, pero también con una urgencia palpable, Tori se posicionó sobre él, dejando caer las sábanas que los cubrían, mientras sus labios recorrían el cuello de Misato, provocando una serie de escalofríos que subían por su espina dorsal. Misato, abrumado por la mezcla de vergüenza y deseo, intentó cubrirse el rostro con el antebrazo, pero la mano de Tori se deslizó bajo su camisa, explorando su piel con una confianza desbordante. Sus dedos trazarón el contorno de su pecho, recorriendo cada centímetro con una intensidad que lo ponía en llamas.
—Tori... —susurró, tratando de detenerlo, pero su resistencia fue en vano. Tori, decidido, le retiró los pantalones y la camisa, comenzando a tocarlo con una destreza que lo dejaba sin aliento. El roce de sus manos sobre su piel era como un fuego que se extendía por todo su cuerpo, despertando un deseo que no podía controlar.
Finalmente, Misato se rindió a la pasión del general, permitiendo que Tori lo guiara en esa danza de deseo. Tori lo tomó por la cintura y lo giró con delicadeza, susurrando al oído: —Te dolerá un poco.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Misato al sentir el dolor, pero pronto fue invadido por un placer abrumador, dejándose llevar completamente por la entrega del general. El cuerpo de Tori se movía con una sincronía perfecta sobre el suyo, cada movimiento, cada roce, cada susurro, era una explosión de pasión que lo envolvía por completo. Misato, sintiendo la intensidad del momento, se aferró a Tori con fuerza, buscando refugio en su cuerpo, en su calor, en su dominio.
En ese instante, Misato experimentó una sensación completamente nueva, una explosión de placer que lo inundó por completo, una sensación que lo dejó aturdido y sin aliento. Era una experiencia que lo marcaba para siempre, una experiencia que lo conectaba con Tori de una manera profunda e intensa.
A la mañana siguiente, Misato se despertó primero, sintiéndose aturdido. De repente, las imágenes de la noche anterior comenzaron a aflorar en su mente, y un pensamiento cruzó su cabeza: "¿Fue un sueño?" Pero al girar la cabeza, se encontró con la figura dormida de Tori a su lado.
Misato quedó inmóvil, mirando al vacío, tratando de comprender lo que había sucedido. Fue en ese momento que el general despertó y, al notar su expresión, le dijo con tono suave: —Ey, acuéstate. Estás enfermo.
Misato lo miró, una mezcla de vergüenza y confusión en su rostro. —Pervertido, ¿ahora te acuerdas? —murmuró, cubriéndose hasta la cabeza.
Tori se levantó y comenzó a vestirse, con una sonrisa traviesa en los labios. —No te levantes hasta que vuelva —le dijo, mientras se dirigía hacia la puerta, dejando a Misato sumido en sus pensamientos y emociones.