Mi general

Frio

El reloj marcaba las 9:00 pm y Akira seguía inmerso en su trabajo. Un escalofrío recorrió su espalda, haciéndole girar en su silla. La ventana estaba abierta, y la fresca brisa nocturna ya se sentía en el aire. En silencio, se levantó y la cerró. Al volver a su escritorio, suspiró con pesar: "Dios, aún me queda mucho por hacer".

Con un gesto cansado, tomó su paquete de cigarrillos y salió al exterior. Se sentó en el escalón de entrada, encendió un cigarrillo y contempló la noche estrellada. El frío se sentía agradable en su piel.

De pronto, sintió algo sobre sus hombros. Al voltear, vio una campera. Levantando la mirada, se encontró con el teniente Arias.

"Disculpe, se...", comenzó Akira, pero Arias lo interrumpió con una sonrisa cálida.

"Descuida, ya terminaste el trabajo. Hace frío, es mejor que te abrigues".

"Gracias, señor, pero no tengo frío", intentó replicar Akira, pero Arias lo detuvo con un gesto suave.

"Quédatela, hace frío. ¿Puedo sentarme a tu lado?", preguntó con una leve sonrisa.

Akira, con un leve tartamudeo, asintió.

"No saliste en todo el día. Fui a buscarte a la oficina para darte algo de comer, pero no te vi", dijo Arias con un tono de preocupación.

"Disculpe las molestias, no hacía falta. Solo vine a estirar las piernas, ya sigo trabajando", respondió Akira.

"No hace falta", dijo Arias con una mirada que transmitía comprensión.

Un silencio cómodo se instaló entre ellos. Akira, con su cigarrillo en la mano, no sabía qué decir.

"Es tu primer día. No te castigues tanto. No quiero que te enfermes", dijo Arias con un tono paternal. "Hace poco, uno de mis subordinados se enfermó por esforzarse demasiado".

"No pasa nada, no suelo enfermarme", respondió Akira, sorprendido por la preocupación de Arias.

Arias se levantó. "Puedes quedarte con la campera. Procura dormir hasta mañana", dijo antes de marcharse.

Akira se quedó pensativo. "¿Qué le pasa? Parece amable, pero ningún oficial me ha tratado así antes", se dijo a sí mismo. "Mejor vuelvo a trabajar".

Al entrar a su oficina, se encontró con un café caliente y unos onigiris recién hechos. Un rubor se apoderó de sus mejillas. Se sentó frente a la computadora y se puso a trabajar, con la campera de Arias sobre sus hombros.

Arias, en su cuarto, se recostó en la cama. "Se habrá dado cuenta", pensó en voz alta, acariciándose la cara. "Ese niño... es tan delgado que parece que se va a romper. Su cabello negro y delgado, Dios... no es justo, es tan lindo". No podía controlar sus pensamientos hacia Akira. Agarró su almohada y la presionó contra su rostro, tratando de calmarse. "Mañana será otro día", susurró.

A la mañana siguiente, como siempre, el día comenzó temprano con la diana. Arias salió de su cuarto y se encontró con el general Tori.

"Buen día, ¿ya te vas?", preguntó Arias.

"De hecho, venía a buscarte", respondió Tori.

"¿Por qué?", preguntó Arias con asombro.

Tori suspiró. "Son las 7:30, ya es tarde. Miyo vino a decirme que Akira está durmiendo en su escritorio".

"¿Qué?", exclamó Arias, con un tono de incredulidad. "¿Cómo puede ser?"

"No sé si no lo sabes tú...", dijo Tori con un tono de insinuación. "Llévalo a alguna parte, hazte cargo. Ya sé que lo miras raro, anoche lo fuiste a ver".

Arias lo negó rotundamente, con un gesto de asombro. Tori se rió. "Yo sé que te gustan los hombres, pero si vas a jugar tus juegos aquí, no...", dijo con un tono autoritario.

Arias lo miró con una expresión fría. Agarró su chaqueta y salió corriendo hacia la oficina.

Al llegar, encontró a Akira profundamente dormido en su escritorio, con la cabeza apoyada en sus brazos. La campera de Arias aún estaba sobre sus hombros.

Con un suspiro, Arias se acercó a Akira y le tocó suavemente el hombro. "Akira, despierta", dijo en un tono suave.

Akira se movió un poco, pero siguió durmiendo. Arias suspiró de nuevo y lo sacudió con más fuerza. "Akira, tienes que levantarte", dijo con más firmeza.

Akira abrió los ojos con dificultad, con un leve bostezo. "Arias... ¿qué hora es?", preguntó con voz ronca.

"Son las 7:30", respondió Arias. "Tienes que descansar, no puedes trabajar así".

Akira intentó levantarse, pero se tambaleó y casi se cae. Arias lo sujetó con cuidado. "Déjame ayudarte", dijo.

Akira se dejó llevar por Arias, con un leve rubor en sus mejillas. Arias lo cargó con cuidado, como si fuera algo frágil. Lo llevó a la parte de atrás de la oficina, donde había un pequeño espacio con una bolsa de dormir.

Con cuidado, Arias lo acostó en la bolsa de dormir. Akira se acomodó con un suspiro de satisfacción. Arias lo observó por un momento, con una sonrisa suave.

"Descansa", dijo Arias. "Te veré más tarde".

Arias se quedó mirando a Akira por un momento más, antes de salir de la oficina. No podía dejar de pensar en la fragilidad de Akira, en su belleza y en su dedicación.



#6629 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amigos compañeros

Editado: 03.11.2024

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