Mi general

Soldado gay

El sol de la tarde le picaba la nuca, un calor que se extendía por su cuerpo como un fuego lento. Necesitaba cigarrillos, una tarea sencilla que, por el cansancio, le daba pereza. El uniforme militar, normalmente una fuente de orgullo, ahora le pesaba como una losa. Al doblar la esquina, se topó con una oleada de risas chillonas, un sonido familiar que le heló la sangre. Allí estaban, tres figuras borrosas que se materializaron en sus antiguos compañeros de la secundaria, sus rostros iluminados por una mezcla de sorpresa y… ¿malicia?

Reconoció sus risas burlonas incluso antes de ver sus rostros. El instinto de huida lo invadió, pero era demasiado tarde. Agachó la cabeza, intentando hacerse invisible, un acto inútil ante la insistencia de sus voces. "¡Ey, no es Akira! ¡Mira, el chico de las gafas! ¡Ahora eres un soldado! ¡Un soldado… gay!", gritaron, sus palabras hirientes como cuchilladas. La vergüenza lo invadió, una ola de calor que le recorrió el cuerpo.

Akira entró a la tienda, buscando refugio en el anonimato entre los pasillos abarrotados. El olor a especias y productos enlatados apenas lograba ahogar el eco de sus burlas. Al salir, la sensación de ser observado lo envolvió. Giró la cabeza, y ahí estaban, sus sombras alargadas persiguiéndolo por las calles. Intentó correr, pero sus piernas no le respondían. Un golpe seco en la mandíbula, otro en el estómago; la oscuridad lo envolvió en una espiral de dolor.

Cuando recobró el conocimiento, estaba tendido en el suelo, el cuerpo dolorido, la ropa rasgada. Con esfuerzo sobrehumano, se incorporó, arrastrándose hasta el cuartel. Cada paso era un suplicio, pero la necesidad de llegar a su camarote, de esconderse, lo impulsaba. Sin embargo, al entrar, se encontró con el teniente Arias. Arias lo miró con una expresión de preocupación, sus ojos se posaron en las heridas de Akira.

Arias, sin decir una palabra, lo tomó del brazo con una fuerza inesperada, pero suave. Lo guio hasta su propio cuarto, un espacio ordenado y cálido que contrastaba brutalmente con el frío y la violencia que Akira había sufrido. Con manos expertas, limpió sus heridas, aplicando ungüentos y vendajes. El silencio se prolongó, roto solo por el suave susurro de las vendas y los jadeos de Akira.

"¿Qué pasó?", preguntó Arias, su voz baja y grave, llena de una preocupación que conmovió a Akira hasta las lágrimas. Las lágrimas brotaron, un torrente incontrolable que lo inundó. Entre sollozos, Akira confesó todo, describiendo la brutalidad del ataque y la humillación de las burlas. Cuando terminó, exhausto y desconsolado, miró a Arias con una mezcla de miedo y esperanza. "Entonces… ¿qué tiene de malo que te gusten los chicos?", preguntó Akira, su voz apenas un susurro entrecortado por los sollozos. La pregunta, simple y directa, resonó en el silencio, antes de que los labios de Arias se posaran sobre los suyos, un beso suave, tierno, que dejó a Akira s

in habla.



#6621 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amigos compañeros

Editado: 03.11.2024

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