Mi guardaespaldas es un vampiro Aidan And Tn

Capitulo 4

Narra Aidan

Cuando me di la vuelta, me quedé hipnotizado.

¡No puede ser!

Mis ojos no podían apartarse de ella. Mi corazón latía frenéticamente, un dolor punzante se instaló en mi pecho, como si fuera a estallar por la emoción. Entonces, sentí el cosquilleo familiar y amenazador de mis colmillos queriendo salir.

¡Contrólate, Aidan! Nadie puede saberlo. Nadie.

Respiré hondo, intentando mantenerme tranquilo, aunque por dentro me consumía la emocion

Narra TN

Bajé y mis ojos se cruzaron con los de él.

Azules.

Un azul tan intenso que me dejó sin aliento. Algo en su mirada me atrapó, como si un lazo invisible me jalara hacia él. Mi corazón se aceleró sin razón aparente.

¿Por qué?

—Vale, vengan, después podrán conocerse mejor —interrumpió mi padre con su tono autoritario.

—Sí, señor —respondió el chico de ojos azules.

Entramos en el comedor. Era inmenso y elegante, con la mesa llena de comida y tres copas de vino servidas. Mi padre se sentó primero, y cuando fui a ocupar mi lugar, aquel chico se adelantó y movió mi silla para que me sentara.

—Eh… gracias —murmuré, sorprendida.

Él desvió la mirada, sonrojado.

—¿Y mi institutriz? —pregunté, buscándola con la mirada.

—Los sirvientes no cenan en esta mesa —respondió mi padre con indiferencia.

Un silencio incómodo cayó sobre la mesa.

—Bueno, podemos empezar por… —comenzó a decir mi padre, pero su celular sonó, interrumpiéndolo.

—Disculpen… —murmuró, levantándose para atender la llamada.

Bufé con fastidio y susurré:

—Increíble, primer día y ni siquiera puede cenar con su hija…

La molestia me quitó el apetito. Me levanté, dispuesta a irme a mi habitación, cuando su voz me detuvo.

—Espera…

Alcé la mirada. Sus ojos estaban clavados en los míos.

Fruncí una ceja.

—Aún no me conoces y se supone que soy… el que… te va a cuidar —dijo con cierto nerviosismo.

¿Por qué tartamudea?

Había estado tan enfocada en mi padre que había olvidado por completo que alguien más estaba en la mesa.

—Mis disculpas, no me he presentado. ¿Cuál es tu nombre? —pregunté con un tono más formal.

—Me llamo Aidan Gallagher, tengo 20 años y…

—¿Cómo es posible que alguien tan joven sea un excelente guardaespaldas? —cuestioné con una leve arrogancia, sin saber por qué me comportaba así. Mi corazón latía cada vez más rápido.

—Ehm… soy el mejor de la agencia por mis habilidades —dijo, tomando un sorbo de vino—. Las conocerás después.

Sus ojos nunca se apartaron de los míos.

—Yo te cuidaré las 24 horas del día. Cualquier problema, siempre estaré para ti —añadió con seriedad.

Bufé.

—No necesito un guardaespaldas. Ya estoy grandecita para cuidarme sola. Esto es solo un capricho de mi padre para tenerme controlada.

Aidan entrecerró los ojos.

—Lo dudo.

Me tensé.

—¿Qué dijiste?

—He leído sobre ti y sé que no puedes cuidarte sola.

—¡Claro que puedo cuidarme sola!

-Asi y ¿Que paso ese dia?

-Que di.......

Lo dije ya molesta no siquiera termine de hablar cuando mi padre entro al comedor.

-Disculpen,ya saben llamadas de trabajos

Este chico Aidan me seguia viendo y me sonrio que acaso tengo algo en el rostro o le gusta burlarse de mi

Narra Aidan

Narra Aidan

Mientras nos dirigíamos al comedor, luchaba por controlarme. Mi instinto fue adelantarse y apartar la silla para que ella se sentara.

—Eh… gracias —murmuró.

En ese momento, sentí cómo el calor subía a mi rostro.

¡Contrólate, Aidan!

Me senté, tratando de aparentar calma. Su padre atendió una llamada, lo que me permitió observarla con más detenimiento. La expresión en su rostro cuando susurró esas palabras me entristeció. Su relación con su padre estaba rota.

Vi que intentaba levantarse. No quería que se fuera. No aún.

—Espera… —dije sin pensar.

Ella levantó una ceja, expectante.

—Aún no me conoces y… se supone que soy… quien te protegerá.

¿Por qué tartamudeo?

Cometí un error. Abrí la boca sin pensar y mencioné aquel día… ese del que apenas sabía detalles.

Su padre volvió al comedor. Ella seguía molesta.

—¿Ya se conocieron? —preguntó Gong.

—Demasiado —respondió ella entre dientes.

Gong suspiró con fastidio.

—Mi hija no se ha presentado. Siempre tan irrespetuosa como de costumbre.

Me tensé. Quise levantarme y decirle que no le hablara así. Pero me contuve, cerrando los puños con fuerza.

—Yo la presentaré. Se llama TN. Tiene 17 años. Vivía con su madre hasta que ella falleció. Ahora estará aquí, conmigo.

TN se puso de pie de inmediato, con el rostro lleno de enojo.

—Gracias, padre —dijo con frialdad antes de girarse y salir del comedor.

—Come, Aidan —ordenó Gong.

Asentí en silencio. ¿Cómo podía un padre hablar así de su propia hija? Estaba echando sal en la herida.

Narra TN

Las palabras de mi padre me hirieron más de lo que quería admitir. Salí del comedor con rabia, sintiendo las lágrimas amenazando con salir.

No llegué lejos.

—TN… —La voz de mi institutriz me detuvo, sujetando mi brazo con suavidad.

—Ahorita no… —murmuré, tratando de contener el llanto.

Pero ella no me soltó. En lugar de eso, me rodeó con sus brazos en un abrazo cálido.

—Te entiendo. Ya pasará. Se llevarán bien algún día…

—Lo dudo —susurré—. ¿Cómo pudo hablar así de mi mamá?

Me alejé de su abrazo y subí las escaleras hasta mi habitación.

Cerré la puerta con seguro y me dejé caer en la orilla de la cama.

¿Por qué tenía que recordarme de esa manera lo que había perdido?

Deslicé la vista hasta mi muñeca. Ahí estaba el brazalete que mi madre me había regalado cuando cumplí 15 años. Siempre me pareció un regalo extraño. Tenía unas letras grabadas que nunca entendí. Ella decía que solo el hombre correcto, el amor de mi vida, podría leerlas.




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