Mi gran error.

Capítulo 18.

- Se siente raro llegar a casa sin Donovan esperándome – suspiro, cerrando la puerta.

- Entonces, ¿Donovan está a lado? – pregunta Callaghan dejándose caer en el sofá.

- Sí, la Sra. Smith lo cuida ahora tres veces a la semana y mis padres los fines de semana, aunque eso aún está en fase experimental – digo desde la cocina.

Sirvo un par de vasos con té helado y me dirijo hacia él.

- ¿La Sra. Smith de la casa de a lado? – alza una ceja.

Asiento.

- ¿Cómo ocurrió eso? – niega con la cabeza agarrando uno de los vasos en mi mano.

Hago una mueca pensando en la razón y quiero golpearme por sacar el tema.

- ¿Qué pasa? – alza una ceja Callaghan viendo mi rostro.

- Bueno… te dije que hablé con Natalie, ¿no? – comienzo.

- Yo no diría a ser ahorcada hablar – dice entre dientes.

- Eso vino después de hablar – murmuro.

Él solo alza una ceja para nada impresionado.

- Bien, lo que sea. El punto es que ese día, el Sr. Smith fue el que me la quito de encima. Mi papá estaba con Donovan dentro y al parecer, era el turno del Sr. Smith de sacar la basura o algo así, por lo que me vio en el suelo con Natalie encima y me ayudó -.

- Si hubiese estado contigo… – exhala dejando caer la cabeza en el respaldo del mueble.

- Detente. Aunque no hubiésemos estado distanciados, casi nunca me acompañabas a casa además no ocurrió llegando a casa, fue ya tarde en la noche -.

- ¿Qué hacías fuera tan tarde? -.

- Fui a comprar a la tienda algunas cosas. Ya no recuerdo qué – me encojo de hombros.

Estamos en silencio un minuto.

- Me alegra que él estuviera ahí para salvarte – dice finalmente.

- A mí también – digo en voz baja, luego recuerdo – Pero hay más – me animo y me acercó más a él – ¡Resulta que el Sr. Smith es fiscal! Mi vecino es fiscal y no lo sabía – niego con la cabeza aun después de todo lo que ha pasado algo incrédula - ¿Cómo nunca lo supimos? -.

- Bueno, tampoco tiene mucho que se mudaron, ¿no? -.

- Un año es suficiente – replico.

- Entonces él ayudó con Natalie. Es fiscal, así que me imaginó que pudiste presentar cargos o algo más fácil, ¿no? – asiente.

- ¡Claro que no! – lo miro con horror - ¿Cómo puedes decir eso? -.

- Isis, te ahorcó. Estuviste a punto de desmayarte. Si estaba tan desesperada para llegar a eso, pudo haberte matado aun cuando no lo quisiera – dice lentamente viéndome fijamente como hablando con una niña de cinco años.

Entorno los ojos.

- Se lo que pasó y también lo que pudo haber pasado, gracias. Pero no, no presente cargos. Y no pienso hacerlo así que no digas nada – alzo una mano cuando abre la boca.

Aprieta la mandíbula y nivela su mirada con la mía.

- No lo voy a hacer, así que ya puedes irte dando por vencido – niego – no fue así como el Sr. Smith ayudó – suspiro comenzando a explicarle todo lo que pasó.

Su expresión se suaviza y toma mi mano cuando saco fuera las palabras que la madre de Natalie me dijo y como eso me afectó.

- Bien. Entiendo – lleva mi cabeza a su pecho y me abraza – No estoy completamente de acuerdo, pero lo entiendo -.

- Se que ella esta mal, pero no es su culpa. Además, está recibiendo terapia. Solo puedo imaginar lo mal que la ha pasado Callaghan -.

- Pudo haberte matado. Se que te sientes culpable por lo que le pasó y por elegir no testificar, pero no tienes nada de culpa en los actos de ese hombre -.

- Pero… -.

- En las mismas palabras que una hermosa e inteligente chica me dijo: Puede que tú no puedas ver el tipo de persona que eres, pero confía en mí. Yo sí puedo. Toma mi palabra sobre la tuya hasta que puedas creerlo – corta mi protesta y repite las mismas palabras que le dije más temprano en mi oído derecho.

Una lagrima se me escapa.

- Fui egoísta – respiro.

- Isis, todos somos egoístas. Nadie dijo que tenías que ser una mártir -.

- No quiero ser una mártir – cierro los ojos.

- Pues eso parece. Estas torturándote por no haberte sacrificado por su bien – me aprieta en sus brazos.

- “Sacrificio” ¿no es una palabra exagerada? – resoplo.

- No lo creo. Si hubieras testificado, pudiste haber sido objeto de las mismas criticas y burlas que ella. Ya tenías demasiado en tu plato incluso antes de que vinieran a la escuela exigiendo tu cooperación. Era demasiado. Hubiese sido demasiado para ti –.

No digo nada en respuesta y me acomodo mejor en sus brazos. Lo siento jugar con mi cabello y no me pierdo lo cómoda que me siento así.  

¿No se supone que tendría que estar nerviosa o sentir mariposas en el estómago?




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