Mi gran error.

Prólogo

“Las personas inteligentes aprenden de sus errores, pero las personas verdaderamente inteligentes aprenden de los errores de los demás”.

Cuando leí esta frase en uno de mis libros, se quedó conmigo por un gran tiempo, incluso mucho después de haber terminado de leerlo. Incluso mucho tiempo más después de haber leído la mitad de la biblioteca de la escuela. 

A los doce años sentía que había aprendido una gran lección, una que debí haber aplicado a mi vida. Pero como es común, mientras mi subconsciente supo que esa frase no debía tratarse como intrascendental mi cerebro a la tierna edad de 12 años aun no sabía la magnitud de lo que había aprendido.

Aunque bueno, supongo que la ciencia ficción no es el mejor ejemplo para seguir en la vida diaria.

Digo, en el momento en que el protagonista dijo estas sabias e importantes palabras había sido engañado, golpeado, secuestrado y atado de manos. . . todo por una mujer.

Y eso sí que dejaba una gran lección.

Nunca subestimes a una mujer.

Aunque supongo, que también aprendí que nunca se debía confiar en nadie del sexo opuesto.

Por lo menos, no cuando hay intereses amorosos de por medio.  

Cuando le conté mi gran aprendizaje a mi mamá ella solo sonrío y dijo:

-  Querida, ¿y qué hay de divertido en eso? - .

Recuerdo haberme quedado anonadada, lo que debió haberse reflejado en mi cara porque mi mamá solo se río mientras se volteaba a seguir preparando la cena. 

En ese entonces no lo entendía. Digo, ¿cómo puede ser divertido equivocarse? ¿Qué hay de divertido en ser engañado, traicionado y herido?

Bueno, cinco años después sigo sin entenderlo.

No importa que, nunca es divertido caer.

En retrospectiva, no creo que realmente haya entendido nada.

Debí haber prestado más atención.

Debí haberme quedado con la frasecambiavidas.

Debí haberla enmarcado.

Demonios, debería haberla hecho mi mantra.

Las. Personas. Verdaderamente. Inteligentes. Aprenden. De. Los. Errores. De. Los. Demás.

Si me las hubiese tatuado en el cerebro nunca hubiese hecho lo que hice.

Nunca hubiese seguido el mismo camino que tantos otros.

Bueno, dicen que en retrospectiva todos tenemos ojo de lince, ¿no?  




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